sábado, 31 de agosto de 2013

EL CONVENTO DEL ESPIRITU SANTO DE ICOD






El bello convento de los franciscanos de Icod, es de los mejores conser­vados de Canarias. De él se ocupó primeramente José de Viera y Clavijo, en su Historia de Canarias; luego le dedicó varias páginas Emeterio Gutiérrez Ló­pez, en su Historia de la Ciudad de Icod de los Vinos; el autor de estas líneas por su parte aportó nuevas noticias en artículos de prensa y otros medios, y por último se ha ocupado del convento Eduardo Espinosa de los Monteros y Moas en diversos artículos de prensa en El Día y en programas de celebracio­nes locales, en que ha dado a conocer muchos aspectos con una documenta­ción cuidadosamente estudiada.
Dotado el monumento de una buena arquitectura y objetos de arte de primerísima calidad, tanto en la iglesia como en las capillas restantes, siempre existió una preocupación por parte de la Comunidad, desde sus comienzos hasta sus últimos tiempos, por hacer un conjunto grandioso, superior al con­vento de San Agustín. Este espíritu quedó reflejado en diversos documentos, al pedir a sus benefactores que hicieran obras de autoridad, que era como en aquellos tiempos se designaba una obra de calidad artística. Contrastaba este escenario magnífico con una Comunidad no muy numerosa y entregada a una vida austera y penitencial en grado superior a otros conventos franciscanos, puesto que estaba integrada por frailes recoletos, que practicaban una Regla de gran aspereza, que compartían con su dedicación a la enseñanza.
Los franciscanos en Icod fomentaron a través de la imaginería y pinturas en primer lugar los temas de la Pasión, la Inmaculada, otras advocaciones ma-rianas, y los relacionadas con el ciclo de Navidad, y devociones específicas de la Orden: San Francisco de Asís, San Diego, San Buenaventura, Santa Rosa de Viterbo o San Antonio de Padua, San Salvador de Orta y San Pedro de Alcán­tara, incluso Santo Domingo de Guzmán, por afinidad de las órdenes mendicantes. Otras devociones también tuvieron cabida, como Santa Catalina, San José, San Fernando y San Francisco Javier. De forma muy especial se fomenta­ron los cultos eucarísticos, al Espíritu Santo y de sufragio de las Benditas Áni­mas del Purgatorio.
El conjunto fue de una esplendidez tan notoria que en mucho llegó a superar a la propia iglesia de San Marcos, si descartamos la capilla mayor de ésta. Una buena parte de los enseres de la iglesia parroquial proceden del con­vento franciscano. Las leyes de Desamortización incidieron muy negativamen­te en una mejor conservación de tan importante legado, si bien es de destacar que así como mucho de su patrimonio salió para otras iglesias o desaparecie­ron, la arquitectura en general, tanto de la casa como de la iglesia, ha llegado hasta nuestros días en relativas buenas condiciones, lo cual es admirable, cuan­do tantos conventos del Archipiélago fueron derribados, destruidos por el fue­go o sometidos a agresivas reformas.
Después de abandonar los frailes la clausura, el edificio desamortizado tuvo muy diversas funciones: oficinas municipales, centros de enseñanza y ac­tividades culturales y de ocio de muy diversa naturaleza, cuartel, etc. Sin em­bargo, a pesar de actividad es tan variadas, el edificio no sufrió los considera­bles deterioros que se acusan en otros edificios similares. Lo que le afectó de una forma más palpable fue la ruina de la capilla de la Magdalena y la instala­ción de una sala para teatro municipal. También es de lamentar la supresión de todo el barandaje del claustro bajo, en tanto que la iglesia perdió su cama­rín y parte del coro, algunos retablos y muchas imágenes.
En la exposición del presente libro aparece una división en varias partes: etapa fundacional y vida conventual, la casa e iglesia y etapa posterior a la Desamortización. Por la abundante documentación respecto a las tres capillas principales, la de la Magdalena, la de San Diego y la de los Dolores, figuran en apartados independientes. […]

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