viernes, 9 de agosto de 2013

DESARROLLO Y SUBDESARROLLO DE LA ECONOMIA CANARIA




Se cumplen veinticinco años de la publicación de nuestro Desairó­lo y Subdesanollo en la Economía Cañaría y prologar una nueva edición es tarea que se me presenta difícil, no sólo por el tiempo transcurrido y la diferencia de escenarios a los que me enfrento, sino porque también pesan las reflexiones personales en relación a las ideas, conceptos y fundamen­tos teóricos utilizados entonces para construir una explicación racional y comprensible de la sociedad canaria y para la sociedad canaria.
Desde aquella fecha hasta hoy ha llovido mucho, tanto en el campo teórico de la Economía y de la Política como en la realidad de un mundo extraordinariamente dinámico, cambiante, inestable, cargado de incerti-dumbre y en buena medida imprevisible.
Aunque pueda parecer una paradoja, a fines de la década de los sesenta teníamos una confianza casi ilimitada en la capacidad del hombre para planificar su futuro. Era la década consagrada al desarrollo por las Naciones Unidas que, a partir de la descolonización y de las altas tasas de crecimiento económico alcanzadas por los países industriales, pretendían extender sus beneficios a los países menos desarrollados. Era la época de la Conferencia para el Comercio y el Desarrollo, de la creación del Mercado Común Europeo, de la liberalización de los intercambios a través de la Ronda Kennedy, de la intervención activa del Fondo Monetario Internacional en las políticas de tipo de cambio, de disciplina fiscal y de ajustes estructura­les que tan buenos resultados habían tenido para países como España y por extensión también para Canarias.
Pero, al mismo tiempo, era la época de la guerra de Viet-Nam, de la guerra de los Seis Días, de la crisis financiera internacional que condujo a las devaluaciones de 1967 y 1968 y al fin del sistema de Bretton-Woods. Estábamos a las puertas de la crisis energética que llevaría a la economía mundial a una de las depresiones más profundas y duraderas de su historia.
En este contexto, percibíamos que la dictadura del General Franco se agotaba y que la sociedad española y la canaria se enfrentarían a un mundo de competencia y lucha por el mercado duro y si cabe más despia­dado que hasta entonces se había soportado entre nosotros, pero que el premio final serían las libertades y el desarrollo.
En nuestro propio ámbito, los cambios y transformaciones económicas y sociales se producían también a enorme velocidad. A lo lar­go de toda la década de los sesenta el crecimiento económico había sido muy intenso en Canarias, apoyado en el desarrollo de los servicios, la pes­ca y el comercio y en una progresiva integración en el mercado nacional.lo que había producido una profunda alteración de nuestra estructura pro­ductiva, pero sobre todo de nuestra estructura social. Estos cambios, a su vez, determinaron una profunda transformación territorial concentrando a la población en las ciudades y revalorizando nuestro territorio para los usos turísticos e industriales. Los conflictos y luchas sociales y sindicales de la época reflejaban esos cambios profundos y el final de una sociedad marca­da por el atraso, el subdesarrollo y la miseria.
Los grupos sociales más dinámicos aprovecharon las oportunidades que ofrecía el mercado y la tolerancia de un régimen político intervencionista en lo económico, pero ya en franca decadencia, para ex­plotar esas ventajas produciendo una ruptura irreversible con los modelos culturales y tecnológicos del pasado. La oleada de inmigrantes nacionales, que llegaron a las islas durante ese periodo a la búsqueda de mejores opor­tunidades de vida, aceleró el proceso de cambio social y cultural de Cana­rias. Los factores de dependencia económica y política de la metrópoli se reforzaron durantre esa fase contribuyendo, por otra parte, al nacimiento de los primeros síntomas de una conciencia regional. […]


No hay comentarios:

Publicar un comentario