El Grito más Fiero
Josefa Falcón Abreu
Cuando Jean de Bethencourt llegó
a El Hierro, vivía en la isla un bimbache llamado Ferinto, el cual se convirtió
en el tormento de los conquistadores. Jamás los dejaba tranquilos y los
hostigaba continuamente. Por mucho que los extranjeros perseguían a Ferinto, su
agilidad era tal que no lograban atraparle. Un día este herreño fue traicionado
por alguno de los suyos y los europeos rodearon su
guarida, con la intención de prenderle. sin embargo, Ferinto los oyó llegar y
logró huir hasta el borde de un profundo barranco, cercano a Valverde. De poco
le sirvió a Ferinto su huída, porque sus enemigos estrecharon aún más el cerco,
hasta que se vio totalmente perdido. Mientras que a sus espaldas estaban los
castellanos, bajo su pies se abría un horroroso abismo. Comprendió que una
caída podría ocasionarle la muerte. A pesar de todo, reflexionó Ferinto, ¿qué
es la vida, cuando se ha perdido la libertad? ¿Para qué sirven el aire que nos
rodea, las aguas que los dioses destilan de los árboles sagrados o las montañas
con sus misterios si todo eso es ultrajado, despreciado y deshonrado por gentes
que vienen a tratarnos como esclavos?, ¿De qué sirve mi vida si mi voluntad se
trunca a cada paso ? ¿No es mejor morir despeñado y convertir mi muerte en un
acto liberal?. Ferinto cogió aliento. flexionó sus poderosas piernas , salto...
Y, superando cualquier expectativa, logró llegar al otro lado del cauce, poner
sus pies en el lugar que hoy se conoce como El Salto del Guanche.. Sin embargo,
de nada le sirvió. Allí también le esperaban los conquistadores con las armas
prestas. La desesperación de ver su libertad perdida impulsó al bimbache a
gritar. Lanzó un grito tan fiero, tan grande, tan alto que atravesó la isla, sobre
pinares, barrancos y volcanes, hasta llegar a La Dehesa, en el otro extremo
de El Hierro, donde su madre, al escuchar su potente voz, dijo con tristeza: ¡
Mi hijo ha sido vencido !.
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