APUNTES PARA UN ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA CRISTIANA
IMPUESTA AL PUEBLO GUANCHE
Eduardo Pedro García Rodríguez
"La
historia es, pues, necesaria; pero no es "inocente". Por eso los
pueblos se ven a veces obligados a recuperar su memoria colectiva que les había
sido arrebatada, ocultada o falsificada. (…) Porque cuando se trata de
aherrojar a un pueblo, lo primero que se hace es falsificarle o arrebatarle la
imprescindible experiencia que significa su historia. Por eso la historia
rigurosamente científica, pero que es cosa de todos, tarea en la que todos
pueden y deben colaborar, es vital para una colectividad que quiera ser libre
de sus destinos" (M.
Tuñón de Lara, en: Faita),
Antecedentes históricos
La presencia
humana en el Archipiélago Canario es mucho más antigua de lo que la historia
oficial y oficialista nos viene predicando. En los círculos académicos
dependientes se tenía asumido como cierto que la llegada de nuestros ancestros
a las islas tuvo lugar entre los siglos
I y V antes de la era occidental actual. Hace años que vengo sosteniendo
que nuestros primeros antepasados
comenzaron a arribar a las isla en torno al 3800 antes de la era actual,
naturalmente esta teoría resulta demasiado atrevida para los sectores
inmovilistas que dirigen o mejor dicho, teledirigen los fundamentos históricos
y culturales en nuestra nación, pero se dice que el tiempo acaba poniendo las
cosas en su lugar y dando la razón a quien en justicia la tiene, por ello me es
grato el ser testigo de cómo los recientes estudios y descubrimientos
arqueológicos van haciendo retroceder en el tiempo la fecha asignada por los
eruditos dependientes para el poblamiento inicial de nuestro archipiélago, me
refiero al reciente descubrimiento y estudio por parte de un equipo de arqueólogos
dirigidos por el doctor Pablo Atoche. De un yacimiento que suponen de origen
fenicio pero que en todo caso constata científicamente la presencia humana en
la isla Titeroygatra (Lanzarote) en mil años antes de la era actual occidental,
no dudo en que estudios futuros acaben dándome la razón en cuanto a la fecha
que postulo para la llegada a las islas de los primeros canarios, pues los
vestigios arqueológicos son mas que evidentes, solamente hace falta buena fe,
que los estamentos científicos canarios se involucren honestamente y, voluntad
política para estudiarlos debidamente.
En un interesante artículo
publicado en 1997 el eminente paleontólogo
canario Dr. Francisco García Talavera Casañas nos ofrece una visión
acertada de la fecha aproximada del inicio del poblamiento del archipiélago, en
dicho artículo expone las diferentes eras climáticas en el continente y recoge
que: “Una nueva oscilación climática
ocurrió hace aproximadamente 4.500 años, volviéndose a la aridez, y es en esa
época cuando tendríamos de nuevo una población enfrente con posibilidades de
cruzar el charco y presionada por los rigores climáticos (Petit-Maire y Dutour,
1987). ¿Lo hicieron esta vez? En mi opinión, y en la de tantos otros: Cuscoy,
Fusté, Schwidetzky, etc., sí, ya que este pueblo era poseedor de la cultura
normalmente conocida como neolítico de tradición capsiense, con un cierto grado
de conocimiento que le permitiría hacerlo. Además, ya están apareciendo datos
que inducen a pensar en ello (Meco et
al., 1995).
En cualquier caso, es éste uno de los puntos que más controversia
han suscitado a lo largo del tiempo y que, presumiblemente, seguirá dando que
hablar.” (García Talavera, Fco. 1997)
Referencias en torno al Archipiélago Canario en la
literatura clásica europea
El Archipiélago
Canario era conocido por las culturas greco-romanas antes de que estas fueran
condenadas al ostracismo por el auge del cristianismo, el cual hundió a Europa
en un largo periodo de oscurantismo, destruyendo las ciencias y las artes de
las sociedades “paganas”.
Veamos una
breve cronología reproducida de un artículo de Guayre Adarguma:
“Siglo VII a.ne. Los fenicio de Gades ya
habían navegado por esta aguas desde sus asentamientos en Gades, desde el
navegaron la costa Atlántica de África, pasando por Canarias y continuando
hasta lo que hoy es Senegal. La tesis es que las islas descritas por Hannón en
el Cuerno del Oeste (actual Cabo Jubi), no podían ser otras que las Islas
Canarias cuya teoría es también defendida por el también estudioso Schmidt. El
mismo comentario indica que la exploración continuó desarrollándose por otras
islas de este archipiélago, presentando una de ellas actividad volcánica
(posiblemente sería la isla Chinech
(Tenerife).
S. VIII a.n.e. Homero, en La Odisea, sitúa Los Campos Elíseos, “... En lo último
de la tierra, donde pasan los hombres una vida tranquila y dulce, sin
experimentar nieves, inviernos rígidos ni lluvias, sino un perenne aire fresco
nacido de las respiraciones de los céfiros que el océano exhala”.
S.V a.n.e. La descripción de la
Atlántida, realizada por Platón en sus Diálogos: Críticas y
Timeo, concuerda con la posición del Archipiélago Canario, cuyas masas
emergidas serían los restos del mítico continente hundido.
Siglo V a.n.e. Según el relato de una
navegación púnica al mando del cartaginés Hannón efectuada hacia el año 425 a.n.e. en la que, partiendo de Cartago (en la actual Túnez), se
navegó rodeando África hasta internarse en las profundidades del Golfo de
Guinea, en la desembocadura del Camerún. El único manuscrito que subsiste en la
actualidad data del siglo X.
