TACORONTE: MISCELANEA PARA
UNA HISTORIA DEL MUNICIPIO
CAPITULO IX
Eduardo Pedro Garcia Rodríguez
Se denomina
como transición a la modernidad a un movimiento de época, una tendencia profunda que
a lo largo de una prolongada línea del tiempo, contiene el paso desde una
cultura y una sociedad de rasgos tradicionales rurales a una cultura y una
sociedad de rasgos modernos.
En el caso de
la sociedad tacorontera, la transición a la modernidad es un movimiento de
época que se origina a mediados del siglo xx (entre las décadas de los años
sesenta y ochenta) y que, presumiblemente, debiera prolongarse a lo largo
de todo el siglo xxi. o de transición a la modernidad, asume como premisa el
paradigma que afirma que las sociedades históricas desarrollan una larga
evolución en el tiempo que va desde una cultura tradicional y caciquil hacia
una cultura moderna y que esa transición se continúa con el paso desde una
cultura moderna a una cultura postmoderna.
El turismo,
como actividad dinámica del hombre, genera efectos o impactos de carácter
económico, sociocultural, ambiental y político, tanto de naturaleza positiva
como negativa. Con el boom turístico de la postguerra, los impactos del turismo
tomaron otra dimensión, lo que generó un documento de la UNESCO en los años 70,
manifestando su preocupación al respecto.
En esta
colonia, la década del 70 marca el inicio del proceso de desarrollo del
turismo, debido, entre otras razones, a la política del Estado administrador.
El proceso en
la isla se inicia en la costa Norte (Puerto de la Cruz), continuando en la
costa Sureste (Los Cristianos, Adeje,
extendiéndose paulatinamente por toda la costa hacía Santa Cruz), mientras que
en la zona norte los municipios se van integrando poco a poco a la vorágine
descontrolada del turismo de sol y playa, tarta a la que nadie quería renunciar
aún a costa de la total depredación del territorio, cuyas consecuencias hacen
tiempo que venimos sufriendo, veamos algunos de sus aspectos negativos:
1- Incidencia
de la prostitución en todas sus manifestaciones y sus efectos. Casos concretos
de Santa Cruz de Tenerife, Puerto de La
Cruz, Los Cristianos, Playa de Las América, Costa Adeje, etc.
2- Incidencia
de las enfermedades sexuales y sus efectos. Los lugares donde se han detestado
más casos son Santa Cruz de Tenerife, Arona,
Puerto de la Cruz,
entre otros lugares turísticos.
3- Incidencia
en las costumbres, hábitos, la moda, etc. (transculturación).
4-
Incidencia en la drogadicción. Los ejemplos de lugares donde el turismo ha
contribuido al incremento de la misma en todas las islas.
5- Incidencia
en el consumismo desaforado. Indiscutiblemente que la actividad turística
genera empleos, y por lo tanto mejora los ingresos, situación que aumenta el
consumo en la población que labora en el sector.
6- Incidencia
en el costo de la vida. Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura, La
Palma, Gomera y El Hierro, son quienes tienen la cesta de la
compra más caras del Estado, debido a la gran incidencia del turismo en las
mismas. Un ejemplo en este sentido es que el alquiler de una habitación cuesta
igual al alquiler de un apartamento de clase media baja en cualquier ciudad de
la península ibérica.
7- Incidencia
en la migración campo-ciudad-marginalidad urbana. Ejemplos: sendas tesis
elaboradas en Gran Canaria, Lanzarote, Tenerife sobre los impactos del turismo,
demostraron el gran flujo ciudad-campo que ha provocado el turismo, aumentando
en gran medida la marginalidad.
8- Incidencia en la producción agropecuaria.
Ejemplos: en el municipio de Tacoronte era importante la agricultura y la producción de
ganado de leche. Hoy día la mayoría de las fincas que han escapado a la
parcelación para construcción de urbanizaciones turísticas están dedicadas a
las actividades turísticas. Otro factor que ha reducido la producción
agropecuaria es la migración del campo a los centros turísticos que ha generado
el turismo.
9-Afluencia
masiva de inmigrantes europeos especialmente de españoles, así como de Sud y
centro América, quienes han ido desplazando al trabajador canario.
Indudablemente,
la actividad turística también genera impactos socioculturales positivos.
Incidencia en
el empleo. Para nadie es un secreto que el turismo es uno de los principales
generadores de empleos, tanto de forma directa como indirecta.
No obstante lo
anterior, hay que destacar cómo la percepción que tiene el canario del turismo
ha variado con el proceso evolutivo del mismo. Hagamos un breve análisis al
respecto.
La etapa
comprendida entre los años 1960-83 se fue dando las medidas políticas que
trajeron como consecuencia el inicio del boom turístico de la colonia.
Esta fue una
etapa donde las clases populares, intelectuales y políticas de oposición al
régimen vigente en la época, fundamentalmente la izquierda, rechazaron de plano
el turismo, ya que se veía como una penetración cultural, como una
transculturación flagrante.
Esto era normal
por estar latente en el pueblo la guerra civil de los españoles de 18 de julio
de 1936. No obstante, la visión del empresariado era diferente.
