TACORONTE: MISCELANEA PARA UNA HISTORIA DEL MUNICIPIO
CAPITULO XIII
Eduardo
Pedro García Rodríguez
Templos católicos:
Santuario del Cristo de Los Dolores y
agonía de Tacoronte:
Situado en el
término municipal de Tacoronte,
está formado por una serie de construcciones que constituyen una manzana
perfectamente definida y las edificaciones que se ubican en torno a la plaza
delantera, por la que el antiguo convento y templo tienen la entrada
principal. Actualmente acoge la
Casa de la
Cultura.
Esta manzana
que alberga el conjunto conventual y otras construcciones de interés, da frente
a espacios públicos en sus cuatro fachadas; lindando por el naciente con la
carretera general que une Tacoronte
con Valle de Guerra, por el poniente con la Plaza del Cristo, por el
Norte con la calle del Cristo y por el Sur con una nueva vía peatonal.
En 1599 ya
existía la ermita de San Sebastián, nombre que en la actualidad recibe la
puerta que da a la cara norte del templo.
En 1649, los
frailes agustinos fundan el Convento y se sirven de la ermita, hasta que en
1662 empiezan las obras con piedra. y material que se sacan de la cantería de
"Pedro Álvarez" (Tegueste).
El convento es
de planta cuadrada, con claustro interior de doble galería columnada,
comunicándose con el Santuario por la galería baja, y con otro acceso por la
galería alta que lleva al campanario.
El santuario
tiene planta basilical de tres naves, dotada de coro alto con balaustrada.
La fachada
principal labrada en piedra se concluyó a finales del siglo XVIII; está
ricamente decorada, cuya puerta principal la jalonan columnas pareadas de fuste
estriado, destacando en el frontis dos pétreas gárgolas indefinibles y el
escudo heráldico de los Pereyra de Castro y Ayala, fundadores del Convento que
albergó 10 ó 12 clérigos agustinos hasta mitad del siglo XIX, fecha en que son
exclaustrados.
El templo
del Santísimo Cristo de Tacoronte
es la construcción de mayor porte e importancia, a la que se supeditan el
resto de su entorno próximo. Su fachada norte y principal está trabajada en
cantería fina, esta particularidad le brinda monumentalidad, escenografía,
composición, significado y buenas perspectivas. La venerada imagen del
Santísimo Cristo de Tacoronte, es la
segunda imagen cristologica más venerada de las Islas Canarias tras
el Santísimo Cristo de La
Laguna. La bella fachada tiene
dos gárgolas semejando fantásticos dragones. La obra de Domingo
Rodríguez Rivero, en cantería, luce sobre la puerta el escudo de armas de los
Pereyra Castro, de origen portugués y antiguos patronos de la iglesia. La
estatua orante del fundador de la iglesia, Tomás Petreyra de Castro y
Ayala, figura en la capilla mayor.
Escultura del Cristo de Tacoronte:
Cristo de los Dolores y agonía (De las Congoxas).
En 1661 fue traído a Tacoronte
por Tomás Pereyra de Castro Ayala, recaudador de las reales rentas en la isla. Al principio
suscitó la repulsa de los tacoronteros, considerando que tenía más de cinco
llagas que admite el Evangelio. Su donante fue Tomas Pereyra, el origen judío de este formó parte
de los numerosos inconvenientes que la Inquisición quiso poner a su culto.
Entre los diversos documentos que se
emitieron con tal motivo, sólo vamos a citar uno que viene a nuestro propósito:
procede del Archivo Histórico Nacional, legajo nº 4432 nº 17, referente a la
pintura y hechura del Cristo de Tacoronte. Lo tomamos de la “Revista de la Historia” de La Laguna de Tenerife, nº
101/104, pág. 174/180, cuyo título es “La Inquisición de
Canarias y el Cristo de Tacoronte” por Antonio Ruiz Álvarez:
"Carta del Tribunal al Comissº de la Lag" (La Laguna, Tenerife) del 22 de Marzo de 1662, que
citamos: (p. 179).