Es más que probable que la expedición de Hannón arribara a algunas
de las Islas Canarias, y posteriormente establecieran asentamientos en las
islas de Esero (Hierro) Tamarant (Gran Canarias) y Chinech (Tenerife) juzgar
por los abundantes indicios arqueológicos de adscripción feno-punica que se han
descubierto en las islas, especialmente grabados rupestres y símbolos
representativos de la Diosa Tanit, Diosa Suprema de Cartago.
Siglo V a.n.e. Según el historiador
griego Herodoto (nacido en 484
a.n.e.), una expedición fenicia auspiciada por el faraón
Necao II (proclamado rey en 610
a.n.e.) circunnavegó el continente africano por primera
vez. El faraón quería buscar un paso hacia occidente desde el mar rojo. Tras
fracasar en el intento de construir un canal que uniese el mar Rojo con el
Mediterráneo a través del Nilo, decidió buscar un paso hacia occidente por el
Sur. Cuenta Heródoto que varias naves fenicias circunnavegaron el continente
africano, denominado entonces Libia, en una expedición penosa que efectuó
largas paradas para conseguir provisiones, y que tardó dos años en llegar a las
columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar)). En las Islas Canarias existen
indicios arqueológicos y culturales de indudable ascendencia egipcia, (ritos
funerarios, trepanación, pinturas etc.
Siglo V a.d.n.e. Las
islas Canarias fueron frecuentadas por pueblos marineros desde la más remota
antigüedad. Creemos que existen suficientes vestigios materiales para así
afirmarlo, si bien hasta la fecha no se han prospectado yacimientos submarinos
que hayan aportado pecios de origen feno-púnicos, y romanos, sí existen
evidencias de la existencia de los mismos en las islas de Benahuare (La Palma) y Erbania
(Fuerteventura) e incluso en la costa norte (Icoden) de la isla de Chinech
(Tenerife). La esperanza de encontrar pecios de naves hundidas desde el siglo
V. a.d.n.e. es escasa ya que de haberse producido algunos naufragios durante
las expediciones, la turbulencia del Océano Atlántico que rodea nuestras islas
y a las fuertes corrientes que por ellas pasan. No obstante, la recuperación
por parte de equipos de arqueología submarina de ánforas de origen fenicio y
romano datadas entre los siglos V y III a.d.e.a., atestiguan la navegación de
los pueblos mencionados por nuestras aguas, especialmente de los cartagineses,
quienes se aprovechaban de la abundancia de túnidos y otras especies con las
que elaboraban una pasta denominada garum, que venía a ser el caviar de la
época, así como la obtención del tinte
de la púrpura proporcionado por un molusco abundante en nuestras costas.
Igualmente existen vestigios de posibles factorías fenicias en Titoreygatra
(Lanzarote) y Chinech (Tenerife) (Punta La Rasca), además de abundantes restos de ánforas de
tipología feno-púnica encontradas en yacimientos situados en el interior
las islas, las cuales han sido
estudiadas por eminentes especialistas en la materia entre ellos la Dra. María C. del Arco
Aguilar.
Plinio menciona una expedición realizada entre el
año 25 antes de Cristo y el 23 después de la era, cuando en la Mauretania reinaba Juba
II, coetáneo de Octavio Augusto, y en cuya época ya se conocían las islas y qué
había de valor en ellas.
S. I, a. n.e. La Eneida
de Virgilio, narra Eneas y la
Sibila, “...Llegaron a los lugares alegres y vergeles
apacibles de los bosques afortunados, a las islas de los bienaventurados,
mansión de las almas dichosas. Su cielo es más puro y esplendoroso que el
nuestro”.
S. I, a. n.e. Diodoro Sículo sitúa en, las islas Atlánticas y Afortunadas, el
jardín de las Hespérides que, entre toda clase de frutos maravillosos, producía
las manzanas de oro.
Siglo I, a.n.e. Pilotos de Gades
relatan sus viajes a las Islas Canarias que sirvieron de referencia al general
romano rebelde Sartorio quien quiso habitarlas personalmente por su reconocida
fertilidad (Plutarco o Salustio) e identificados como islas afortunadas (de los
afortunados) o Campos Elíseos por ser tierra de buen clima, excelente
fertilidad y por tanto de felicidad. La expedición se frustró por el asesinato
de Sartorio.
Siglo I, a.n.e. Descripción del geógrafo griego Estrabón (63-21-) de las Islas Afortunadas (Islas
Canarias) en su referencia al intento de circunnavegar África, utilizando la
ayuda técnica, material y personal de los gaditanos, que navegaba
tranquilamente por el Atlántico en ambas direcciones (Estrabón II 3-4 y III
5-11) cuyas condiciones mineras son alabadas por el mismo geógrafo.
Siglo I, a.n.e. Plinio el Viejo [79]. Cayo Plinio
Cecilio Segundo, nos ofrece la descripción física de unas islas, llamadas
Afortunadas (Islas Canarias), con la siguiente nomenclatura: Junonia
[Benahuare] La Palma?
Pluvialia [Ecero] El Hierro? Pluvialia [Titoreygatra] Lanzarote? Capraria
Gomera] La Gomera?
Invallis [Chinet] Tenerife? Planasia [Tamarant] Gran Canaria?
