Los teóricos de la
modernización, hace ya unas cuantas décadas, pronosticaron la progresiva desaparición de las identidades
culturales, y en especial de los nacionalismos y de los movimientos étnicos. Su previsión se basaba en la premisa de
que las identidades étnicas, consideradas un residuo de las sociedades tradicionales y
premodernas, sucumbirían ante la fuerza de la sociedad moderna, con su marcada tendencia a
la uni-formización
cultural.
Podemos afirmar que la globalización no es un fenómeno actual sino
una realidad de ahora y del pasado, aunque hoy el mundo está más interrelacionado. Fenómenos de la globalización del
pasado fueron la conquista de América,
las Cruzadas, el Imperio Romano, las invasiones
islámicas,... Incluso podemos afirmar que la mayor parte de las culturas y poblaciones del mundo, de diversa manera y variada dimensión, han estado
de algún modo relacionadas; han
cambiado y evolucionado. Canarias, en
su pasado y en su presente, ha estado especialmente condicionada por los procesos de interna-cionalización económica y cultural, lo que la hace incomprensible sin aquéllos. Pero es a partir de
las últimas décadas, especialmente
desde la crisis de 1973 cuando se ha
producido una extraordinaria expansión y complejización de las interrelaciones entre los diferen-tes pueblos del mundo, sus instituciones y sus
culturas, isí como un desarrollo de
una creciente conciencia de globalización.
El proceso de globalización, por tanto, no puede ser visto sólo como un fenómeno meramente conómico, tecnológico o
comercial de carácter uni-lineal,
universal y necesario, sino también como movi miento de bienes y personas, circulación y consumo de símbolos, imágenes e ideas. Es consecuencia de la transnacionalización económica, donde a través de un
proceso tendencialmente planetario y
omnicomprensivo, zona habitada del
planeta, en su totalidad tiende a invertirse
cada vez más en un espacio interconectado -de este modo unificado-, más continuo que discreto, i virtud de múltiples y complejas interrelaciones,
no solo desde el punto de vista
económico sino también social,
político y cultural.
Fenómenos como el aumento y diversificación
losflujos migratorios transnacionales, la
difusión de nuevas tecnologías de
procesamiento de datos, imaágenes visuales y sonido, la concentración de
las redes de comunicación de datos y de los medios de
difu-cion masiva de la información, la aparición de nuevas redes mundiales de relaciones gubernamentales y
no gobernamentales, el proceso de mercantilización
de sibolos étnicos y la politización global de las etnnidades y del
ecosistema constituyen factores y mani-taciones del proceso de globalización. En ese
tido más que un mundo homogeneizado y
uniformeriamos denominarlo un mundo más interconectado el correo electrónico e Internet, los aviones y
los viajes a larga distancia, la televisión, los
teléfonos móviles
y el cine. Todos estos medios hacen que las influencias culturales puedan extenderse por el
planeta a una velocidad
inédita. Los espacios cerrados, circunscritos, los territorios étnicos cada
vez son más fluidos, porque los seres humanos se mueven. La discontinuidad espacial cada vez más se
siente y percibe como reducida, pues las mercancías viajan a lugares antes recónditos, y gentes de
culturas e identidades diversas comparten espacios y territorios comunes. A pesar de
todo ello, por el
momento sólo es posible señalar la existencia
de tendencias demasiado variadas y desiguales,
y de relaciones demasiado complejas, a la vez que de factores de cambio contrapuestos.
Algunos autores plantean que la
uniformización lingüística es necesaria, que es preciso la canonización de una lengua,
por ejemplo, como medio de comunicación, aunque ello lleve consigo la desaparición de
la enorme variedad y rica multiplicidad de lenguas y dialectos. En cierto modo,
hacer desaparecer el pasado es calificado de inevitable, ya que no se puede
esperar que culturas tan atrasadas sobrevivan en un mundo moderno. Pero por paradójico que parezca, los
procesos de globalización desde una perspectiva cultural no consisten en la difusión exclusiva de costumbres,
prácticas y creencias de las grandes religiones establecidas, ligadas a las sociedades más avanzadas. En el consumo
global, muchos elementos culturales ligados a sociedades consideradas más atrasadas ocupan un lugar relevante. Difusión
de ritmos como la
salsa o el reggae, comidas como los tacos mexicanos, cultos como el candomblé brasileño y la
santería cubana, se
introducen en las naciones desarrolladas con enorme facilidad, generalizándose su consumo por
doquier. E incluso, en la creación de un mercado único, las empresas transnacionales por el momento
han debido ceder a la multiplicidad lingüística para unificar todos los mercados.
Por otra parte, podemos
afirmar que el proceso de globalización a la vez que estimula procesos de «homo-geneización cultural» también
estimula, de diferentes maneras, revitalizaciones étnicas y particularismos e identidades de diversa índole. Esas
identidades en ocasiones resultan «locales», es decir vinculadas a una localidad o lugar, en otras ocasiones a
varios. Se trata de identidades deslocalizadas o translocales que esencialmente se
desarrollan incluso
a través de las fronteras de los estados-nación.
Este proceso, a la vez que no
es unívoco, tampoco en gran medida es democratizador, como se le considera a menudo. Pues, por ejemplo el
acceso a las redes de Internet no es el mismo en todos los lugares del mundo, ni en todas las clases
sociales. Crece así la polarización, las jerarquías urbanas, la concentración y la
centralización, aunque es
bien cierto que progresivamente casi todos los sectores sociales acceden de hecho a
algunas ventajas de la
globalización. […]
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