prólogo
Cuando se acerca el final de este siglo, la historiografía canaria
puede comprobar -creo que con cierto grado de satisfacción- como uno de los
pilares de nuestra disciplina -me refiero a la transcripción, estudio y edición
de las fuentes- cuenta entre nosotros con una larga
y sólida tradición. Para confirmarlo, basta recordar, en primer lugar, la labor
que se inició a comienzo de los años 30 cuando salló a la luz el primer volumen
de las Fontes Rerum Canariarum y como ésta colección ha superado ya la
treintena de volúmenes. En segundo
lugar, el estudio y edición de la obra de los más importantes cronistas (Abreu,
Viera, Espinosa, etc.) del Archipiélago, y por último el amplio número de
artículos que en las revistas El Museo Canario, Anuario de Estudios Atlánticos
o Revista de Historia Canaria recogen la edición de fuentes o catálogos
documentales relacionados con las islas.
El libro que los lectores tienen ahora entre
sus manos pretende ser una aportación más al conocimiento de las fuentes documentales
que sustentan nuestro saber histórico. Participa de la tradición de trabajos
anteriores, si bien no se limita a la edición de las tradicionales fichas
documentales. Miguel Ángel Gómez Gómez toma como base los protocolos que se
conservan de la escribanía de Sancho de Urtarte, y a partir
de ellos intenta acercarnos a diversos aspectos de la historia de la comarca de
Güímar, lugar de la isla donde el vizcaíno ejerció buena parte de su labor como
escribano. La importancia de este fondo documental, conocido por muchos de los
historiadores canarios al menos desde 1959 en que el profesor Leopoldo de la Rosa lo dio a conocer en una
breve conferencia, radica no sólo en el hecho de corresponder a un escribano
que no era de los considerados como los del número, sino especialmente a que entre sus casi 1.200 folios se
encuentran las noticias más directas y fidedignas de cuantas podemos encontrar para aquella comarca del sur de la isla durante
todo el siglo XVI.
Desde que los miembros de la Escuela de los Annales potenciaron
el empleo de los protocolos notariales como fuente básica para el desarrollo
de distintos campos de la investigación, su utilización entre los historiadores
no ha hecho más que crecer en las últimas décadas.
En el caso hispano, cabe recordar aquí la extensa labor que a finales de los 70
y principios de los 80 realizó el equipo dirigido por el Dr. Eiras Roel
y sus colaboradores. El esfuerzo de él y sus discípulos más o menos directos
-plasmado en distintas jornadas celebradas
en Santiago y en Salamanca- permitió el desarrollo de monografías,
especialmente de historia rural, en las que los registros notariales suplían la carencia de otro tipo de fuentes
considerados hasta entonces como más amplias o brillantes.
En Canarias, la inexistencia de otros fondos
equiparable a los protocolos notariales ha situado a estos registros como
fuente de obligada consulta para el estudio de cualquier tema relacionado con
la historia del Archipiélago durante el Antiguo Régimen. En el uso de los
protocolos se pueden distinguir dos ámbitos bien definidos: por un lado, la
extensa labor de edición de los extractos documentales
correspondientes a los escribanos del siglo XVI,
que
de la mano de la Dra. Da.
Manuela Marrero Rodríguez y sus discípulos ha
permitido que hoy en día contemos con un fondo documental que viene
garantizando la elaboración de todos los estudios que analizan los fenómenos de conquista y colonización de las
islas. De otro, el empleo de los protocolos para investigaciones que
desarrollan aspectos económicos (estructuras de la propiedad de la tierra,
cultivos y expansión de los mismos, actividades mercantiles, etc.)
sociales (estudios genealógicos, grupos humanos, emigración, etc.) y de
mentalidades (testamentos, cartas de dote,
etc.) durante los siglos XVI a XVIII. El
trabajo de Miguel A. Gómez Gómez participa de ambas tradiciones ya que trata de
combinar
la edición de los documentos del ya mencionado Sancho de Urtarte con el
análisis -apoyándose en una amplia consulta de otras fuentes- de la situación socioeconómica del valle de Güímar
durante el sialo XVI.
En el estudio introductorio, obligatoriamente no muy
extenso, el autor trata de una serie de aspectos en los que la erudición y la explicación
clara y sencilla se combinan para dar una visión lo más completa posible de
aquellos primeros años de evolución socioeconómica
del Valle. Presenta, primero, el territorio que se va a estudiar, y lo hace
tanto en sus rasgos físicos como para proponer algunas matizaciones a
las hasta ahora consideradas como fronteras tradicionales del menceyato de
Güímar. Aborda, a continuación, algunos
aspectos de la sociedad aborigen y de la posterior conquista e integración de
estos territorios del sur de la isla,
deteniéndose en lo que quizás puede ser una de las partes más interesantes de
su trabajo: la biografía de algunos de los guanches más destacados de
aquella naciente sociedad. Sigue el autor con lo que entiendo que es el eje
fundamental de su libro, que no es otra […]
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