Josefa Falcón Abreu
Los bosques del antiguo menceyato de Ycode eran de un verde oscuro e intenso, y
en la época prehispánica eran bastante diferentes a los actuales, la laurisilva
cubría toda la zona de medianías, y la niebla se posaba, casi perennemente,
sobre el terreno. Aún hoy en día, cuando visitamos algunos lugares de los
bosques de Icod, no es difícil sentir que en aquellos parajes sucedió algo fuera de lo habitual. Desde tiempos inmemoriales,
ya desde época prehispánica, se cuenta una leyenda sobre un suceso ocurrido en
estos oscuros bosques. Esta historia se conoce como "la leyenda de
Amarca":
Cuenta la leyenda que Amarca era una a mujer
guanche que vivía en estos montes de Icod de los Vinos. Era tan hermosa que su
belleza era conocida, y comentada, en toda la comarca, multitud de hombres se
acercaban a ella en tratando de conseguir su amor. Tanta era su fama que
despertaba la envidia de las demás mujeres.
La noticia de su belleza llegó a oídos del Mencey
Belicar, el último Mencey de Ycode, que cuando admiró su rostro se enamoró
perdidamente de ella, pero Amarca, a pesar de su humilde linaje, rechazó al
rey, que nunca había sentido la decepción de una negativa en sus carnes. La
noticia del rechazo de Amarca al mencey corrió como la pólvora por todo el
menceyato, hasta que llegó Gariaiga, el Pastor.
Gariaiga era un hermoso joven que llevaba tiempo
soñando con conquistar el corazón de la mujer que amaba, por eso cuando se
enteró del rechazo de la muchacha al Mencey, se llenó de valor y pensó que
aquella era la ocasión de conquistarla. Así, cada vez que tenía ocasión, se
acercaba por los lugares que frecuentaba la chica, jamás dejaba pasar la
ocasión de observarla a lo lejos o de acercarse a ella.
La gente del poblado comenzó a murmurar sobre el
comportamiento del pastor, que cada vez aparecía más frecuentemente por los
alrededores sin atreverse a declararse a la chica, de esta manera pasaron meses
y estaciones, poco a poco, los comentarios sobre el pastor fueron haciéndose más
crueles, pese a lo cual el apasionamiento del enamorado no decrecía, sino todo
lo contrario, parecía que cada vez su amor era más obsesivo.
Dicen que la conducta del corazón humano es
imprevisible y que, en ocasiones, la presencia de obstáculos en vez de acabar
con los ánimos acrecienta las ilusiones. Y por lo que se cuenta esto debe ser
lo que le ocurría a aquel joven pastor, porque era extraordinario contemplar
como la ausencia de señales que le dieran esperanzas aumentaba, más si cabe, su
amor.
Finalmente la insistencia del muchacho comenzó a
causar efecto en el corazón de la mujer, que halagada y enternecida por la
pasión amorosa que mostraba, comenzó a prestarle atención, pero esta reacción
hizo que Gariaiga siguiera a la joven con aún más ilusión, y ahora ya casi no
dejaba de estar presente en cada momento del día.
Este "acoso" provocó el enojo de Amarca,
tanta era la insistencia del pastor que la familia y las amigas de la joven
comenzaron a burlarse de la situación. Hasta los niños del poblado comenzaron a
inventarse historias sobre la enfermiza locura de amor de aquel pastor.
Finalmente, una mañana soleada, Gariaiga encontró
el valor suficiente para acercarse a la bella Amarca, pero en el justo momento
en que se enfrentó a ella se quedó sin palabras, sólo podía observarla sin que
le saliera nada de aquello que llevaba meses pensando decirle, tras uno
segundos de un incómodo silencio fue la mujer la que rompió el hielo:
• Dicen que me amas -le dijo- entonces, si sientes
tanto amor, ¿Por qué no me lo demuestras en lugar de espiarme?
El joven pastor, aún sin salir del todo del trance
en el que parecía haber entrado, comenzó a ballubucear:
• No sólo te amo -le contestó- es que estaría
dispuesto a darlo todo por ti.
Ella, mirándolo con desdén le, respondíó:
• Y qué podría darme un pastor pobre como tú que no
me pudiera haber ofrecido antes otro ¿acaso no sabes que he rechazado a tu
mencey Belicar?
Gariaiga, con ojos tristes, sólo fue capaz de
señalar su corazón con un gesto de ofrenda, ante lo cual Amarca respondió con
una carcajada, se dio la vuelta, y se marchó igual que había llegado.
El pastor, herido por el rechazo de su amada,
abandonó su rebaño y vagó durante un tiempo por los bosques de Ycode,
desesperado por el rechazo sufrido, enloquecido por la pérdida de su amor, tras
unas semanas comprendió que todo había llegado a su fin, se acercó a un
barranco muy profundo y sin pensarlo se tiró por el precipicio.
Todos culparon de la desgracia a Amarca y la joven
enloqueció después del incidente. El pobre pastor se había matado por su amor.
Con su desprecio, lo había empujado hacia una muerte cierta. El sentimiento de
culpabilidad, las acusaciones de los habitantes del poblado y el recuerdo del
amor de Gariaiga, la llevaron a la demencia. Así, un día, Amarca desapareció.
Nadie sabía donde encontrar a la muchacha. Salvo un
anciano del poblado, que dijo haberla visto una mañana descender de las
montañas y caminar hacia las orillas del mar. Contó que la vio lanzarse al
abismo y luchar contra las olas, perdiéndose en el océano.
Desde ese momento cuando un caminante cruza el
lugar por la noche, si presta la suficiente atención, puede oir un lamento
escalofriante; la voz apagada de Gariaiga, que eternamente sigue llamando a
Amarca,...Su amada Amarca.
Marzo de 2014.
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