viernes, 1 de febrero de 2013

OBSERVACIONES A UNA SERIE DE ARTÍCULOS DE DON FERNANDO BAÉZ EN TORNO A LA RELIGIÓN DEL PUEBLO GUANCHE.




Viene de la entrega anterior.
Similitudes de Leucotea, Astarté, Venus Celeste, Atrea llamada Urania, con María.
Leucotea, nodriza de Baco con vestimenta de matrona, tenía un niño pequeño, divinidad marina: esta vestimenta, el niño, el poder sobre el mar, hoy pertenecen a María, mater salvatoris, maris stella, nutricia de Jesús. La fecundidad, Diosa romana, tenía, también, como Leucotea y María un niño pequeño en brazos, y un cuerno de la abundancia en la mano.
2º. Astarté, deidad de Sidón, la misma que Isis, Venus, Tanit, Chaxiraxi y el luna eran representadas frecuentemente con las insignias reales y llevando un bastón rematado en una cruz: María, justa crucen lacrimosa.
3º. Astrea, sube al cielo en el signo de Virgo: La asunción de María se celebra el día 15 del signo de Virgo (15 de agosto), día fijo. Esta fiesta se encuentra entre aquellas que los romanos llamaban stativoe. En el Pueblo Guanche es fiesta nacional o Weñemer.
4º. Venus celeste, Urania, estaba revestida de azul y coronada de estrellas de ocho puntas; es la musa de la astronomía: María lleva esta diadema y este manto, y sus solemnidades, en días señalados, son astronómicas. La Venus celeste era también Venus Marina: María, puerta del cielo, janua coeli, estrella de la luz del día, stella matutina. Es también marina, maris stella, patrona de los navegantes. Urania inspiraba un amor puro y preservaba los corazones de toda impureza: María está dotada de las mismas virtudes, es la madre del amor celeste, mater divinae gratiae; Es la fuente de las puras alegrías, causa nostrae laetiae.
Madre de todos los seres, depositaria de todos los gérmenes reproducidos por su fin en los campos siempre fértiles de la vida universal; Vaso eterno, nunca vació y derramado, sin cesar las flores y frutos de las existencias pasajeras; quiero, pobre mortal, en mi ocaso, tratar de cantar tus alabanzas.
Alma Venus, apenas surgías del seno de los mares[8]cuando los elementos saludaron, en ti, a su libertadora y madre del día[9] . Apenas el primer soplo de tu dulce hálito rozó las moléculas dotadas de respirabilidad, cuando tus primeros pasos, encantados, hicieron abrirse las rosas del amor púdico, los lises de la casta maternidad y sus corolas de suaves y consoladores perfumes con los que la fraternidad teje sus guirnaldas.
"¡Alma Venus!, el día de tu natividad apareció, en el cielo, un asombroso prodigio: Una mujer celestial, revestida de Sol[10]. Era la reina del firmamento que Israel adoraba en los prósperos tiempos[11]; eras tu Reina de las Vírgenes madres[12], semivelada, o resplandeciente de luz en los afortunados espacios que recorres; y, sobre el cristal de las aguas, tú reflejas la dulce luz de un dios, tu hermano, esposo y tu hijo[13].
"¡Alma Venus! Reconozco tu deidad, bajo la túnica estrellada de María, y bajo su manto azul, flotando alrededor de su misteriosa luna creciente. Cuando los cielos están cubiertos de melancólicas nubes, tú consuelas la tierra con intervalos de claridad. Cuando brillan las estrellas, la llama plateada de tu disco dulcifica los rasgos centelleantes de esas vírgenes, lo mismo que en el templo de Vesta, el Fuego Sagrado hacía palidecer las lámparas de las deidades inferiores. Sea que blancas palomas arrastren tu carro en el Olimpo, o que de tus manos maternales y virginales se depositen, sobre el altar del dios miriónimo o de los mil nombres, estos vivientes emblemas del amor puro; sea que te cubras con el velo matronal de Latona, o que lleves la luna creciente de Diana, la corona de María, reina de los ángeles, yo adoro, en ti, al arca de la reproducción universal y a la benefactora de mi vida".



