miércoles, 22 de enero de 2014

SEPULCROS BLANQUEADOS…






Josefa Falcón Abreu

Estoy harta de ver como la gente se forma una idea equivocada de una persona solo por ver su forma de vestir o de vivir, no somos nadie para enjuiciar a un semejante. La sociedad en la que vivimos utiliza su escala de valores para calificar a otros de forma decepcionante. Es esta una sociedad que mira antes lo banal que lo humano, a la que no le importa tanto si eres buena persona, inteligente, si hablas con educación… o tengas las cualidades que tengas, para muchos prima ante todo la presencia, tristemente es así.

Si una persona humilde se ve obligada a robar para comer se la mira como a un despreciable delincuente, si quien roba es alguien con un apellido “ilustre” se le mira de diferente manera, si, se le critica pero, se hace lo posible para limpiar su imagen y en ello interviene hasta la injusta justicia. Luego existen cosas que aún me dejan más perpleja y es cuando vemos, por ejemplo, que queman un contenedor-cosa que por supuesto censuro- enseguida se convierte en noticia en todos los medios mientras que si en lugar de eso ven comer de ese contenedor a personas que se ven obligadas a ello para poder llevar algo a sus estómagos, ni es noticia ni es nada, eso pasa desapercibido o no se le presta la atención debida, es más, se mira a esas personas con cierta repulsa ¿Pero se han preguntado acaso lo que deben estar pasando esas personas para llegar a eso? ¿Creen acaso que lo hacen por gusto? A mi me resulta de lo más triste e injusto ver estas cosas, hay quienes no pueden hacer más sacrificios porque vivir para ellos ya es un sacrificio? Me resulta realmente impresionante que existan este tipo de situaciones, cuando las cosas llegan a este punto en la vida de un ser humano y vemos que las ayudas prioritarias parece que sean para la banca ¿a quien no se le revuelve la sangre? ¿Es que la vida del ser humano ha pasado a ser algo secundario? Cuando hemos visto la hambruna de los países tercermundistas nos hemos sentido mal, mal porque en nuestras mesas abunda la comida, mal porque nos gustaría no tocar esos alimentos y hacerlos llegar hasta ellos, saciar su hambre. Ahora resulta que también entre nosotros vemos que pasan situaciones así, si no iguales si bastante similares. La vida es injusta dando tanto a algunos y tan poco o nada a otros y los más indefensos, los niños, nunca deberían vivir experiencias así. La infancia, que es la edad más dulce de la vida, debería estar llena de felicidad, un niño nunca tendría que vivir la tortura del hambre, ni ningún ser humano…Un día me encantaría poder escribir algo hermoso, optimista, pero mientras sigan existiendo cosas así…Tamaragua amigos…
Enero de 2014.

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