lunes, 29 de abril de 2013

INTRODUCCION A LA HISTORIA DE ADEJE



              
     Empezaré con una larga cita de Julián Marías1: "La inmensa mayoría de lo que se publica en el campo de las ciencias llamadas humanidades... ais­lan una parcela insignificante de un asunto, de un acontecimiento histórico, de un autor, y componen un trabajo que se incorpora a esas publicaciones que se citan y archivan, y en su momento a los currículos que son las cartas cre­denciales que abren los caminos académicos... Hay una manifiesta predilec­ción por lo irrelevante; mayor aún, por lo que en algún sentido parece sucio y empaña la figura de las personas estudiadas. Se busca con avidez las cartas triviales, mejor aún si son desahogos irresponsables, que descubren los flan­cos menos respetables de los que las escriben o los destinatarios. Se persigue las concesiones, por tenues que sean, de las figuras políticas que parecen nega­tivas, mientras se ocultan las afinidades serias y verdaderas de los que pasan por definidoras de la ortodoxia... Suele ocurrir que los exhibidores de tan menu­da erudición ignoran lo más importante que se ha escrito sobre el asunto."
Esta cita la hago para afirmar que el trabajo de Pedro de las Casas no se parece en nada a esta pesimista, pero desgraciadamente cierta, visión sobre muchas publicaciones de carácter histórico, pues el autor ha trabajado a fon­do en archivos y en toda clase de documentos; en labores de primera mano y rebuscando en todos aquellos lugares donde intuía podría encontrar informa­ción. También ha buceado en los trabajos de otros investigadores que le han precedido. Ha aprovechado toda clase de materiales para componer su obra, de forma paciente y a lo largo de nueve años, en los que ocupó todos los ratos libres que le permitía su profesión.
Pedro {le las Casas es uno de los grandes médicos humanistas, que sien­ten un afecto profundo por conocer su entorno y, en especial, por los lugares más entrañables de su vida. Ha sentido la llamada a estudiar la tierra que le vio nacer y donde vivió sus años mozos y que en la actualidad contempla con los ojos de la madurez.

Desde muy joven conocí a Pedro de las Casas, debido a mi gran amis­tad con sus padres, por los que sentía gran aprecio y admiración. El Dr. D. Pedro J. de las Casas Pérez, su padre, ejerció primero en Puntagorda, La Palma, y luego se afincó en Adeje, donde además de atender a las enfermedades de sus vecinos, se convirtió en valedor de los mismos, en todos los aspectos de la vida del municipio, cuya historia, en el segundo tercio de este siglo, no se enten­dería si prescindiéramos de su extraordinaria figura.
Con su hijo, durante mucho tiempo, tuve un trato casi esporádico pero manteníamos la amistad, gracias al fuerte lazo que suponía el recuerdo de su padre, siempre presente en nuestros encuentros, tanto con él como con sus hermanos. La relación se ha acrecentado cuando Pedro de las Casas se deci­dió a hacer'una contribución a su pueblo natal, donde pasó su juventud, al que tomó gran cariño, pues aún siendo un muchacho acompañaba a su padre en los largos recorridos en muía para asistir a sus pacientes hasta los más apar­tados lugares del municipio. Ese acentuado sentimiento afectivo hacia su pue­blo le decidió a afrontar la tarea de escribir su historia, aunque tengo la sos­pecha, aunque él no lo confiesa, que en el fondo es, sobre todo, una forma de homenaje a su padre.
Mi primer conocimiento de dicho empeño se produjo en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, adonde acudió en busca de mate­rial para su obra. Luego, en mis fines de semana en el Sur de Tenerife, cerca­no a su residencia permanente, iniciamos una relación más frecuente y estre­cha, en la que la gestación de esta historia se convirtió en lazo de unión y tema de muchas charlas e incluso de excursiones por las tierras altas de Adeje, en sus trabajos de campo. Ello me ha permitido seguir casi paso a paso la última fase del proceso de elaboración de la obra, que al engrosarse más de lo pre­visto, se ha detenido a comienzos del siglo XIX, dejando los dos últimos siglos para un segundo tomo, que esperamos no tarde, para que podamos disfrutar de su lectura.
El autor, con su bonhomía y cordialidad, casi podíamos decir su inna­ta predisposición hacia las relaciones públicas, ha conseguido las ayudas más insospechadas, especialmente a través de muchos pacientes que, agradecidos, se han esforzado en colaborar en la busca de datos que esclarecieran los diver­sos aspectos de la trayectoria histórica de Adeje.
Es para mí una satisfacción y un honor la petición del Dr. de las Casas para que prologue este libro, aunque se trata de una obra que no es exacta­mente de mi especialidad, a pesar de mi título de licenciado en Ciencias Históricas. La lectura de la misma me ha producido un gran placer, tanto por lo que he aprendido de ella, como por las agudas conclusiones de cada uno de los aspectos tratados, por lo que me siento incómodo al escribir estas líneas, […]

'Julián Marías.- ABC. Madrid 13-1-94

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