[1] Aureola que rodea la cabeza de las divinidades. Se llama también, nimbo, la nube que sirve de carro a los dioses.
[2] Los romanos festejaban a Anna perenna, la Diosa madre de los años; y el cristianismo ha hecho de ella Santa Ana, madre de María. Los romanos celebraban su fiesta en la orilla del Tiber, en los idus (el 13 o el 15).
[3] Según el Apocalipsis: "mujer revestida del Sol, con la Luna a sus pies y coronada de doce estrellas, pulcra ut sol".
[4] Maïa, madre del mesías, Mercurio, es decir, madre nutricia, abuela, matris mercuris est terra: ver Hermes, Tab. Smar. Ma-R-IA (redemtoris), madre nutricia (del redentor).
[5] Debemos recordar una vez más que en el mundo mazigio y por consiguiente en el guanche, los astros cambian de género siendo " La Sol" y "El Luna".
[6] Esta flor representa el disco radiante del Sol.
[7] Francois Arnoul, jacobino, de Mans, ideó en el siglo XVI, fundar una orden de caballería para el sexo femenino y propio para extender el culto a la virgen. Ana de Austria, regente, le dio su aprobación. Publicó en 1647, en París y Lion, su proyecto de una "orden del Collar celestial del Santo Rosario, compuesta por cincuenta señoritas", pero no pudo encontrar aspirantes. Después publicó unas "revelaciones de remedios" y sentó plaza entre los empíricos.(Ver Journal de Lttér., Scien et Arts, t.4,p.179).
[8] Himno "Ave maris stella".
[9] Mater dei alma o diei, madre de Dios y del día.
[10] Evangelio según San Mateo, cap. 1, vers.1.
[11] Jeremías dijo, 44: "Ofreceremos incienso a la reina de los cielos; le haremos aspersiones por las calles de Jerusalén; porque, cesemos de hacerlo, seremos destruidos por la espada y el hambre." Jeremías acertó en su vaticinio, en cuanto el pueblo de Israel abandonó la veneración a la Diosa aceptando al monoteísmo machista, comenzó su declive.
[12] Regina virgenum, reina de las vírgenes, letanía de María.
[13] Letanías de Jesús: Sol justiatiae.- Letanías de María: Speculum justitiae.- Urania  (de uranos, cielos); Osiris, esposo de Isis; María, madre del dios Jesús.

Imágenes:
Templo de la Diosa Artemisa o Diana en Efeso.
Diosa Atenea.





Capitulo XIII

Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
Sir Francis Bacon (1561-1626).




Chaurero n Eguerew


ELLA NO ES EL. III

“Todos los pueblos construyen su identidad a través de la memoria. Las formas históricas del pasado atraviesan el tiempo y perduran no sólo en los objetos y en las fechas, también se instalan en las ideas y en los actos. Pero crecen o callan según las cambiantes necesidades e intereses de los nuevos protagonistas, porque son las contradicciones sociales de cada época las que determinan los usos de la historia.
…Ese trayecto se parece bastante al que ha padecido el insulismo mago, adoptado en español como sinónimo de “campesino” y, menos piadosamente, de “bruto”. Pero la torsión semántica se dilata si observamos su origen.
La etimología primaria del término remite a la idea de “iluminar, encender (se), alumbrar o prender (fuego, luz)”, circunstancia que desencadena la “aparición” de todo aquello que, de otro modo, se mantendría oculto. Por eso, en algunas hablas insulares es posible encontrar referencias al “Sol”, caso de mag, magegh, maggWt o maggWid, cuya morfología expresa su participación en este concepto.” (Ignacio Reyes García, 2001)

