martes, 13 de agosto de 2013

PRIMER ENSAYO PARA UN DICCIONARIO DE LA LITERATURA CANARIA





NOTA DEL AUTOR
Afrontar la redacción de un Diccionario de Literatura es tarea que excede, con mucho, las posibilidades de un solo autor. Por más que ese Diccionario (éste) pretenda recopilar nombres, obras y otros aspectos de una parcela muy concreta —y reducida— de la historia literaria. De igual forma, es (ha sido) limitación insalvable la necesidad de concluir la redacción del mismo en el plazo improrro­gable de un año. El resultado de mi trabajo, por lo tanto, no quiere ser otra cosa que —como expresamente se indica— un primer ensayo de Diccionario. Ojalá sea con­tinuado, y completado como es debido, por un equipo sufi­ciente e idóneo para una tarea como ésta; equipo que, ade­más, debería contar con los medios técnicos hoy impres­cindibles y de los cuales yo no dispuse, a causa de los imponderables ya dichos.
Debo todavía consignar otra limitación; establecida ésta como cuestión de principio: el marco cronológico dentro del cual se sitúa este trabajo. Me he propuesto aportar datos hasta el año 1990; y, en el mismo orden de cosas, recoger autores nacidos hasta 1960, sean éstos naturales de las Islas o que —aun nacidos fuera de ellas— hayan vivido, desde temprana edad, en Canarias, por lo que su obra se ha desarrollado siguiendo el proceso natural de la historia literaria del Archipiélago. Doy referencia también de algunos autores nacidos en las Islas, pero que han vivido y escrito, la mayor parte de su vida, fuera de ellas, siempre y cuando el hecho de ser canarios de nacimiento sea reconocido por ellos como rasgo fundamental en sus biografías.
Se incluyen, igualmente, escritores que, nacidos fuera e incorporados a la vida insular cuando ya habían confor­mado su personalidad como tales, se han entregado —de una u otra forma— al rescate y estudio de los más diver­sos aspectos de la historia y de la literatura de Canarias, aun cuando no se hayan significado como creadores en el estricto sentido del término.
Este primer ensayo es deudor de muchos antecedentes que, en la mayoría de los casos, lo superan en la profun­didad de la investigación o en la calidad de su elaboración. Citaré, en primerísimo lugar, la obra magna de Agustín Millares Cario, Bio-bibliografía de Escritores Canarios. Tras ella, y en parejo orden de méritos, la Historia de la Literatura Canaria, de Joaquín Artiles e Ignacio Quintana; Poetas Canarios de los siglos XIX y XX, de Sebastián Padrón Acosta; la inconclusa Historia de la Poesía Cana­ria, de Ángel Valbuena Prat. Diversas antologías, como Poesía de la segunda mitad del siglo XIX, de María Rosa Alonso; la también inconclusa Antología de Poesía Cana­ria, de Domingo Pérez Minik; Poesía Canaria 1939-1969 y Modernismo y vanguardia, ambas de Lázaro Santana; Museo Atlántico, de Andrés Sánchez Robayna y Poesía Canaria 1940-1980, de Sebastián de la Nuez. Inestimables han sido las referencias tomadas de trabajos varios de los ya mencionados María Rosa Alonso (En Tenerife, una poetisa, Victorina Bridoux y Mazzini, La ciudad y sus habi­tantes, Las generaciones y cuatro estudios...) y Sebastián de la Nuez ("La generación de intelectuales canarios"); de Juan Rodríguez Doreste ("Las revistas de arte en Cana­rias" o Seres, sombras y sueños) de José Domingo ("El movimiento literario de las Islas Canarias"). Igualmente úríos, de Matías Díaz Martín y el Diccionario biográfico canario-americano, de David W. Fernández.
Otros estudios y antologías, en fin, incluso dentro de sus limitaciones (96 poetas de las Islas Cananas, de José Quintana S., por ejemplo) no han sido menos decisivos a la hora de acopiar materiales necesarios para mi pes­quisa. "Apunte para un censo de escritores de los litorales del Atlántico Sur", que formaba parte del Mapa Literario de España, publicado por la desaparecida revista madrileña La Estafeta Literaria, es —con sus muchos errores u omi­siones— el antecedente más inmediato de este Dicciona­rio, y punto de partida también para la elaboración de muchas de sus entradas.
En el capítulo de agradecimientos, los nombres de María Rosa Alonso (paciencia y generosidad sin límites); de Manuel González Sosa (ayuda puntual para muchos datos anecdóticos o bibliográficos); de Juan A. Martí­nez de la Fe (eficaz corrector de pruebas y preciso ilumi­nador de muchas de sus zonas oscuras); de Maximiano Trapero (horas de reflexión para que un libro así alcan­zara la dignidad que merece), deben figurar en lugar des­tacado. Juan-Manuel García Ramos, en su etapa de Vice-Consejero de Cultura, fue el "culpable" de que yo me atre­viera a correr esta aventura. A todos, mi gratitud y mi amistad.
jorge rodríguez padrón
Madrid, 1990-1991

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