viernes, 12 de abril de 2013

LA CUEVA DE LAS MIL MOMIAS





PRÓLOGO
Alberto VÁZQUEZ-FIGUEROA
Tras medio siglo de profesión creía haberlo visto todo en cuanto se refie­re al mundo de la edición, pero he aquí que de pronto me enfrento a una fascinante propuesta: un libro que une el rigor científico y la fantasía en un solo volumen.
Que yo sepa nunca se había dado un paso tan audaz.
He escrito varias novelas históricas a lo largo de mi vida por lo que soy consciente de que su principal problema estriba en procurar que lo imagi­nario parezca real y lo real se encuentre impregnado de una cierta dosis de imaginación.
Conseguir que la historia resulte amena sin alejarse de la verdad se con­vierte a menudo en una ardua tarea que no suele dejar contentos ni a los curiosos lectores, ni mucho menos a los sesudos historiadores.
Lo que a los primeros les resulta aburrido a los segundos se les antoja banal.
Ese problema se había convertido por tanto en una especie de "cuadratu­ra del círculo" en la que cuando no sobraba mucho faltaba algo, hasta que hace su aparición "La Cueva de las Mil Momias", un libro que resuelve el dilema de la forma más lógica imaginable: se trata de dos "volúmenes siameses", nacidos de la misma madre y unidos el uno al otro hasta el fin de sus vidas, pero que ven esa vida desde ángulos opuestos.
Ello trae aparejado que personas de muy distintos gustos, normalmente atraídas por una sola de las dos caras de la moneda, sientan de improviso una viva curiosidad por descubrir el reverso de esa misma moneda, con lo cual considero que se ha alcanzado el principal objetivo de los editores: am­pliar el espectro de sus lectores.
Tanto desde su documentada vertiente histórica, como desde la amena vertiente imaginaria "La Cueva de las Mil Momias" ofrece el siempre fascinante atractivo del misterio que rodea el hecho de que nuestras Islas Canarias fueran uno de los muy contados lugares del mundo en los que se consiguió que los cuerpos de los difuntos se conservaran en perfecto estado pese al transcurso de los siglos.
¿Por qué? ¿Qué vínculos nos unían con los egipcios o los incas, que son los únicos pueblos que compartieron con el nuestro esa extraordinaria habi­lidad a la hora de evitar que "el polvo vuelva al polvo"?
Si este libro contribuye de alguna manera a aclararnos nuestro pasado más remoto incitando a los investigadores a continuar trabajando en una línea que parecía estancada, habrá conseguido un nuevo y ambicioso obje­tivo: despertar la curiosidad.
La mayor parte de los logros de la especie humana se deben a esa innata necesidad de saber algo más sobre el mundo presente, pasado o futuro, y ya su propio título, "La Cueva de las Mil Momias", invita a intentar averiguar qué se ocultaba en el fondo de esa gruta y por qué razón se castigaba con pena de muerte a quien revelara su secreto.
Debo admitir que lo primero que me gustaría saber es si aquéllos que la encontraron y repartieron por el mundo algunas de esas momias fueron perseguidos luego por una terrible maldición, tal como se dice que ocurrió con la tumba de ciertos faraones.
Aquellos difuntos descansaban en paz en su profunda cueva, rodeados de su propia gente, pero un aciago día alguien los dispersó a los cuatro vientos por lo que ahora se encuentran desconcertados y solos en algún perdido museo de cualquier lejana ciudad del mundo.
Ha llegado la hora de que regresen a casa.
Alberto Vázquez-Figueroa

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