Penetración católica en Chinech (Tenerife).
Antecedentes
Generalmente las conquistas de unos pueblos por otros suelen ir precedidas de  penetraciones religiosas que actúan como puntas de lanza. En el caso de Canarias, la punta de lanza estuvo en manos del catolicismo, esta confesión religiosa puso sus miras en el archipiélago desde tiempos remotos. La santa sede erigida en árbitro de los pueblos y secundada por las turbas fanáticas cristianas europeas, decide esclavizar y expoliar las Islas Canarias. Para ello comenzó regalando el país con la misma facilidad con que se concedía una indulgencia, así el Papa Clemente VI concede la invasión y conquista del archipiélago a Luís de la Cerda con el titulo de “Príncipe de la Fortuna” y a cambio de un tributo anual de 400 ducados de oro. A partir de ese momento, comenzaron los males de este pueblo los cuales preveo que van a continuar durante largo tiempo. (Gauayre Adarguma)

El instaurador del “Reino de la Fortuna” Clemente VI, erigió en las islas del Atlántico en diócesis misional por medio de la bula Coelestis rex regum (1351). Preocupándose por su auge  los pontífices Inocencio VI, y Urbano V. La diócesis se erigió en Telde Gran Canaria, perviviendo por espacio de medio siglo, Se conocen hasta cuatro Obispos, Bernardo, 1351, Bartolomé, 1361, Tarín, 1369 y Jaime Olzina, 1392.

A partir de  1404, Benedixto XIII, por la bula Apostolatus officium, elevó las operaciones militares de conquista al rango de cruzada, pero esto no evitó que  las islas continuasen siendo asaltadas por los depredadores esclavistas.

La diócesis del Rubicón se estableció en 1404, el primer convento minorista en 1414.

La mayor parte de los maxos y bimbaches estaban supuestamente cristianizados hacía 1423 (en Lanzarote, fuerteventura y el Hierro) sometidos a la jurisdicción del provincial de Castilla, quien debía confirmar a los vicarios después de ser electos misioneros, El Pontífice Benedicto XIII da testimonio de ello por medio de la bula Illius celestis agricole, 20 de noviembre de 1424.

El más grave obstáculo con que tropezaba la catequización era la pervivencia de la esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto de doctrinarios (Egidio Romano y Enrique de Sousa a la cabeza) y combatida por una minoría de penetrantes teólogos (Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de Ancona). La curia pontificia va a adoptar en 1434 una postura intermedia que, para el momento, supone un decidido progreso.  (Rumeu de Armas) 

Chinech

Según el Dr. Antonio Rumeu de Armas: En cuanto al núcleo misional de Tenerife, radicado en el sur de la isla, más concretamente en Candelaria (Menceyato de Gúímar) contó desde un principio con poderosos valedores que contribuyeron a dar al mismo inusitado auge.
El ministro general de la orden franciscana fray  Jaime de Zarzuela (elegido el 20 de mayo de 1458) acogió bajo su tutela el eremitario de Tenerife, sometiéndolo a directa jurisdicción. El principal actor de esta misión fue fray alfonso de Bolaños,  quién había conseguido catequizar buen número de guanches. Sabemos por expresa declaración pontificia que el núcleo tinerfeño lo componían tres misioneros, y hasta es dable identificar a otro de ellos, fray Masedo. Acaso fuese el tercero fray Diego de Balmanua. De los tres hay constancia de que vivieron entre los guanches y que predicaban en la lengua de éstos. (Bula decet apostolicam sedem (1462). Bullarium, tomo II, núm. 978, página 512).

El segundo promotor del eremitario-casa de contratcion de Tenerife fue el obispo de Rubicón Diego López de Illesca, a quien de sobra conocemos. Éste patrocinio se extendió a fray  Alfonso de Bolaños, como cabeza visible del núcleo tinerfeño. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra las tropelías del vicario de Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus quejas, en 1461, ante la propia corte pontificia. Conocemos estos incidentes por la bula Decet apostolican sedem, 1462, del Papa Pío II.