Siglo I, a.n.e. Gayo Salustio
Crispo (86-35)
era de origen sabino, nacido en Amiterno. Fue, como Cicerón, un homo novus,
que hubo de hacer carrera en Roma a costa de un gran esfuerzo personal. En
política, se opuso a los optimates, encabezados por Pompeyo Magno, y
desde un principio apoyó al rival de éste, Julio César, quien llegó a nombrarle
gobernador de Numidia. A la muerte de César ya había amasado una inmensa
fortuna, y se retiró de la vida pública para dedicarse a sus trabajos
históricos. En sus escritos hace referencia a las Islas Canarias.
40 a.n.e. Juba II de Mauritania y su cierto viaje a las Islas Canarias en
plena época romana, a las que llama “tierra de perros” debido a la gran
proliferación de estos cánidos, según la nueva y somera descripción que hace
Plinio.: Ombrión [Esero] El Hierro? Junonia [Benahuare] La Palma? Junonia la menor [La Gomera] La Gomera? Capraria [Maxorata] Fuerteventura? Ninguaria [Chinet]
Tenerife? Canaria [Tamarant] Gran Canaria. Seguramente los nombres de Junonia
Mayor y Junonia Menor fue puesto a estas isla en honor de la Diosa romana Juno. Existen
grabados rupestres alfabetiformes con grafía latina en la isla Esero (Hierro) y
otros localizados por el autor de éstas líneas en la zona de Los Baldíos en la
isla Chinech (Tenerife).”
(Guayre
Adarguma, 2006, en: www. Elguanche,net)
Penetración cristiana en el Archipiélago Canario
Generalmente
las conquistas de unos pueblos por otros suelen ir precedidas de penetraciones religiosas que actúan como
puntas de lanza. En el caso de Canarias, la punta de lanza estuvo en manos del
cristianismo, esta confesión judeo-católica puso sus miras en el archipiélago
desde tiempos remotos. La
Santa Sede erigida en árbitro de los pueblos, vidas y haciendas, secundada por las turbas fanáticas cristianas
europeas, de la edad media decide esclavizar y expoliar el Archipiélago
Canario. Para ello el Papa francés Clemente VI comenzó regalando el país
canario con la misma facilidad con que se concedía una indulgencia. A partir de
esa decisión tomada unilateralmente, comenzaron a desarrollarse un cúmulo de
males para este pueblo, comparables a las siete plagas bíblicas, y los cuales-aunque atemperados por los usos actuales- preveo que van a continuar
durante mucho tiempo.
Impuesto este cristianismo, a sangre
y fuego, como sustento ideológico de la explotación y expoliación colonial
esclavista llevada a cabo por los reinos europeos, en particular Castilla,
Aragón y Portugal a partir del siglo XIV de la era occidental actual, saqueo y
masacre que se perpetró, en nombre de la evangelización y cristianización de
estas tierras que habían escapado hasta entonces a la voracidad europea.
Llegando el cristianismo hasta
nosotros de manera tan coercitiva y violenta, desde hace tantos siglos y desde
que uno nace, aunque no quisiéramos o no fuéramos cristianos, todos conocemos
la mayoría de las fábulas cristianas, en torno al estadio de civilización
alcanzado por nuestro pueblo hasta el momento en que, de manera abrupta, fuera
interrumpido este desarrollo con la llegada de las hordas invasoras europeas a
este Archipiélago.
Veamos
someramente, el proceso de cristianización desarrollado por la iglesia católica
en la culturización y posterior sometimiento del pueblo guanche.
El Papa
Clemente VI, por su bula de 15 de noviembre de 1344, invistió a Luis de la Cerda, nieto de Alfonso el Sabio, Conde de Talamón, y Almirante de la marina,
de Francia, con la corona de Canarias, con el título de Príncipe de la Fortuna, y le concede los
derechos de conquista de las mismas a cambio de una renta vitalicia de cuatrocientos
florines de buen oro a favor del papado.
Después de la
proclamación de Luis de la Cerda
como príncipe de las Canarias, éste organizo un fastuoso desfile triunfal por
las calles de Roma, el cual fue desbaratado por una inoportuna y premonitoria
tormenta.
Pretensión
ridícula según apunta un autor; el Papa se creía entonces exclusivamente
autorizado para repartir los países “bárbaros” como se llamaba a los que
estaban fuera de la cristiandad, y pretendía que la herencia de la tierra estaba reservada por derecho de
primogenitura, a la raza europea, que se
consideraba como la decana en el orden de la creación (Sabin Berthelot,
1980:29).
1346, ya en la Península Ibérica,
el flamante Príncipe de la
Fortuna se presenta en la corte del rey Don Pedro IV de
Aragón, y solicita permiso a este para efectuar una leva en sus puertos para
una armada destinada a la conquista de las Islas Canarias. Conseguido el
permiso de su pariente, el almirante consigue fletar una armadilla compuesta
por tres naves, pero en el transcurso de los preparativos se ve obligado a
desplazarse a Francia, por lo que confía el mando de la expedición a un Capitán
de su confianza. La armada se hizo a la mar y se sabe que rebasó el estrecho de
Gibraltar, perdiéndose a partir de ese punto su rastro, sin que hasta la fecha
se tenga noticias ciertas del fin que tuvo la misma, aunque hay vestigios
históricos que apunta a que esta escuadra o parte de la misma se dedicó a
saltear las costas del continente africano.
