Josefa Falcón Abreu
Estoy harta de ver como la gente
se forma una idea equivocada de una persona solo por ver su forma de vestir o
de vivir, no somos nadie para enjuiciar a un semejante. La sociedad en la que
vivimos utiliza su escala de valores para calificar a otros de forma
decepcionante. Es esta una sociedad que mira antes lo banal que lo humano, a la
que no le importa tanto si eres buena persona, inteligente, si hablas con educación… o tengas las cualidades que
tengas, para muchos prima ante todo la presencia, tristemente es así.
Si
una persona humilde se ve obligada a robar para comer se la mira como a un
despreciable delincuente, si quien roba es alguien con un apellido “ilustre” se
le mira de diferente manera, si, se le critica pero, se hace lo posible para
limpiar su imagen y en ello interviene hasta la injusta justicia. Luego existen
cosas que aún me dejan más perpleja y es cuando vemos, por ejemplo, que queman
un contenedor-cosa que por supuesto censuro- enseguida se convierte en noticia
en todos los medios mientras que si en lugar de eso ven comer de ese contenedor
a personas que se ven obligadas a ello para poder llevar algo a sus estómagos,
ni es noticia ni es nada, eso pasa desapercibido o no se le presta la atención debida,
es más, se mira a esas personas con cierta repulsa ¿Pero se han preguntado
acaso lo que deben estar pasando esas personas para llegar a eso? ¿Creen acaso
que lo hacen por gusto? A mi me resulta de lo más triste e injusto ver estas
cosas, hay quienes no pueden hacer más sacrificios porque vivir para ellos ya
es un sacrificio? Me resulta realmente impresionante que existan este tipo de
situaciones, cuando las cosas llegan a este punto en la vida de un ser humano y
vemos que las ayudas prioritarias parece que sean para la banca ¿a quien no se
le revuelve la sangre? ¿Es que la vida del ser humano ha pasado a ser algo
secundario? Cuando hemos visto la hambruna de los países tercermundistas nos
hemos sentido mal, mal porque en nuestras mesas abunda la comida, mal porque
nos gustaría no tocar esos alimentos y hacerlos llegar hasta ellos, saciar su
hambre. Ahora resulta que también entre nosotros vemos que pasan situaciones
así, si no iguales si bastante similares. La vida es injusta dando tanto a
algunos y tan poco o nada a otros y los más indefensos, los niños, nunca
deberían vivir experiencias así. La infancia, que es la edad más dulce de la
vida, debería estar llena de felicidad, un niño nunca tendría que vivir la
tortura del hambre, ni ningún ser humano…Un día me encantaría poder escribir
algo hermoso, optimista, pero mientras sigan existiendo cosas así…Tamaragua
amigos…
Enero de 2014.
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