 ...Para que los recursos económicos no faltasen, Pío II, por la bula Pastor bunus (7 de octube de 1462) concedió una amplia indulgencia en beneficio de los cooperadores en las obras “misionales...” y fulmina de nuevo con la excomunión contra los piratas que salteasen y vendiesen a los naturales si no les restituían inmediatamente la libertad.

 ...Una bula posterior del Papa Paulo II, la Docet romanorum pontifecen (1465), nos informa de manera indirecta que por esta data fray Alfonso de Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea, las islas del mar Océano y algunas de las Canarias.

 ...En 1465 Diego García de Herrera, “señor” de las islas Canarias, se quejase del comportamiento de Bolaños en carta que dirigió al Papa Paulo II,...que según Herrera, fray Alonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo sustituirle a fray Diego de Balmanua, misionero que conocía la lengua de los isleños...

A esta etapa tan intensa de la acción misional aluden con reiteración los testigos de la famosa Información de Cabitos (1477). El propio “señor” de las Canarias Digo García de Herrera confiesa, por la pluma de su procurador, lo que sigue: “el obispo de las dichas islas ha estado en las dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado azas veces frayles e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada”.

Es posible que la iglesia a que hace referencia Diego García de Herrera fuese la cueva de Achbibinico o de San Blas, que después fue la primera parroquia con que contó el valle de Güímar. En varios documentos del protocolo del escribano Sancho de Urtarte, se hace mención expresa de la parroquia de San Blas.

En el testamento otorgado por Luís Alonso, natural (guanche) de Tenerife, dispone una manda “a la cofradía del Stmo. Sacramento de la iglesia parroquial de San Blas, en el pueblo de Candelaria, media dobla para aumento de la cera,”. Además dispone que, “por el vicario, frailes, y convento de Ntra. Sra. de Candelaria, que sobre la tumba de su padre Pedro Alonso y la suya, se le diga una misa cantada  de cuerpo presente y otra misa rezada de réquiem, ofrendado de una fanega de trigo, un carnero y un cántaro de vino”. Sábado 18 de julio de 1579. Fol. 1.126 vº.    

 ...Al igual que Pío II, Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aeterni, 29 de junio de 1472, fiel trasunto de las inquietudes misionales.

El pontífice minorista se declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión de los indígenas guanches y africanos, depositando toda su confianza en fray Alfonso de Bolaños para el desempeño de tan importante misión. Con este objeto erigía la nunciatura de Guinea, designando nuncio y comisario a fray Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata dependencia espiritual la isla de Tenerife, los territorios de África y Guinea y las islas del mar Océano.

Sixto IV, haciendo caso omiso  de la soberanía portuguesa y de la jurisdicción espiritual de otorgada a la orden de cristo por su predecesor Calixto III, (dicho pontífice había concedido jurisdicción espiritual sobre el continente africano a dicha Orden por la bula Inter Caetera, de 13 de mayo de 1456.)


Diosas negras suplantadas por Vírgenes negras

Las Vírgenes Negras podrían tener como prototipo iconológico a la Gran Diosa Isis, y en Egipto precisamente la espina de la palmera era el emblema de Neith, la Diosa Madre anterior a Isis que adoró Salomón en la forma de Astarté, la Isis fenicia, como afirma el Libro de Los Reyes. Y Salomón es el autor del esotérico Cantar de los Cantares, en la que la Reina de Saba como Sulamita (tan alquimista ella) dice: “Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable… No reparéis en que soy morena, porque me ha robado el sol mi color”, texto recurrente para explicar el cromatismo de las Vírgenes Negras y que estaba, por ejemplo, escrito en la cúpula de la iglesia de la también morena Virgen de los Milagros, en Agreda. (Ángel Almazán de Gracia: 39-40)
La primera de estas divinidades, sin duda, fue la Madre Tierra. La tierra englobaba el universo humano; en ella se sucedían los fenómenos naturales en los que el hombre basaba sus creencias. Las tormentas, los terremotos, los vientos, las mareas... todo se debía a la Tierra, semilla de la existencia. Y el hombre adoró a la Gran Diosa en puntos donde podía comunicarse con ella, creando auténticos lugares sagrados en focos activos de energías telúricas, localizados a lo largo y ancho del globo.