En la isla de
Mallorca, se crea una cofradía con el fin de recabar fondos con que enviar un
grupo de misioneros a evangelizar las islas, entre ellos se cuentan los
mercaderes (posiblemente traficantes de esclavos) Juan Doria y Jaime Segarra. (1351) con el beneplácito del
Papa Clemente VI. Los misioneros contaban con la valiosa colaboración de doce
neófitos indígenas Canarios que habían sido victimas
anteriormente de expediciones de razzias piráticas esclavistas, como
consecuencia de anteriores expediciones
a la costa de África y al Archippíelago Canario a la captura de esclavos
y ganados, cueros y cuantos de algún valor podían saquear, se corrió la voz de
lo fácil y rentable que era el saqueo en el noroeste de África. Por ello,
reinando en castilla Juan I, hijo de Enrique II, se conciertan en Cádiz muchos
sevillanos y guizpucuanos, los cuales
arman navíos con el propósito de asaltar y saquear la costa del
continente, por 1377 la flota se
hace a la mar, durante la travesía fueron sorprendidos por un fuerte temporal
que les empujó hacía el suroeste,
haciéndoles arribar a la costa de la isla Lanzarote donde después de un corto
reconocimiento decidieron saquear la isla, a pesar de la débil resistencia
ofrecida por los isleños, consiguieron hacerse con gran cantidad de ganados,
cueros, manteca, así como un número considerable de mujeres y niños, regresando
a España con el cuantioso botín. La riqueza del botín obtenido, incitó la
codicia de los aventureros sin escrúpulos, segundones y a algún noble habidos
de obtener riquezas rápidas aunque fuesen a costa de la esclavitud de otros
seres humanos.
Así, sobre 1380 o 1381, una escuadra compuesta de vizcaínos y guizpocuanos, asaltan
Titoreygatra (Lanzarote,) robando cuanto encontraron a su paso, siendo lo más
importante del botín los esclavos apresados, entre ellos a los régulos de la
isla.
Conforme los
españoles fueron teniendo noticias más precisas sobre la situación de las
Islas, aumentaron la frecuencia de las incursiones en busca de ganado humano,
no librándose de esta lacra las islas occidentales, estando registrada
cabalgadas en las Islas de la Gomera, Chinech (Tenerife,) Benahuare (La Palma)
y Tamarant (Gran Canaria.)
En fecha no
precisada pero quizás a partir de 1377,
se produce un desembarco por la playa de Gando en la isla de Tamarant (Gran
Canaria) de un grupo de 18 mallorquines entre los que se encontraban dos
frailes agustinos, éstos se internaron tratando de llevar a cabo un
reconocimiento de la isla, siendo interceptados por un grupo de canarios los
cuales les hicieron frente, presenciada la escaramuza desde el navío, los
aventureros que quedaron a bordo optaron por levar anclas y abandonar a sus
compañeros a su suerte, reducidos éstos por los canarios, fueron tratados con
la humanidad propia en los guanches, alimentándolos y curándoles las heridas
habidas en la reyerta.
Repartidos
entre varios cantones de la isla, muchos de estos mallorquines convivieron con
los canarios durante unos cuarenta años, hasta que con la habitual arrogancia
propia en los europeos éstos no sólo trataron de imponer su eurocentrismo a los
canarios, sino que además comenzaron a relajar sus costumbres adoptando incluso
actitudes libidinosas lo que motivó que
comenzara a debilitarse la convivencia, y como consecuencia de este estado de
cosas los isleños decidieron ejecutar a 13 de los invasores, entre ellos a los
dos frailes que fueron arrojados al vacío en la cima de Jinámar
El primer
contacto de cristianos con los guanches de la isla de Chinech (Tenerife) que
tenemos documentado, nos lo proporciona D. Tomás Marín de Cubas, quien nos dice
que en el año 1347 desembarcan
en Adeje posiblemente por el puerto de Los Cristianos, un grupo de aragoneses
quienes trataron de entablar paces previas
a la ocupación de hecho de la isla. Avisado el Rey de la isla que en aquella
fecha lo era Betzenuriga, de la presencia de los extranjeros, se aproxima a los
mismos acompañado de varios capitanes y sus correspondientes Tabores.
Betzenuriga escuchó con paciencia las insolentes propuesta del Capitán de los
aragoneses que le culminaba a que
dejasen de ser idolatras y aceptase el cristianismo como única religión
verdadera. Ante tan insolente propuesta, Betzenuriga le respondió que ellos ya
tenían un Dios llamado Jucancha, y que no admitía tener paces con los
extranjeros, invitándoles a abandonar la isla, advirtiéndole de que si volvían
con semejantes propuestas no saldrían vivos.
El instaurador
del “Reino de la Fortuna”
Clemente VI, erigió las islas del Atlántico en diócesis misional por medio de
la bula Coelestis rex regum (1351). Preocupándose por su auge
los pontífices Inocencio VI, y Urbano V. La diócesis se erigió en Telde
Gran Canaria, perviviendo por espacio de medio siglo, Se conocen hasta cuatro Obispos,
Bernardo, 1351, Bartolomé, 1361, Tarín, 1369 y Jaime Olzina, 1392.
En 1393 una escuadra castellana
invade la isla de Gran Canaria, aprisionando gran cantidad de mujeres y niños,
sigue rumbo a Lanzarote donde apresan 160 isleños entre ellos al Rey Guanareme
y a la Reina Tingua
Faya, además de grandes rebaños de cabras, tecinas, cebo y pieles.