"… y aserca de lo que lo que Sentimos de la escultura Referída
decimos que aquí se a dicho en esta ciudad que en la Corte ay dos Ymágenes de
esta mísma hechura. Una en el Convento de Nra. Señora de Atocha y otra en la Capilla de los Terceros de
San fran,co yque con que el Sr. Cardenal y arzobispo de Toledo Concedió días de
Yndulgencia a los que Resaren delante de dha. Ymage… "(Fecha ut supra.)
Lo firman: Fray Juan de San Francisco.- D.or. D.or Francisco Devatancor.- Fray Alonso
Melgarejo.- Fray Blas Manuel.
Entre las fechas del 3 de febrero al 5 de Diciembre de 1662, se tramita
la censura y calificación al Santo Oficio (hemos cuantificado doce documentos a
estos efectos) y que se resuelve en 20 de Abril de 1665. "Los
calificadores Padre Oñate, Méndez, Heredia y Zamora, dixeron conformes que
dicha pintura se debe tolerar. El Padre Fr. Blas Tostado dixo que
no se tolere esa pintura".
El Señor de Tacoronte,
según Buenaventura Bonnet
Descripción de
la imagen por Buenaventura Bonnet y Reverón
“Como el Señor
de La Laguna,
el de Tacoronte está rodeado de
piadosas leyendas y hermosas tradiciones. Núñez de la Peña afirma que en la capilla
del Palacio Real existe un Cristo igual al que se venera en el convento de Tacoronte; pero sin afirmar que sea una
réplica de aquél o si difiere en el conjunto, y sin añadir tampoco ningún otro
dato que pueda servirnos de guía, si bien es de presumir sea una copia de
aquel. Tampoco se le ha dedicado una obra consignando sus milagros, como lo
hizo Quirós con el de La Laguna
y Espinosa con la Virgen
de Candelaria, donde pudiera estudiarse la historia del convento, sus
vicisitudes y demás datos siempre interesantes para la historia.
Del examen de
la escultura se deduce que el Cristo de Tacoronte
pertenece, sin duda alguna, a la segunda mitad del siglo XVII o principio del
XVIII, creyendo que por esta afirmación no se amengua en nada la virtud de la
imagen, ya que es creencia muy arraigada que la mayor antigüedad de una imagen
les presta mayor veneración.
El arte sufrió
en la segunda mitad del siglo XVII una notable innovación en los tipos
religiosos délas imágenes, introduciéndose nuevos y desconocidos hasta aquella
época, caracterizándose por dos tendencias bien determinadas: el efectismo y
él simbolismo. La primera representaba el arrebato y el éxtasis, las
efusiones del sentimentalismo y las torturas físicas de los mártires y de!
Señor; Jesucristo y la Virgen
aparecen esculpidos o pintados con los ojos dolorosamente levantados hacia el
cielo expresando su dolor resignado, cruento. El mejor representante de esa
innovación lo tenemos en el Señor de las Tribulaciones que se venera en la
iglesia de San Francisco de nuestra Capital.
De la tendencia
simbólica, se deriva el Cristo que estudiamos, que rompe con la clásica
tradición. Durante un milenario y aún más, al Hombre-Dios se le representó
clavado en la cruz agonizando; al Cristo de Tacoronte se le ha dado otra significación. Jesús aparece de y el
dragón o serpiente, que lleva una manzana en la boca.
A nuestro
entender, la interpretación de ese símbolo es la de Cristo triunfante de la
muerte y recuerdos del pasado, representados por la calavera y la serpiente,
después de morir en la Cruz
por la salvación de los hombres redimiendo así a toda la humanidad. Sublima
concepción, inmortalizada por el artista en el Cristo de Tacoronte que no estaría al alcance de todos los fieles, pero que
fue una innovación del agrado de la época.
La denominación
de Cristo de los Dolores, parece que también conviene con lo que hemos
expuesto, pero no en el sentido vulgar que se le asigna a esta palabra,
debiendo traducirse como la del vencedor del Dolor, del dolor de morir
eternamente, sin otra vida ultraterrena de consuelo y de bienes espirituales,
borrando ademán del cristiano el pecado original que los libros sagrados
predicen sería redimido de la humanidad por el Hombre Dios, aplastando para
siempre la serpiente.