En Efeso donde se inició como queda dicho el proceso de divinización de María madre de Jesús  la Diosa Artemisa se adoraba también en su aspecto como Diosa negra, la Diosa Artemis protectora de los partos y que se convirtiera, por asimilación, también en diosa tutelar de las crías de todos los animales mamíferos y, muy especialmente, de los niños de pecho.



El cristianismo primitivo estaba ampliamente influenciado por el judaismo, por tanto no construían ni adoraban imagines, por el contrario denunciaban esas practicas de otras religiones especialmente de las romanas y griegas donde desarrollaban su proselitismo los seguidores de Pablo de Tarso, esto fue así durante mas de tres siglos. Una vez conseguida el reconocimiento o tolerancia del cristianismo por parte del imperio romano a partir del  primer Concilio de  Nicea, comenzó una campaña iconoclasta destruyendo salvajemente estatuas y templos de otras religiones,  sin que consiguieran erradicar del todo  la adoración a la divinidades ancestrales lo que indujo al clero católico a cambiar de estrategia  asumiendo la veneración de dichas imágenes catolizandolas, medida  tomada en el segundo Concilio de Nicea (año 787). Este Concilio fue convocado por el Papa Adriano I, afrontó la doctrina de los iconoclastas y definió la legitimidad del culto a las imágenes sagradas.

De hecho entre los cristianos de los primeros siglos, de fuerte filiación patriarcal judía, el culto a la Virgen fue prácticamente inexistente. Sólo cuando el cristianismo optó por una “paganización” como única alternativa para conseguir prosélitos entre los “gentiles” europeos el culto a las vírgenes empezó a tomar realmente auge. Esto se debió sencillamente a que la Iglesia al no poder extirpar de raíz el culto popular europeo a las diosas locales de la tierra y la vegetación no le quedó más remedio que asimilarlas de mala gana a su propio repertorio religioso.

Es comúnmente asumido que la adoración a la Diosas negras comenzó en Europa en la edad media, y que su culto fue promovido  los templarios y por los monjes benedictinos, pues, según parece, fueron los primeros en sustituir el culto a Isis o Cibeles por un culto católico.

Efectivamente, en cada lugar donde hubo un santuario a la Madre Tierra, se instaló una Virgen Negra. Los autores de esta substitución fueron miembros de órdenes esotéricas, integrados a importantes órdenes religiosas como la de San Antón, San Benito y como se ha dicho por el Temple.



Encontramos así, bajo diversas formas, una Gran Madre o Diosa Tierra, cuyos más antiguos antecedentes como queda dicho son las “Venus paleolíticas” de la prehistoria.

Estas diosas (Isis, Astarté, Cibeles o Artemisa,), fueron representadas generalmente de color negro porque eran el símbolo de la Tierra primigenia que, una vez fecundada por el Sol, se convertía en fuente de toda vida, pero también porque muchas de esas imágenes substituían, en el lugar de culto a una Piedra Negra de origen meteorítico, que había sido venerada en esos santuarios desde tiempo inmemorial.