La facilidad
con que podían ser saqueadas las Isla despertó la codicia de muchos
aventureros, piratas y corsarios sin conciencia. En el puerto de La Rochela coinciden un día
del año de 1402 dos piratas, uno
conocido como Jean de Bethencourt y el otro Gadifer de La salle, ambos eran
miembros de la nobleza francesa, pero no sólo estaban arruinados y con sus
estado hipotecados o embargados, sino que estaban desterrados por causa de una
serie crímenes cometidos. El de La
Salle tenía surta en el puerto una galera con la que se
ganaba la vida asaltando a otras naves sin importarle la nacionalidad o
religión de sus propietarios. Es posible que ambos corsarios coincidieran en
cualquier posada del puerto, y tras contarse mutuamente sus cuitas entre copa y
copa de buen vino, Bethencourt hizo participe a su colega de sus proyectos de
invasión y saqueo de unas Islas que estaban prácticamente indefensas y donde
las presas de esclavos estaban aseguradas de antemano, seducido el de La Salle por la posibilidad de
pingüe beneficios, aceptó unir su galera a la nave de Bethencourt para culminar el proyecto.
Ante la
carencia de dinero para contratar marinos expertos y avituallar las naves,
ambos socios deciden recurrir a unos parientes, así Jean de Bethencourt obtiene
de su primo Robin de Bracamonte un préstamo, hipotecándole lo que le quedaba de
sus estados en Normandía.
El primero de
mayo de 1402, salen del
puerto de La Rochela,
durante el inicio de la travesía les afecto una tormenta dispersándose las
naves y perdiéndose el contacto visual entre ellas, al cabo de unos días la nao
de Bethencourt arribó al puerto de Ribadeo donde permaneció ocho días durante
los cuales la tripulación se amotinó negándose a efectuar el proyectado viaje
por el entonces mar tenebroso y reclamado los salarios atrasados, la llegada de
La Salle, que
hizo grandes promesas a los amotinados vino a aquietar los ánimos dela
marinería. Desde Ribadeo pusieron rumbo a la Coruña, allí se encontraba la Armada de escocia al frente
de la cual estaba el conde Hely, subastando unos navíos que habían apresado,
teniendo necesidad Bethencourt de un ancora y un lanchón, pujo por los mismos
haciéndolos conducir hasta su barco, subidos estos pertrechos a bordo pero como
Bethencourt no los había pagado en el tiempo fijado, un Capitán de la flota
escocesa se desplazó hasta el buque de Bethencourt para reclamarle el pago del
bote y del ancla a lo que éste se negó sosteniendo una acalorada discusión, el
Capitán escocés se retiró a su navío con intención de regresar con refuerzos
para exigir el pago, en este intervalo, Bethencourt ordenó levar anclas y poner
rumbo a mar abierta, cuando el escocés se dio cuenta de la maniobra inició la
persecución del estafador con una goleta, pero no pudo alcanzar al pirata, que
acto seguido siguió viaje por la costa de Portugal y doblando el Cabo de San
Vicente, tomó puerto en Cádiz. Acomodando a su familia en una posada, mientras
tanto, había llegado a España las reclamaciones de los ingleses, genoveses y
placentinos, quienes acusaban a Bethencourt del asalto y robo de varios navíos
de los cuales había echado a pique tres de ellos. Apresado Bethencourt y confiscado su buque, es conducido preso a Sevilla
donde es formalmente acusado de piratería. Las relaciones de parentesco con
altos funcionarios franceses que estaban al servicio del Rey Don Enrique, le
valió para ser absuelto de sus delitos, vuelto a Cádiz recupero su barco, pero
se encontró sin tripulación, pues esta estaba una ves más amotinada a causa de
las pagas que se les debía, consiguió el pirata algún dinero con el cual pudo
contentar a la tripulación y contratar a un piloto conocedor de las aguas del
Archipiélago Canario, y ante los apuros económicos que le agobiaban decide partir de inmediato hacía las islas
Canarias para una rápida captura de naturales que llevar al mercado de esclavos
de Sevilla.
Así, el 16 de
julio parte del puerto de Cádiz con sólo 50 hombres de tripulación, dos frailes
aventureros y un grupo de mujeres prostitutas bretonas, dejando en Cádiz a su
mujer. Después de tres días de bonanza y cinco de buen viento, dan fondo en
puerto Toyenta de la isleta Grata, (La Graciosa) cerca de la de Titeroygatra
(Lanzarote). En su primera entrada no encontraron isleños ni ganados, por ello
entendiendo que los naturales estaban escondidos (como efectivamente estaban
ocultos en la cueva de Los Verdes) en algún lugar recóndito, enviaron a los
interpretes Alonso e Isabel dos esclavos isleños los cuales Bethencourt había
adquirido en Aragón, con el encargo de que comunicara al Rey de la isla de que
venían en paz y querían tratar con ellos, los confiados naturales cuando
acudieron a la cita con el pirata fueron apresados y encadenados.
Los normandos
construyeron un fuerte, y después de una larga serie de hechos (que no entramos
a relatar pues se salen del espacio de este modesto trabajo) y en los que
afloró lo más ruin de aquella horda de bárbaros asesinos y aventureros
normandos y castellanos, quienes cometieron las más atroces traiciones,
crueldades, y viles asesinatos en los desgraciados naturales, consiguiendo con
estos inhumanos métodos someter las Islas de Lanazarote, Fuerteventura,
llegando incluso a hacer alguna incursión en las islas de Gran Canaria y La
Palma, donde fueron escarmentados y rechazados.