Por lo que
respecta a la escuela, decididamente afirmamos que pertenece a la sevillana o
murciana, inclinándome sea de la primera, ya que la sevillana es la que más
acentúa la nota de realismo en el siglo XVII.
En general, la
escultura española toma un carácter tal de realismo, y de verdad, que hace que
el pueblo no las mire como obras de arte, sino como seres reales e
individuales, llegando casi hasta al olvido de la personalidad religiosa
representada en la imagen para no ser sino la imagen misma, procurando, por
todos los medios posibles, que así fuera y acudiendo los artistas a todos los
recursos para conseguirlo y complacer al pueblo.
Y esto fue así
porque nuestro temperamento ha sido siempre un eterno enamorado de la realidad,
pero de la realidad tangible más que de la espiritual, porque ha querido ser
siempre la naturaleza en sus formas verdaderas y ha deseado apropiárselas para
realizar sus obras artísticas que se han dirigido principalmente a darnos la
sensación más completa de la verdad, y en la interpretación de ese realismo o,
si se quiere, materialismo, mezclado con un espiritualismo rayado en fanatismo,
la escuela sevillana alcanza su mayor importancia y despliega su mayor
perfección en sus tipos y caracteres sin rival en toda la Península Ibérica.
Y en efecto: El
escultor sabía que sus imágenes eran para el pueblo que no entendía ni
quería entender de refinamientos; lo
necesario, lo indispensable, era el impresionar enérgicamente los
sentido, ofreciendo todos los rasgos peculiares a un ser humano, que sus
ojos, sus cabellos, su rostro no fueran una expresión escultórica de la
realidad, sino imitación servil de ésta, como se observa en el Cristo de
Tacoronte que da una sensación
plena de lo real, vibrante y sólida.
¡Magnífico
estudio y hermosa apoteosis de la carne macerada y sangrante!
Y el pueblo a
la vista de una escultura semejante, crea sus leyendas y consejas, impresionado
y conmovido, diciéndose que apenas el Cristo hubo recibido la última
cinceladura, la imagen interrogó al artista, diciéndole: ¿Dónde me viste,
que tan bien me has retratado?» a cuya voz el escultor cayó muerto en el
taller, tradición que demuestra el agrado de las muchedumbres a la realidad por
muy fuerte que sea, excluyendo el idealismo de los imagineros góticos y románico?.
Desde el punto
de vista anatómico, el Cristo de Tacoronte
no es una cara completamente perfecta; así el rostro es maravilloso por su
acabada ejecución, pero las piernas, los brazos y la espalda parece que están
modelados por otra mano, caso muy frecuente en los talleres de la época donde
el maestro encargaba a sus discípulos la terminación de la obra, después de
ejecutar lo principal; y a tanto llegó esa costumbre que un poco más tarde, en
el siglo XVIIl, se suprimió por completo el cuerpo en las imágenes llamadas de
vestir, esculpiéndose tan sólo las partes visibles, cabeza, pies y manos.
Si comparamos
el Cristo de Tacoronte con el de La Laguna, se nota al momento
la diferencia de escuela; ausencia del elemento clásico elaborado en Italia, en
el de Tacoronte, y preponderante en el de La Laguna, y en éste la falta del realismo de la
escuela española; el uno habla al pueblo recordándole sus dolores físicos, el
otro es el Cristo del Gólgota perdonando como un iluminado todos sus
extravíos.” (B. Bonnet).
