[4 TOMOS]
INTRODUCCIÓN
Historiar una ciudad que fue capital de un municipio
que abarcaba toda la isla de Tenerife no es tarea sencilla,
mucho menos cuando se pretende abarcar dos
siglos de ese pasado. Se puede optar por diferentes maneras de enfocar la
investigación, y de hecho los volúmenes que componen este proyecto de «La Laguna: 500 años de historia» dan fe de ello. Por nuestra parte, hemos partido
de la base de que, aún constituyendo
esta ciudad la cabeza de un Ayuntamiento insular, que en mucho sobrepasaba el actual término municipal,
y aun teniendo en cuenta que no
siempre resulta sencillo deslindar en ese período pretérito lo
estrictamente lagunero de lo referido a un marco más general, La Laguna cuenta con una historia propia que, en
lo que cabe, que es mucho, hay que resaltar y analizar, como es propio de
tantos lugares y ciudades castellanas
de su época. Es más, precisamente su condición capitalina, y su importancia demográfica y peso político —no olvidemos que fue la urbe más poblada del archipiélago,
precisamente en la dulce y difícil
etapa en que Tenerife lideró, por así decirlo, demográfica, económica y políticamente al archipiélago—,
añade argumentos a la necesidad, imprescindible diríamos, de estudiar su papel
económico, poblacional, social,
político, intelectual..., tanto por lo que significó para sus moradores como
para los que residían fuera, a veces muy lejos de Agüere. Pensemos, por último,
que La Laguna es un ámbito territorial en el que discurre una vida propia, pero
proyectada al exterior, con unas
particulares vivencias derivadas del quehacer de sus gentes, de la
aplicación de un molde castellano —jurídico, social, mental...— a un lugar de frontera, insular, dotado de una vida mercantil inusitada, lo que confiere a nuestro objeto
de estudio un interés añadido.
Por otra parte, tampoco se
puede decir que andemos muy sobrados en la
historiorafía regional de estudios urbanos del pasado dotados de una perspectiva globalizadora. Ello nos movió, en
definitiva, a bucear en la antigua ciudad
pensando en ese sujeto histórico con la doble mirada de ciudad y de capital.
Implica, por tanto, que intentemos componer un equilibrio entre el estudio de lo que estrictamente atañe a
la ciudad, o a la ciudad y su inmediato
hinterland, y el municipio-isla del que fue
cabeza, en cuanto el Regimiento, la administración judicial o la hacienda abarcaban la totalidad del territorio
isleño. Así y todo, en aquellos aspectos
que lo permitieron, como en el caso de la justicia, se procuró trabajar con documentación relativa a la
ciudad.
El libro está concebido como
un todo estructurado en tres partes diferenciadas.
En la primera, básicamente institucional, comenzamos por la ciudad
como protagonista (su fundación y primera expansión, sus calles...) para
enlazar con sus habitantes, vistos aquí desde una perspectiva demográfica sin perder de vista su distribución zonal y sociológica
en el espacio urbano. Esa colectividad precisa de un determinado modelo
de organización política, de unos órganos que diriman sus diferencias y pleitos, de una hacienda que garantice la vida de ese
proyecto social, y —como parte integrante del orbe cristiano—, existen unas
necesidades religiosas cubiertas por el clero secular y el regular. La segunda
parte analiza los aspectos económicos y de abastecimiento. Los esquemas de
funcionamiento explicados en los capítulos precedentes carecen de razón de ser sin una economía —pan, vino y comercio— que sustente esa armazón
superestructural. Ahora bien, si para
acercarnos a los gobernantes de la ciudad tuvimos que estudiar en realidad la organización concejil, y para analizar
su hacienda hubimos de abordar, lógica
y coherentemente, las rentas y propios de la isla, los aspectos económicos se
centran esencialmente en la comarca lagunera, su área de influencia, pues no conviene olvidar que además de su función
capitalina la ciudad actúa como centro de un distrito político-administrativo,
dotado de una funcionalidad económica singular, de una de las tres grandes demarcaciones en que se
divide la isla desde los comienzos de la colonización. El abasto de productos
básicos, sobre todo cerealísticos,
presenta de nuevo una dimensión dual isla-ciudad, pues el Cabildo legisla y ordena pensando unas veces en
la totalidad del municipio, pero
habitualmente su corazón y su objetivo principal es la provisión y progreso de la ciudad en la que está
enclavado, y precisa-[…]
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