A partir
de 1404, Benedixto XIII, por la bula Apostolatus
officium, elevó las operaciones militares de conquista al rango de cruzada,
pero esto no evitó que las islas
continuasen siendo asaltadas por los depredadores esclavistas.
La diócesis
del Rubicón se estableció en 1404, el primer convento minorista en 1414.
La mayor parte
de los naturales de las islas orientales estaban cristianizados hacía 1423 (en Tityeroygatra (Lanazarote,) y
Erbania (Fuerteventura) sometidos a la jurisdicción del provincial de Castilla,
quien debía de confirmar a los vicarios después de ser electos misioneros, El
Pontífice Benedicto XIII da testimonio de ello por medio de la bula Illius
celestis agricole, 20 de noviembre de 1424.
El más grave
obstáculo con que tropezaba la evangelización era la pervivencia de la
esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto de doctrinarios
católicos (Egidio Romano y Enrique de Sousa a la cabeza) y combatida por una
minoría de penetrantes teólogos (Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de
Ancona.) La curia pontificia va a
adoptar en 1434 una postura
intermedia que, para el momento, supone un decidido progreso, pero que dejaba
una puerta abierta, por la que los esclavistas podían vender a lo naturales
simplemente acusándolos de infieles, entramado éste en el que participaron
algunos eclesiásticos que no hacían asco al oro viniese de donde viniese.
El cambio
anterior se operó gracias a los informes enviados a la corte pontificia sobre
las verdaderas circunstancias de los naturales canarios con el apoyo del Obispo
del Rubicón, Fernando Calvetos, y por el testimonio directo del misionero fray
Juan de Baeza, minorista, y un lego Guanche, Juan Alfonso Idubaren. Eugenio IV,
proclamó la libertad de los isleños canarios, pero que, los “mercaderes piratas” jamás respetaron.
Las violencias
cometidas por piratas cristianos con los canarios, fue execrada por la bula Regimini
gregis de fecha 29 de septiembre de 1434.
Pero como en casos anteriores no pasó de ser papel mojado en manos
de los gobernantes, parte del clero católico y piratas disfrazados de
mercaderes europeos.
En cuanto al
núcleo misional de Tenerife, radicado en el sur de la isla, más concretamente
en Candelaria (Menceyato de Gúímar) contó desde un principio con poderosos
valedores que contribuyeron a dar al mismo inusitado auge, ante la posibilidad
de someter a la isla más importante y más poblada del Archipiélago, mediante la
penetración evangélica, tarea harto fácil debido a la elevada espiritualidad
religiosidad del pueblo guanche. Así, los invasores mediante esta labor de zapa
consiguieron unir a su causa los menceyatos de Naga, Güímar, Abona, Adeje y Daute.
El ministro
general de la orden franciscana fray
Jaime de Zarzuela (elegido el 20 de mayo de 1458) acogió bajo su dirección el eremitario de
Tenerife, sometiéndolo a directa jurisdicción. El principal apóstol de esta
misión fue fray Alfonso de Bolaños,
quién había conseguido catequizar buen número de “infieles” güimareros. Sabemos por expresa declaración
pontificia que el núcleo tinerfeño lo componían tres misioneros, y hasta es
dable identificar a otro de ellos, fray Masedo. Acaso fuese el tercero fray
Diego de Balmanua. De los tres hay constancia de que vivieron entre los
guanches y que predicaban en la lengua de éstos. (Bula decet apostolicam
sedem (1462). Bullarium, tomo
II, núm. 978, página 512).
El segundo
impulsor del eremitario de Tenerife fue el obispo de Rubicón Don Diego López de
Illesca, a quien es sobradamente conocido en los relatos de la conquista. Éste
patrocinio se extendió a fray Alfonso de
Bolaños, como cabeza visible del núcleo tinerfeño. Dicho prelado se erigió en
defensor del misionero contra las tropelías del vicario de Canarias fray Rodrigo
de Utrera, acudiendo con sus quejas, en 1461,
ante la propia corte pontificia. Conocemos estos incidentes por la bula Decet
apostolican sedem, 1462 del
Papa Pío II.
Para que los
recursos económicos no faltasen, Pío II, por la bula Pastor bunus (7 de octube de 1462) concedió una
amplia indulgencia en beneficio de los cooperadores en las obras misionales y
fulmina de nuevo con la excomunión contra los piratas que salteasen y vendiesen
a los naturales guanches, si no les restituían inmediatamente la libertad,
disposición que como las anteriores dictadas con igual fin cayeron en saco
roto.
Una bula
posterior del Papa Paulo II, la Docet
romanorum pontifecen (1465),
nos informa de manera indirecta que por esta data fray Alfonso de Bolaños
ejercía autoridad como vicario sobre Guinea, las islas del mar Océano y algunas
de las Islas Canarias. (A. Rumeu de Armas, 1975)
En 1465 Diego García de Herrera, verdugo
y señor de las islas Canarias, se quejó del comportamiento de Bolaños en carta
que dirigió al Papa Paulo II, y que según Herrera, fray Alonso de Bolaños
abusaba de sus privilegios, proponiendo sustituirle por fray Diego de Balmanua,
misionero que conocía la lengua de los isleños...
A esta etapa
tan intensa de la acción de penetración católica aluden con reiteración los
testigos de la famosa Información de Cabitos. (1477) El propio
tirano señor de las Canarias Diego García de Herrera confiesa, por la pluma de
su procurador, lo que sigue: “el obispo de las dichas islas ha estado en las
dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado azas
veces frayles e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada”. El
testimonio merece ser realzado por la calidad histórica del personaje y la
concreción de los detalles.