El Catedrático de arte de la Universidad de La Laguna Jesús
Hernández Perera, en un interesante y documentado artículo sobre la imagen del
Cristo de Tacoronte nos expone su
docta visión histórica de la imagen y el que entresacamos algunos párrafos:
“Rompía abiertamente esta escultura con todas las representaciones
de Jesucristo hasta entonces conocidas en el archipiélago. No se conformaba con
la tradicional del Crucificado, ni tampoco, a pesar de su atuendo y contenido
pasional, con ningún aspecto de la
Pasión del Redentor. Se trataba, en tamaño natural, de un
hombre desnudo abrazado a la cruz, vivo a pesar de sangrar abundantemente por
sus llagas abiertas en las manos, pies, rodillas y espaldas, más la de una
lanzada en el costado, y cuyo pie izquierdo aplastaba una calavera en torno a
la cual se arrollaba una serpiente con una manzana en la boca. Insólita y
desconocida, no pudo menos de causar preocupación a los comisarlos del Santo
Oficio tan aparentemente anómala representación de Cristo. La extrañeza de los
inquisidores subía de punto al considerar cómo podía estar el Redentor a un
mismo tiempo triunfando en su Pasión y doloroso, y cómo tal
"irregularidad" podía adaptarse al texto escriturístico. Voces
timoratas y malévolas, inexplicablemente presas de escándalo a la vista de una
composición que juzgaron horrible y sangrienta, habían desempolvado además
calumniosamente la presunta ascendencia judía del donante, al fin y al cabo, un
nunca bienquisto recaudador de contribuciones y no un noble caballero de origen
portugués.
Cuatro calificadores enviaron el Santo Tribunal de la Inquisición en Canaria
a reconocer la imagen, cuya censura remitió a la Suprema el 24 de abril de
1662, junto con la petición de la más adecuada actitud que había de tomarse
ante tan desconcertante novedad. No conocemos la respuesta del Supremo Consejo
de la Inquisición,
pero de la subsiguiente actuación de don Tomas Pereyra de Castro puede
deducirse que desde la corte calmaron “escrúpulos de los inquisidores isleños,
mal informados en las innovaciones del arte dado el aislamiento del
archipiélago, y autorizaron el culto público y solemne a tan digna
representación de Nuestro Señor Jesucristo.
Aquel arbitrario incidente inquisitorial no pasó
inadvertido al historiador tinerfeño Núñez de la Peña, contemporáneo del
suceso, quien en su historia deja constancia ' de que el Cristo de los Dolores
llevado a Tacoronte era reproducción
de la imagen del Redentor que en la capilla del Palacio Real de Madrid había
obrado muchos milagros.” (Jesús Hernández Perea, 2005).
De las
ofrendas de algunos emigrantes:
“Lo recoge el historiador Manuel Hernández en su
libro La emigración Canaria a América, donde detalla, por ejemplo, que
Francisco Gutiérrez, un opulento comerciante de Tacoronte asentado en Caracas, donó al convento de San Agustín y a
la iglesia parroquial de su pueblo 1.200 pesos para una fiesta anual con misa,
sermón y procesión al Cristo, además de 200 pesos para Santa Catalina. Enrique
Acosta destaca también que son muchos los tacoronteros que hicieron fortuna
allende los mares y fueron las diferentes iglesias y ermitas de la localidad
las que más beneficios obtuvieron de esas riquezas.
El profesor Hernández Perera afirmó que “Tacoronte es la población de Canarias
que atesora más plata poblana”, de Puebla, México. Uno de los grandes donantes
fue el más rico comerciante de Cuba de mediados del siglo XVIII, el tacorontero
Diego Antonio Marrero, director de la Compañía de La Habana, empresa que tenía el monopolio sobre el
tráfico marítimo entre la Península Ibérica
y Cuba. También poseía un ingenio azucarero en La Habana con el sugestivo
nombre de Cristo de Tacoronte. En
1774 envió dinero para la construcción de las capillas de Las Angustias y Los
Dolores del convento agustino. Por ello se le asignaron todas las sepulturas
delante del altar. Jamás regresó a su tierra.
Otro caso es el de Andrés Álvarez, tacorontero
avecindado y fallecido en Puebla de los Ángeles, quien en 1738 mandó de limosna
a la iglesia de Tacoronte una
lámpara de plata de 75 libras, una custodia de plata sobredorada, seis
candelabros de plata, dos cálices y un copón. Asimismo, donó una lámpara de 53
libras, dos cálices y un copón al convento. Y así hicieron otros muchos ricos
emigrantes, por devoción al Cristo de Tacoronte
y por amor al pueblo en el que nacieron y al que nunca pudieron olvidar.” (Agustín González, 2012)
El templo católico de Santa Catalina
Mártir de Alejandría
Se encuentra situado en el
barrio del mismo nombre, en el casco antiguo del municipio. Éste templo es el
parroquial matriz de la ciudad, y en ella se venera la imagen de Santa
Catalina Mártir de Alejandría. Desde ésta iglesia parten también las
procesiones de Semana Santa y Corpus Christi, así como la de San Isidro
Labrador, el día de su romería, allá por el mes de julio.
