martes, 2 de abril de 2013

LA LAGUNA 500 AÑOS DE HISTORIA




[4 TOMOS]

INTRODUCCIÓN
Historiar una ciudad que fue capital de un municipio que abarca­ba toda la isla de Tenerife no es tarea sencilla, mucho menos cuando se pretende abarcar dos siglos de ese pasado. Se puede optar por dife­rentes maneras de enfocar la investigación, y de hecho los volúmenes que componen este proyecto de «La Laguna: 500 años de historia» dan fe de ello. Por nuestra parte, hemos partido de la base de que, aún constituyendo esta ciudad la cabeza de un Ayuntamiento insular, que en mucho sobrepasaba el actual término municipal, y aun teniendo en cuenta que no siempre resulta sencillo deslindar en ese período preté­rito lo estrictamente lagunero de lo referido a un marco más general, La Laguna cuenta con una historia propia que, en lo que cabe, que es mucho, hay que resaltar y analizar, como es propio de tantos lugares y ciudades castellanas de su época. Es más, precisamente su condición capitalina, y su importancia demográfica y peso político —no olvide­mos que fue la urbe más poblada del archipiélago, precisamente en la dulce y difícil etapa en que Tenerife lideró, por así decirlo, demográfi­ca, económica y políticamente al archipiélago—, añade argumentos a la necesidad, imprescindible diríamos, de estudiar su papel económi­co, poblacional, social, político, intelectual..., tanto por lo que signifi­có para sus moradores como para los que residían fuera, a veces muy lejos de Agüere. Pensemos, por último, que La Laguna es un ámbito territorial en el que discurre una vida propia, pero proyectada al exte­rior, con unas particulares vivencias derivadas del quehacer de sus gentes, de la aplicación de un molde castellano —jurídico, social, mental...— a un lugar de frontera, insular, dotado de una vida mercantil inusitada, lo que confiere a nuestro objeto de estudio un interés aña­dido.
Por otra parte, tampoco se puede decir que andemos muy sobra­dos en la historiorafía regional de estudios urbanos del pasado dotados de una perspectiva globalizadora. Ello nos movió, en definitiva, a bu­cear en la antigua ciudad pensando en ese sujeto histórico con la doble mirada de ciudad y de capital. Implica, por tanto, que intentemos com­poner un equilibrio entre el estudio de lo que estrictamente atañe a la ciudad, o a la ciudad y su inmediato hinterland, y el municipio-isla del que fue cabeza, en cuanto el Regimiento, la administración judicial o la hacienda abarcaban la totalidad del territorio isleño. Así y todo, en aquellos aspectos que lo permitieron, como en el caso de la justicia, se procuró trabajar con documentación relativa a la ciudad.
El libro está concebido como un todo estructurado en tres partes diferenciadas. En la primera, básicamente institucional, comenzamos por la ciudad como protagonista (su fundación y primera expansión, sus calles...) para enlazar con sus habitantes, vistos aquí desde una perspectiva demográfica sin perder de vista su distribución zonal y so­ciológica en el espacio urbano. Esa colectividad precisa de un determi­nado modelo de organización política, de unos órganos que diriman sus diferencias y pleitos, de una hacienda que garantice la vida de ese proyecto social, y —como parte integrante del orbe cristiano—, exis­ten unas necesidades religiosas cubiertas por el clero secular y el regu­lar. La segunda parte analiza los aspectos económicos y de abasteci­miento. Los esquemas de funcionamiento explicados en los capítulos precedentes carecen de razón de ser sin una economía —pan, vino y comercio— que sustente esa armazón superestructural. Ahora bien, si para acercarnos a los gobernantes de la ciudad tuvimos que estudiar en realidad la organización concejil, y para analizar su hacienda hubimos de abordar, lógica y coherentemente, las rentas y propios de la isla, los aspectos económicos se centran esencialmente en la comarca lagunera, su área de influencia, pues no conviene olvidar que además de su fun­ción capitalina la ciudad actúa como centro de un distrito político-ad­ministrativo, dotado de una funcionalidad económica singular, de una de las tres grandes demarcaciones en que se divide la isla desde los co­mienzos de la colonización. El abasto de productos básicos, sobre todo cerealísticos, presenta de nuevo una dimensión dual isla-ciudad, pues el Cabildo legisla y ordena pensando unas veces en la totalidad del municipio, pero habitualmente su corazón y su objetivo principal es la provisión y progreso de la ciudad en la que está enclavado, y precisa-[…]

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