Es posible que la iglesia
a que hace referencia Diego García de Herrera fuese la cueva de Achbibinico o
de San Blas, que después de la conquista europea albergó la primera parroquia católica con que contó
el Valle de Güímar. En varios documentos del protocolo del escribano Sancho de
Urtarte, se hace mención expresa de la cueva-parroquia de San Blas.
En el
testamento otorgado en el Valle de Güímar por Luis Alonso, natural (guanche) de
Tenerife, dispone una manda “a la cofradía del Stmo. Sacramento de la
iglesia parroquial de San Blas, en el pueblo de Candelaria, media dobla para
aumento de la cera.” Además dispone que, “por el vicario, frailes, y
convento de Ntra. Sra. de Candelaria, que sobre la tumba de su padre Pedro
Alonso y la suya, se le diga una misa cantada
de cuerpo presente y otra misa rezada de réquiem, ofrendado de una fanega de trigo, un carnero y un cántaro de
vino” Sábado 18 de julio de
1579. Fol. 1.126 vº.
Al igual que
Pío II, Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aeterni, 29 de junio de 1472, fiel trasunto de
las inquietudes misionales.
El pontífice
minorista se declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión de los
naturales guanches y continentales, depositando toda su confianza en fray
Alfonso de Bolaños para el desempeño de tan importante misión. Con este objeto
erigía la nunciatura de Guinea, designando nuncio y comisario a fray
Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata dependencia espiritual la isla
de Tenerife, los territorios de África y Guinea y las islas del mar Océano. Con
lo que tenemos que, Tenerife, contó con Nunciatura Apostólica siglos antes de
contar con obispado propio.
Sixto IV,
haciendo caso omiso de la soberanía
portuguesa y de la jurisdicción espiritual otorgada a la orden de cristo por su
predecesor Calixto III, (dicho pontífice había concedido jurisdicción
espiritual sobre el continente africano a dicha Orden por la bula Inter
Caetera, de 13 de mayo de 1456.)
La conquista
espiritual se refiere al proceso de cristianización de la población guanche
desde el siglo XV mediante la evangelización o enseñanza a sangre y fuego de la
religión católica. Los encargados de llevar a cabo esta labor, como hemos visto
fueron los misioneros de distintas órdenes religiosas (franciscanos, dominicos,
agustinos,) los cuales acompañaron a los conquistadores desde las primeras
incursiones cortando más cabezas de guanches que los propios mercenarios.
Además de cristianizar a los guanches, los misioneros le trasmitían la cultura
occidental, es decir, las costumbres, lenguaje y forma de trabajos esclavizado
europeas.
En la isla Chinech (Tenerife,) como también esta contrastado en la isla Tamarant (Gran Canaria,) así como en Benahuare (La Palma) se produjo un hecho incuestionable: que una vez invadidas conquistada las islas seguían viviendo en las mismas junto con los castellanos invasores y colonos los guanches y canarii y en menor medida gomeros.
De los
documentos existentes podemos comprobar que esta convivencia era integradora en
cuanto a la población de notables guanches que había quedado en el bando de
paz, con cesión de tierras y aguas para
dedicarlas al cultivo y pastoreo. Los guanches alzados, al no tener
prerrogativas, y al no considerarse realmente sujetos a ningún orden social
establecido por los invasores, acudían a los núcleos menos vigilados y se
hacían con provisiones de alimentos como trigos, cebada, ganados, etc., como
medio de recuperación de lo que habían sido despojados, así como para hostigar
a los invasores. Lo cual provocaba cierto revuelo, ya que era difícil determinar
donde se encontraban estos alzados, ya que eran en la mayor parte de las veces
encubiertos por los propios naturales de la isla; por la similitud de rasgos no
resultaba fácil averiguar quien era de paz y quien alzado, lo cual ocurría más
en las zonas de montañas y en las bandas de Chasna.
Durante siglos
la historia de las Islas Canarias ha tenido una premisa que se fue repitiendo
de generación en generación: “La raza aborigen que habitaba en las Islas se
exterminó”. Esta base llegó hasta el siglo XX, cuando en sus comienzos un grupo
de investigadores vinculados a la Universidad de España en Canarias trataron de
mostrar lo equivocado del planteamiento; pero las líneas de estudio quedaron
suspensas durante más de cuarenta años. Aún hoy en algunos círculos se escucha
que la etnia guanche pertenece más a la leyenda que a la realidad, que es un
mito su supervivencia, cuando la realidad es que es un mito la teoría del
supuesto exterminio.
Toda sociedad
originaria, tiene, o necesita tener, en sus miembros un afianzado sentido de
"pertenencia" para funcionar. En realidad, podría extenderse este
concepto a todo grupo humano, antiguo o moderno. Esto es, porque si bien casi
ha desaparecido en el hombre occidental cualquier interés o identificación por
sus raíces, lo que a primera vista parece un progreso, es en sí una
desnaturalización. ¿Por qué tal afirmación? Pues, porque el deseo de
pertenencia no se desvaneció como consecuencia de un hipotético paso hacia un
estadio evolutivo superior, sino que se ha "transmutado" en
"totems" más frívolos, perecederos e intrascendentes.