Bello templo de tres naves
con torrecampanario, edificado sobre la primitiva ermita que levantaron los
primeros colonos en 1505.
El templo se considera
fundado en 1545, y en 1550 se decide derruir la ermita original para dotarla de
cuerpo de iglesia.
La distribución de
las tres naves comienza en 1664 y con el tiempo se acometen diversas obras y
ampliaciones hasta 1780, con la destacada actuación del cura beneficiado de la
parroquia, Licenciado Joseph Antonio Fernández de Ocampo.
En el altar mayor se
encuentra la patrona de la ciudad, Santa Catalina Mártir de Alejandría,
talla que data de principios del siglo XIX, atribuida al artista Pedro
Duque Coraejo de la escuela sevillana, y que sustituyó a una antigua escultura
de piedra labrada.
La
Imagen de Santa Catalina de Sena
según el investigador Sergio Fernando Bonnet Suúarez”
“La autoría de
la bella imagen de Santa Catalina, titular de la parroquia de su nombre en Tacoronte, ha venido atribuyéndose a
distintos escultores. En principio se tuvo por obra de José Lujan Pérez,
luego, especialistas de Sevilla la catalogaron
—según Pedro Tarquis— como talla de Pedro Duque Cornejo, para mas tarde —tras divulgarse la fecha aproximada de su
encargo, posterior a la muerte del
gran maestro andaluz — ser calificada por varios estudiosos como tributaria de su escuela, ejecutada por alguno de
sus discípulos y sucesores-Sin
embargo otros —caso de J. Hernández Perera — han continuado inclinándose por la paternidad del citado artista
grancanario.
Confusionismo que contribuye a esclarecer, en importantísima med contenido de diversos apuntes insertos en el Libro nuevo de Fábrica
/"...J dado hacer por el visitador D. Miguel Mariano de Toledo en
la época prelado fray Juan Bautista Servera, infructuosamente
buscado durante años en el archivo parroquial del nombrado templo y hace poco
localizado por M Rodríguez Mesa entre los fondos sin catalogar
conservados en el de la diócesis nivariense.
Antecedentes y carácteristicas
de la imagen
Esta preciosa efigie sustituyó a una Santa Catalina de bulto grande
donada por Matías Machado con anterioridad a 1578,
puesto que así lo revelan los escritos correspondientes a la visita realizada
en dicho año por el obispo Cristóbal Vela. Había
reemplazado a la primitiva e interesante imagen labrada e roja del país, que accidentalmente encontrada
en 1963 —en el coro del sagrario del Cristo de los Dolores
de la misma ciudad— y restaurada por la inteligente
escultora María Belén Morales, puede contemplarse hoy en el baptisterio de la vieja iglesia parroquial.
La que tratamos, tallada en madera y
policromada, se halla situada hornacina central del retablo
mayor. Pormenorizadamente descrita en distintas ocasiones, nos limitaremos a recordar que presenta un ligero escorzo,
debido al apoyo del brazo y mano izquierda en una gran rueda dentada, y se
eleva sobre una masa de nubes donde flota un angelote
empuñando una palma, vestido de suaves ondulaciones
producidas por el movimiento ascencional de su cuerpo, sostiene
majestuosamente, en la mano opuesta, la espada del martirio, en plata sobredorada. El rostro de correctas facciones y gran
delicadeza Luce corona dorada y mide, aproximadamente,
1'75 m. de altura.
