Adjona
b) El rey
de Abona.
Cuando en el 1506 Jorge
Grimón hizo unas informaciones ante la justicia de la isla para probar sus
méritos y servicios, testigo tan cualificado como el conquistador Hernando de
Trujillo, «El Teniente Viejo», declaró que «vio que el señor Adelantado envió
al dicho Jorge Grimón con nueve espingarderos a las partes de Abona e luego se rindieron los isleños
de aquella bandas. Esta intervención se debió producir cuando tenía
lugar una de las operaciones de limpieza realizadas inmediatamente después de
finalizar la lucha con los de Taoro
y sus aliados. Algunos autores han supuesto, y cabe en lo posible, que se hizo
precisa porque guanches de los bandos de guerra, pretendiendo escapar, se
habían refugiado en el de Abona,
pero la verdad es que no estamos completamente seguros: «e luego se rindieron
los isleños de aquella banda», acabamos de ver que dija Hernando de Trujillo.
Por otra parte, está
documentado por diversas provisiones regias de marzo de 1498, que Lugo había
apresado indebidamente antes de tal fecha a guanches de los bandos de Adexe, Abona y Güímar y debemos preguntarnos cuál fuera la reacción de sus tres
reyes ante estos hechos incalificables. ¿Defendería el de Abona a los suyos y esta actitud le costó el no poder volver a su
tierra?
Lo único cierto es que había muerto antes del 27 de
mayo de 1507 y que tenemos noticias de una hermana suya y de cuatro de sus
hijos.
Las incógnitas sobre el mencey de este bando son aún
mayores.
No hay noticia documental
suya, ni de ninguno de sus familiares, después de la conquista. Historiador tan
veraz como fray Alonso de Espinosa que, como ningún otro de los primeros
cronistas, pudo conocer lo que ocurriera en este bando, al que pertenecía la
playa en que se encontró y veneró la imagen de la Candelaria, en cuyo
convento residió y que conoció a nietos de los que habían sido testigos de la
conquista, castellanos y guanches, en el capítulo tercero del libro de su obra afirma que, después de la derrota
de Acentejo, Alonso de Lugo, «a sus
aliados y amigos del reino de Guímar, con engaño y doblez ... y convidándoles
... para que entrasen en sus naves una ves a bodo fueron conducidos a la Gomera y de allí llevados a
España donde fueron vendidos como esclavos.
Comentando estas palabras
del dominico, el profesor Alejandro Cioranescu advierte que «el cautivar a los
guanches enviados de Güímar es cosa
que sin duda no desentona de cuanto sabemos de Lugo; pero es difícil admitirlo
para este momento preciso, en que, desbaratado en Acentejo, Lugo no tenía
interés en hacerse con nuevos enemigos», y Rumeu de Armas estima que «el
hecho que aquí se registra y condena es sustancialmente cierto, aunque hay que
retrotraerlo en un par de años y reducirlo en dimensiones». Se produjo,
seguramente, al finalizar la conquista
Las opiniones de ambos
historiadores no ofrecen dudas, pero hay que añadir que el P. Espinosa, al
final del capítulo octavo del mismo libro 114: de su Historia, añade
que, cuando el segundo desembarco de Lugo, dos del reino de Guímar, escarmentados de lo que con
ellos avían los españoles usado la jornada pasada, se mostraron esta vez
neutrales, estando a la mira en un monte, hasta ver por quien quedaba el campo.
Y viendo que los de Tegueste, Tacoronte
y Taoro avían llevado lo peor, e
ivan en huída, se juntaron con los españoles, sirviéndoles con lo que en la
tierra avía, con mucha voluntad y fidelidad».
Ahora bien, aunque el
motivo no fuera el que supuso Espinosa, cabe en lo posible que, ante la primera
derrota de los castellanos, crecido el prestigio de Benitomo, todos o parte de
los guanches de Güíma r adoptasen una actitud espectante.
Aun en el supuesto de que
este hecho no se hubiera producido, lo que sí está fuera de toda duda, hemos de
reiterarlo, es que cuando Lugo no necesitó de los bandos de las paces no tuvo
escrúpulos en tomar a cuantos guanches pudo de los mismos, para lucrarse de su
venta como esclavos. El rey de Güímar
pudo reaccionar contra tal abuso y hubo de seguir camino análogo al de h a g a,
pero ni Espinosa, ni los documentos que conocemos nos dan indicio alguno.
Tenemos noticias de dos
guanches principales de este bando. Uno de ellos, Miguel de Güímar, casado con doña Isabel, hija
del rey de Abona, con seguridad antes de la conquista, que no debió ser
esclavizado y consiguió del Adelantado importantes repartimientos de tierra en
Candelaria: el 19 de noviembre de 1512, un cahiz de tierra,
con una cueva y el 7 de enero de 1514 dos cahices
más, que «eran canpo de los guanches».
El otro, Andrés de Güímar[1], que
cautivado fue esclavo del regidor Fernando de Llerena, con cuyo apellido fue
también conocido. Ahorrado,
parece ser que Alonso de Lugo volvió a esclavizarlo, por lo que, al tomar Lope
de Sosa la residencia al Adelantado, Andrés se querelló en su contra y Lugo fue
condenado al pago de 50.000 maravedíe n que se había tasado «el rescate e
premio e todo lo demás que diz que
perdiste en ganar». Don Alonso apeló de la sentencia y una Cédula de
emplazamiento a Andrés de Güímar, de
9 de diciembre de 1508, para que se personase en la apelación nos permite
conocer el resultado de la sentencia. Como es sabido, este indígena se
casó con una hija del rey de Adexe,
siguió manteniendo buenas relaciones con su antiguo dueño, Fernando de Llerena,
pero continuaría defendiéndose del Adelantado y defendiendo a los de su raza y,
para evitar las represalias de Lugo, hubo de solicitar y obtuvo
una carta de seguro en el
1515.
Buenaventura Bonnet y Reverón
[1] Miguel de Güímar tuvo un
hijo de su matrimonio, Pedro Miguel, que se casó y veló en la Concepción de La Laguna, por el 1514, con María Hernández,
seguramente tambien indígena, la que, viuda, otorgó testamento en Candelaria,
ante Sancho de Ürtarte, el 8 de marzo de 1574, en el que declara cuándo
y dónde se había casado, los bienes que su marido había heredada de su padre,
funda capellanía y ordena que se haga una pila de agua bendita para la iglesia
de San Blas, «conforme» a la de Nuestra Señora de Candelaria. Había tenido
cuatro hijos, dos de ellos habían muerto cuando testó, Juan Miguel y Agueda
Perez, la que había dejado cuatro hijas de
su matrimonio con Pedro González; Diego que falleció en 1576, dejó hijos de su
matrimonio con Luisa González, «natural», y el cuarto llamado Miguel Hernández,
que en el 1576 y ante el
mismo escribano, en unión de su mujer Isabel González, doto a su hija Francisca
Pérez, que iba a casarse con Diego Rodríguez (AM. de La Laguna, reg. de Urtarte, folios 160, 339 v., 691 y 737).
Núm 25 (1979) 181
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