La "filiación" con
una etnia, una cultura o un sistema de creencias, se reemplazó por una divisa
deportiva, la asociación a un club exclusivo o, en casos peores (sobre todo en
los jóvenes), por la "pertenencia" a una banda callejera.
Esto nos muestra
que, tales tendencias, son propias de la condición humana y no varían con la
evolución social en su trasfondo, solo que lo hacen en su contexto y
apariencia.
Por otra
parte, el colonizador impone sus estrategias desde el poder y descubre en los colonizados, un
comportamiento mimético, híbrido y ambivalente, donde el colonizador participa
junto con ellos, en una operación mimicrética (donde el colonizado remeda e
imita), de camuflaje, un comportamiento ambivalente del colonizado (entre el
remedo y la esperanza de ser como ellos) y la del colonizador (entre el miedo
de perder autoridad ante la imitación y el deseo de ver su “grandeza” desde los
ojos del vencido).
El
multiculturalismo nos lo presentan como una idea fuerza para preservar la
diversidad y la pluralidad del mundo bajo los principios de igualdad,
tolerancia y democracia cuando en realidad lo que produce es algo totalmente
distinto. Viene como caballo de Troya del imperialismo a quebrar la comunidad
nacional en múltiples tribus urbanas o rurales (Maffesoli dixit) que ya no
serán contenidas por la pertenencia a la nación sino sólo por el dios
monoteísta del Mercado Global.
Así extraña a los pueblos de
sus propias raíces pues entiende la identidad como la de todos por igual y la
tolerancia no para evitar un mal mayor sino como “la demorada negación del
otro” a través de la retórica del consenso (habla, habla que yo ya tomé la
decisión) y la democracia como respeto al procedimiento jurídico político
colonial y no como poder del pueblo colonizado.
La
colonización política y económica se articula con la colonización mental. En
realidad la colonización mental es un pedestal necesario para consolidar las
formas de colonización. En este tipo de colonización la violencia física y
psicológica hace que el colonizado se niegue a sí mismo y hasta se deteste
profundamente. El colonizado refuerza esta situación al admitir como superior
el modo de ser, la técnica, la cultura del colonizador. Así admite la dominación
del ajeno. Cuando el colonizado se ha devaluado a sí mismo, duda de su propia
potencia y de que su pueblo pueda ser digno de gobernarse a sí mismo, (P.
Potugal, 2006).
El colonialismo
pedagógico consiste en transferir un sistema educativo a otro, sin tomar en
cuenta el contexto y la cultura. Es una educación descontextualizada,
aculturante y alienadora.
El colonialismo
pedagógico forma una mentalidad de pobres en un país con mucha riqueza o muchos
recursos naturales y lo único que enseña,
es estirar la mano y mendigar (Barral, 2006).
En la Nación
Canaria se ha impuesto una educación colonial, dogmática, clerical, repetitiva,
separado del trabajo productivo, de la cultura, de la lengua ancestral, de la
realidad social y cultural, un colonialismo con un ropaje democrático. Por lo
tanto, la educación es colonizadora y elitista.
Dentro de este contexto los
medios de comunicación al servicio del Estado colonial y la globalización
desempeñan un papel fundamental en difundir un discurso populista y totalitario
anti-canario para crear una base de apoyo que acepta y aplaude cuando el Estado
colonial quita a los canarios los más elementales derechos democráticos,
humanos y ciudadanos. Esta campaña de calumnias trata de atribuir al movimiento
de liberación canario unas características de “nacionalismo particularista”,
“racismo” y hasta “fascismo” Finalmente las movilizaciones populistas
impulsadas por el Estado colonial confirman una realidad tergiversada en que
las victimas de la política represiva y anti democrática se vuelven los
culpables y el Estado totalitario sale como el defensor de la libertad.
En un proceso de
descolonización, de revolución cultural y educativa, entendemos la necesidad y
urgencia de cada persona, grupo humano, barrio, pueblo, ciudad, isla, es decir, de la Nación Canaria, de
buscar ubicación histórica, social y cultural de su identidad con pleno sentido
de su unidad nacional, integridad político-territorial, sentido de la soberanía
nacional, y vocación intercultural de integración continental en el marco de la
universalidad actual, promoviendo la cultura propia y la educación propia como
base del intercambio cultural para gestar un nuevo estado de relaciones en el
concierto de la naciones libres del mundo.
Superando los intentos
colonialistas externo o interno de “civilización” unilateral.
Por todo lo
expuesto hasta aquí es evidente que Canarias necesita con urgencia una verdadera revolución
cultural, nos va en ello nuestra supervivencia como pueblo. Es necesario que
tomemos en nuestras manos la dirección real y efectiva de las universidades de
España en Canarias, los Institutos de enseñazas medias, los colegios de
enseñanza primaria, así como de los organismos y sociedades culturales
dependientes, los cuales pagamos todos los canarios con nuestros impuestos,
pero vergonzosamente, la dirección de estos centros y el contenido de la
enseñanza y pautas culturales a impartir nos son impuesta desde la metrópoli.
También
debemos influir en los medios de comunicación social dependientes que son casi
todos los establecidos en nuestro país. Así mismo, presionar para que los
intelectuales criollos y políticos al servicio del sistema colonial hagan un
ejercicio de contrición, abandonen su
endofobia y dediquen sus esfuerzos a favor del pueblo canario que es el
que realmente les sustenta y, no
continúen deslumbrados por el brillo dorado que les muestran desde Europa, pues
esos destellos que confunden con oro son producidos por cuentas de vidrio…
No hay comentarios:
Publicar un comentario