Alejandro Ciuranescu
[4 TOMOS]
Cuando presentan a
sus lectores algún trabajo de mayores vuelos o responsabilidad, los autores suelen encarecer desde la entrada las
dificultades específicas de su argumento. No
desaprovecharé esta posibilidad de señalar
los problemas con que he tenido que enfrentarme: pero tendré que hacerlo de modo algo diferente. Diré que la historia de Santa Cruz de Tenerife no es difícil de escribir:
y la prueba es que se ha vuelto a
hacer varias veces. Lo que sí me parece difícil es escribirla bien.
Son varios los peligros con que
se tropieza al entrar por este camino. Creo
haberlos tenido en cuenta y, de todos modos, he intentado sortearlos: no para eludirlos o suprimirlos, sino
para servirme de ellos como de balizas o de
pautas útiles y, en la medida de lo posible, aprovecharlos. Quizá no habré comprendido rectamente mi discutible deber de historiador. Precisamente por tratarse
de materias opinables, será preferible indicar
desde el principio mis opciones: porque con ello quedará dicho qué es lo que se
puede encontrar en este libro y qué es lo que será
inútil buscar en él.
En primer lugar, la historia de Santa Cruz se funda
en una documentación incompleta. Así como la historia de Tenerife en general
se puede reconstituir teóricamente en cada una de sus partes, sin mayores
dificultades, el pasado de su capital se caracteriza por numerosas zonas de
sombra, cuando no de tinieblas, debido a la lastimosa pérdida de la mayor parte de sus archivos. Los de
sus escribanos públicos han desaparecido en su
casi totalidad. Los del Ayuntamiento han
sido aligerados de la mayor parte de su fondo antiguo. Los de las demás autoridades y entidades ubicadas en Santa Cruz
han dejado tan poco rastro —con la honrosa
excepción de la iglesque a veces se
podría dudar si han existido jamás. De las estadísticas referentes al comercio, al movimiento del puerto, a
la contabilidad de la Hacienda, se han
conservado algunos restos, mri nantes, que pertenecen a una época más bien tardía. No hay ninguna
posibilidad de seguir la marcha de un proceso a
lo largo de una época más o menos significativa, de estudiar una evolución, de
acechar cambios o progresos; mucho menos,
de recurrir a la historia cuantitativa, que encontraría su mejor justificación en el estudio del tráfico, del
comercio, de la población. Todo queda
reducido a sondeos casuales, a hallazgos inconexos, a lo poco que puede robar
al silencio del pasado una documentación caprichosa, por ser fundamentalmente
ajena al tema.
Sin embargo, pensándolo bien, esta situación no
es peculiar de Santa Cruz, sino de la historia
en general. El historiador nunca lo sabe todo, ni puede, ni sería aconsejable
saberlo: si lo pudiese, le sería mucho más fácil perderse. Por ejemplo, de la
población de Santa Cruz sólo poseemos
padrones a partir de finales del siglo XVIII: nuestra ignorancia es total, o
casi total, para toda la época anterior. Pero nuestro cometido no es la historia de la población de Santa
Cruz. Nuestro argumento es siempre otra cosa y en cierto modo nos conviene
saber algo —no mucho— de todo. Si
dispusiéramos, para toda la historia de Santa Cruz, de estadísticas tan completas y tan complejas como las de ahora, no tendríamos más remedio que olvidarlas,
para no naufragar. Las interrogaríamos
por medio de sondeos: que es precisamente lo que nos
brinda nuestra documentación actual. Lejos de desanimarnos, la pérdida de la
mayor parte de los archivos bien podría constituir un estímulo y una garantía;
porque, paradójicamente, quien limita nuestros fracasos no es la extensión de nuestros conocimientos, sino la de nuestra
ignorancia. La escasez de los datos no nos permite representar a la vez el conjunto y el detalle, sino que nos obliga a
dejarlo todo en el estado de boceto,
sombreando o difuminando allí donde no cabe indicar contornos precisos. No sé si la historia puede ser otra cosa.
Por otra parte, la historia de Santa Cruz es
difícil que sea sólo la historia de Santa
Cruz. Hemos dicho que la documentación es lateral y fundamentalmente ajena al
tema: o sea, que trata del puerto visto desde fuera, o de las circunstancias generales en que Santa Cruz es un
detalle más. El lugar y puerto, luego villa, luego ciudad, ha tenido una vida propia y, por consiguiente, puede tener una
historia propia. Pero esta historia ha
sido insignificante en sus principios y sería indescifrable en la época moderna, si intentáramos reducirla a
sí misma. El pasado depende de muchas cosas,
como el presente: y este nexo de Ínter-[…]
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