Testimonios
documentales sobre su origen
La riqueza de las anotaciones aludidas
aconseja su transcripción, al reflejar
con fidelidad sus dilucidadores textos y evitar posibles interpretaciones
erroneas en tema tan controvertido. Pertenecientes a las
cuentas generales de fabrica, a las que por mandato del
prelado Tavira y Almazán comenzaron a agregarse desde
el 15 de agosto de 1795 las de la cofradía de la santa, la primera las —correspondiente al balance del período comprendido entre el 14 de
noviembre de 1796 y 3 de enero de 1800, presentado ante
el beneficiado Doomingo García y Abréu para su examen
en esta última fecha — es bien reveladora:
Yten por dos mil quinientos
sinquenta rrs. que mandó a Canaría p" haser la Sta y demás adornos con quatro libras trese ansas y siete adarms de pía. como
consta déla cana que está en mi poder.
Con posterioridad —8 de febrero de 1803— y ante el mismo García y
Abréu, mayordomo de fábrica, presbítero Salvador Afonso
Rivero, vuelve a rendir is del cometido a su cargo y explica:
Únese a estas [. . .] lo qe errescivido
de la Cofradía
de la Sra Sta
Catalina Mártir por aberlo asi determinado Su Iltma Mi Sor Dn
Antonio Tavira. . . en quinse de agosto de mil Septos nobenta
y sinco,
declarando a continuación los siguientes ingresos:
[…] Yden por Quinientos y
quarenta rrs. qe se hisieron de los sarsillos y niño los apresiados por el oribe.
Yden por siento y nobenta rrs. qe se hisieron de
unos sarsillos pequeños y anillo.
[...]
Yden por siento y nobenta rrs. qe mandaron de
Canaria sobrante, dise mandó adesir el Platero qe se la
rrobaron de pía que se mandó y por lo mismo mandó el
impone de ella que fueron los dhos rrs.
Yden por siento y dies rrs. qe se hisieron de los
anillos según sus apresios.
[...]
Yden por siento treinta y tres rrs. y quatro otos, que se hisieron
délas perlas qe sobraron de las Pulseras.
[.-.]
Yden por beinte y sinco rrs. qe se hisieron de los
huelas qe tenía la Sta.
En el apartado de pagos consigna:
Primeramente me descargo con dos mil seisientos
sinquenta rrs. qe aunque fueron lo qe di sinco mil y dosientos rrs. según
consta de la cuenta de el escultor y pintor, tenía ya dado en las cuentas
antesedentes, dos mil quinientos sinquenta rrs.
para prinsipi" de haser la
Sta. según consta de las cuentas por lo qe no es mas qe lo que dexo dho.
Yden por siento, dise, mil quinientos rrs. qe
pagué al platero de haser la corona, palma y espada de la St" como consta de
rresivo.
Yden por siento y beinte rrs. qe pagué al
platero por las nabajas de la
Rueda de la Sta según consta de
rresivo.
Yden por sesientos quarenta rrs. de tres
ansas de oro qe entregué al platero, según
consta de rresivo.
Yden por Cesenta y tres rrs. y seis qtos. qe fueron
a buscar la estatua a Cruz, y
traerla a Laguna.
Yden por setenta rrs. qe llevó el Oribe por aprestar las prendas de la
í Yden por sinco rrs. de dos propios a Sta Cruz, a dos y m° cada
propic Yden por sinco rrs. y tres quartos p° la corona de la St" digo las Piedi Yden por sinco
rrs. de dos hombres de llevar las andas p° traer la estat Yden por setenta rrs. qe di a Dn Domingo Rdrgs.
Lops los mismos qe me a dado
p" la St"
en mi ynteligensia y Luego me a dho. este Sugeto los avia di p° el Chapitel, los que debolbí.
Conclucion
Los elocuentísimos datos precedentes silencian cualquier relación con
Sevílla conduciendo inequívocamente a Canaria, donde
José Lujan Pérez (1756-18 realizaba una fecunda labor y
había alcanzado sólido prestigio. Queda así descartada la atribución a
posibles discípulos directos de Duque Cornejo y, aunque no se cita su nombre, extraordinariamente afianzada la hipótesis de
quienes han venido sosteniendo la
autoría del artista de Guía, presente en Tenerife durante el agravamiento de la enfermedad de su admirado
consejero, y canónigo arquitecto, Diego Nicolás Eduardo, fallecido en Tacoronte
a finales de enero de 1798.” (Sergio Fernando Bonnet Suúarez).
Enero de 2013-01-14
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