Tanta llegó a ser la fama que tenía el poder divino de tales rocas meteóricas que los romanos las requisaron en los países conquistados para venerarlas todas juntas en un templo dedicado a la Magna Mater (la Gran Madre) que construyeron en el Palatino de Roma. Allí lograron reunir la piedra Kybele de Frigia, la Lapis Lineus de Anatolia y El Gebel de Siria entre otras, y a ellas acudía el pueblo en general para solicitar favores, especialmente relacionados con la fecundidad en el plano físico, tanto como con la fertilidad intelectual y espiritual.
Digamos de pasada que la “Piedra negra” de la Kaaba también tiene este sentido, y lo mismo la Piedra negra de Éfeso como imagen anicónica de la Gran Madre. Así el negro simboliza la Sabiduría celestial, y por eso la  Diosa negra es en cierto modo la manifestación de lo no-manifestado.
Durante la Edad Media, los santuarios construidos para albergar imágenes de la Virgen negra fueron los más venerados de Europa. Reyes, santos, peregrinos en general, se encaminaron a rendirles culto a Montserrat, Mont St. Michel, Rocamadour, Chartres o Guadalupe, entre otros. Muchos de esos lugares fueron tiempo atrás templos dedicados a la Diosa madre, culto recogido por infinidad de culturas, pasando a María no pocas de sus atribuciones y facultades. Criptas y altares cristianos se alzaron donde antes se rendía culto a Isis, Cibeles, Démeter o Minerva, Tanit, deidades vinculadas a árboles, rocas o pozos y objeto de devoción milenaria. En ocasiones, como sucedió en Guadalupe, un toro indicó misteriosamente el lugar en el que yacía la imagen, la vinculación del toro con la efigie oscura define de forma nítida la imagen de la Madre precristiana absorbida por el cristianismo en un proceso de sincretismo religioso en el que se funden las tradiciones paganas con el culto cristiano a María.
En este aspecto no deja de ser singular la “piadosa” leyenda con que el catolicismo ha venido tratando de justificar la adoración a la Virgen negra de la Almudena en Madrid (España): “Cuenta la tradición que en el año 38 vino a España el apóstol Santiago a predicar el cristianismo, y al pasar por Madrid -por aquel entonces una muy humilde aldea- dejó aquí a su discípulo San Calócero o Calógero, y con él una imagen de la Virgen que había sido tallada, en vida de Nuestra Señora, por San Nicodemus y pintada por el evangelista San Lucas. Esta imagen, traída de Jerusalén según la leyenda, es la que posteriormente se denominará Nuestra Señora de la Almudena, y, al decir los cronistas más aventurados, su culto se practicó ya desde el siglo I de la era cristiana.”
Leyendas como esta carentes de todo fundamento histórico con el transcurso del tiempo son asumidas por los devotos creyentes como dogmas de fe, sin que el clero católico haga nada por disipar estos errores, todo lo contrario, los estimula y propaga.
Durante muchos años ha sostenido la Iglesia católica ante las preguntas de sus feligreses, aseguraba que el color negro de las estatuas se debía al humo desprendido de los cirios que, de tan cerca que los habían colocado de la imagen, ésta se había ennegrecido. Sería una explicación muy válida si no fuese que existen cientos de imágenes con idénticas características, extendidas a lo largo y ancho de Europa, ya que 500 son demasiadas tallas para sufrir idéntico deterioro. Como hemos dicho antes, que no creemos en la casualidad sino en la causalidad, 500 casualidades son demasiadas para ser casuales y no causales. Muchas, aún conservan parte de la policromía que tuvieron de origen y ésta no se ha visto afectada más que por el lógico paso del tiempo y algún que otro acto vandálico. En Canarias en las últimas décadas el clero católico ha emprendido una  campaña de “cambio de Lux” aclarando el tono de la tez y manos de las imágenes  de aprovechando las restauraciones y alegando precisamente que el negro de las imágenes marianas y la de algún Cristo es debido al humo de los cirios, posiblemente han tenido en cuenta que la mayoría de los templos católicos se iluminan con luz eléctrica desde hace más de un siglo, e incluso hoy en día en algunos templos la ofrendas de luminarias se hacen mediante un sistema automático en el cual introduciendo unas monedas se encienden las lámparas durante más o menos tiempo según el numero de monedas introducidas

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