Entre el 1963 y
el 1992-93 el turismo se fue consolidando hasta convertirse en la base
sustentante de la economía colonial. Surgieron nuevos polos, cuya incidencia
abarcaba las zonas Norte, Sureste, Este y Nordeste de cada isla, donde se
fueron generando empleos directos e indirectos, se multiplicaron los negocios
de servicio al turismo, muchas canarias y canarios se fueron casando con
turistas, especialmente europeos, los vínculos con el turista a través de la
prestación de servicios fueron ensanchando la visión del canario hacia el
turista, etc.
Todo lo
anterior fue ampliando el horizonte de posibilidades de la población, y con
ello fue cambiando la percepción que se tenía del turismo.
A partir del
1992 se ha estado desarrollando un nuevo segmento del turismo, el turismo
naturalista en varias vertientes: aventuras, ecoturismo, turismo rural,
agroturismo, etc.
Este modelo de
turismo sostenible, se caracteriza por la integración de las comunidades que
hasta ahora estaban marginadas de los beneficios del turismo, trayendo como
consecuencia una más positiva percepción del mismo.
Bien, el
desarrollo sostenible como estrategia comienza a expandirse y traducirse como la
vía social y económica a seguir para adquirir y perpetuar el crecimiento que se
refuerza en las condiciones ecológicas y sociales propias de cada región, lo
que constituye un proceso de transformación en el que la utilización racionada
de los recursos, la canalización plena y organizada del desarrollo tecnológico,
la orientación de las inversiones netas y brutas, y los cambios institucionales
como gubernamentales que pretende garantizar la satisfacción de las necesidades
humanas del presentes y del porvenir.
Lo rural y lo urbano
A pesar de ello
y como expone el sociólogo Agustín Santana:
“Un tema común
en el estudio del turismo es el considerable cambio cultural forjado por la
llegada de los turistas (McKean, 1977:93-4), partiendo siempre de suposiciones
del tipo: los cambios provocados por la intrusión de un sistema externo
producen disonancias dentro de la débil cultura receptora; los cambios son
generalmente destructivos para la población nativa; los cambios conducen a una
homogeneización cultural, pasando la identidad étnica o local a ser sumida bajo
la tutela de un sistema, similar al industrial, tecnológicamente avanzado, una
burocracia nacional/multinacional y una economía orientada al consumo
Podemos, pues,
resumir lo dicho en que la relación turista/residente está continuamente
variando en grado, incluida en y regulada desde dos sistemas socioculturales
diferentes: un sistema nativo, que es invadido por el turismo, y el emergente
sistema turístico. Los turistas son inicialmente tratados como parte de las
relaciones tradicionales anfitrión/invitado, pero al incrementar su número
comienzan a ser menos bienvenidos (Cohen 1982:248), alejándose de la relación
tradicional. Pasan, pues, del trato familiar a otro que no precisa obligación
ni reciprocidad, esto es, el comercio, donde la hospitalidad entra en el
dominio económico y el encuentro se basa en la remuneración (Greenwood, 1977).”
Y prosigue:
“En otros
trabajos hemos definido un tipo de territorios, a caballo entre los conceptos
tradicionales de lo rural y lo urbano, en los que "la tierra, cultivable o
no cultivable, ha dejado de tener esa única función de producir alimentos, o en
general materias primas. Nuevos factores económicos han entrado en juego, de
forma que el agricultor no es sino un agente más en competencia por el uso y
control de ese suelo, aunque siga siendo el que más superficie domina y
administra (y esta sería quizás una de las principales diferencias entre estos
territorios con los puramente urbanos y metropolitanos) (...) El problema
estriba en cómo compaginar todas estas funciones con las vocacionales del
territorio, esto es la agricultura y la ganadería, e incluso el mantenimiento
de espacios 'vírgenes'" (Baigorri, 1983,151).
Desde que la
sociedad industrial se definió como un proceso civilizatorio, uno de cuyos
elementos fundamentales fue la urbanización, lo rural nunca se ha definido,
quedando como residuo de lo-que-aún-no-es-urbano. Del mismo modo que, desde que
hace algo más de un siglo se inició la reflexión sociológica sobre las
consecuencias de la
Revolución Industrial, con su acumulación de masas de
población en las ciudades (lo que vulgarmente se asimila al proceso de
urbanización), la dicotomía se viene planteando en términos de
polarización y luego de oposición. Pero
sobre todo, y en el marco general del positivismo que desde su origen
caracterizó al pensamiento sociológico, se ha venido tratando el tema en
términos de sucesión histórica de etapas, y en consecuencia de jerarquización:
si la revolución industrial-hostelera traía el progreso económico a las
sociedades, la urbanización conllevaba el progreso social. Esta valorización no
ha sido siempre explícita, pero ha estado desde luego latente la gran teoría
(al menos en Spencer, Durhkeim, Simmel, Töennies o Redfield...). Así se hablase
de solidaridad mecánica o solidaridad orgánica, de comunidad o asociación, de
lo folk y lo urban, etc, aún cuando se manifestara cierta preocupación por el
tipo de desórdenes sociales provocados por la urbanización, se estaba poniendo
en lo alto de la escala a lo urbano, y en lo más bajo a lo rural. (Artemio
Baigorri)” (Agustín Santana, 1997).
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