SATOS, HIJOS DE MIL TRIBUS: ESPAÑA ESA ENTELEQUIA
Eduardo Pedro Garcia Rodriguez
“Andaba yo en la búsqueda de una
palabra o un concepto exacto, o casi, para definir qué es españa cuando me
acordé de una frase de D. Benito Pérez Galdós acerca de ese país y que quedó
para la historiografía. En una ocasión le preguntaron a D. Benito qué era
españa y contestó con una frase que ha quedado ahí en el aire: “españa es una
entelequia”. Al ir a Google para tratar de buscar el significado exacto de esta
palabreja resulta que uno se pierde en conceptos que van desde el latín al
griego pasando por no sé donde pero que al final no llega uno a comprender nada
excepto que una entelequia es algo así como “algo que es y está ahí pero que no
es, que no acaba de ser”, y eso es lo que más o menos creyó que era, para D.
Benito, españa y por tanto así lo dijo.
Como no me quedó claro las respuestas que encontré me dio por meter en Google la frase de D. Benito: " españa es una entelequia" y me salió un muy extenso y completo artículo de lo que es españa no como Nación, que no lo es, sino como esa "entelequia" que ha existido siempre y siempre seguirá existiendo. El artículo se me antoja no como una Historia de españa, que no lo es puesto que españa nunca ha existido ni como país ni como Nación, sino como la Historia de esa parte de Europa que desde antes de la invasión de Roma ya los fenicios dieron a conocer con el nombre de Span y que significa "tierra de conejo", término éste que ya usara para referirse a esa parte de Garaldea ( nombre anterior de cómo los africanos llamaban a Europa ) Juba, el que fuera el primer africano que colonizó e introdujo en las Islas Canarias hombres y mujeres desde el continente africano y también hijo de Massinisa primer emperador africano que tuvo Roma y al que se le atribuye la frase "Ta-Ferka ifrikkiyin", África para los africanos.” (M. Meneses, 2010).
Como no me quedó claro las respuestas que encontré me dio por meter en Google la frase de D. Benito: " españa es una entelequia" y me salió un muy extenso y completo artículo de lo que es españa no como Nación, que no lo es, sino como esa "entelequia" que ha existido siempre y siempre seguirá existiendo. El artículo se me antoja no como una Historia de españa, que no lo es puesto que españa nunca ha existido ni como país ni como Nación, sino como la Historia de esa parte de Europa que desde antes de la invasión de Roma ya los fenicios dieron a conocer con el nombre de Span y que significa "tierra de conejo", término éste que ya usara para referirse a esa parte de Garaldea ( nombre anterior de cómo los africanos llamaban a Europa ) Juba, el que fuera el primer africano que colonizó e introdujo en las Islas Canarias hombres y mujeres desde el continente africano y también hijo de Massinisa primer emperador africano que tuvo Roma y al que se le atribuye la frase "Ta-Ferka ifrikkiyin", África para los africanos.” (M. Meneses, 2010).
Habrá que analizar la pregunta en sus dos vertientes; entelequia en su sentido
literal de “algo que tiende por sí mismo a su propio fin” o en su sentido
irónico de “algo irreal”. Ha habido a través de la Historia de españa - y
sigue habiéndolos- muchos movimientos centrífugos dedicados a convertir en
realidad el sentido literal del concepto y, por otro lado, muchos pensadores
españoles han usado el sentido irónico del mismo para negar la existencia de
españa como un sentimiento arraigado en la conciencia del pueblo y, por lo
tanto, como algo arbitrariamente impuesto.
Tras el largo período paleolítico, y concluido el largo
proceso de hominización con la especie Homo sapiens sapiens, se inició el
período neolítico en la Península Ibérica
hace aproximadamente 5.000-3.000 años. Las nuevas comunidades agricultoras y
ganaderas se asentaron creando poblados permanentes.
La Edad de los Metales se inicia con la edad
del Cobre, en torno a 3.000
a.C., y continúa con la Edad
del Bronce (2.000 a.C.). Hacia
1.200 a.C., tiene lugar la primera de una serie de asentamientos de pueblos indoeuropeos.
Los iberos o íberos fue como llamaron los
antiguos escritores griegos a las gentes del levante y sur de la Península Ibérica
para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran
diferentes.
De estos pueblos escribieron Hecateo de Mileto,
Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citándolos con estos nombres, al menos
desde el siglo VI a. C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos,
bergistanos, ausetanos, indigetes, castelani, lacetanos, layetanos, cossetanos,
ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos,
oretanos, bastetanos y turdetanos.
Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de la Península Ibérica.
(Enciclopedia encarta / Wikipedia.org / es.wikipedia.org).
Se inicia así lo que se denomina la Protohistoria: período comprendido entre las
arribadas indoeuropeas (1.200
a.C.) y la colonización en la segunda mitad del siglo III a.C. De este período
han quedado abundantes restos arqueológicos, a los que se les une los primeros
testimonios escritos de griegos y romanos sobre la península ibérica.
La
primera referencia se remonta 3000 años en la forma del vocablo fenicio
"Spanija" o "Span" (literalmente "tierra de
conejos"), los romanos lo latinizaron a Hispania (o Ispania), con el
tiempo se convirtió en Spania (volviendo casi a la ortografía fenicia) para
terminar - con el cambio de la pronunciación de la ese en el norte y la
introducción de la ñ - finalmente en españa. No hay duda que en su origen y
durante siglos, y hasta milenios, la palabra Span-Hispania-Spania-españa era un
concepto puramente geográfico comparable a Iberia (del griego Iberia ó Hiberia)
o, en la actualidad, la
Península Ibérica.
Los primeros pueblos que aparecen en la historia de la Península fueron los
iberos, que, en sucesivas oleadas, entraron desde África a partir del
Paleolítico Superior hasta la
Edad de Bronce, extendiéndose al principio por el Levante
hasta el Noreste, terminando en el Sur de Francia, y, mucho más lento hacia el
interior y el Norte de la Península. Considerando que esta migración ocupó
un periodo de más de cinco mil años, no es sorprendente que desde tartesios/turdetanos,
en el Sur (de España) hasta airenosios en el sur de Francia, se han
contado no menos de 20 pueblos/tribus iberos diferentes. Una de las muchas
ironías de la Historia
de españa - seguramente muy molesta para el Honorable Pujol, que nunca se ha
distinguido por su sentido del humor - es el hecho que uno de estas tribus,
conocido por "castellanos" se asentó durante muchos siglos en la
actual comarca de Olot (de lo más catalán imaginable!). Aparte de estos pueblos
hubo otros 8, asentados en Asturias, Cantabria, Vascongadas, Navarra y la Rioja, que han sido
clasificadas como "no identificados" o sea de origen supuestamente
"desconocido".
No obstante me parece lógico considerar
estos pueblos tentativamente como iberos, considerando que una vez
llegado a la Delta
del Ebro, el valle del Ebro no era solamente la vía de penetración más obvia
hacia el Noroeste sino además una ruta muy atractiva comparado con seguir una
costa cada vez más accidentada.
Terminadas las oleadas migratorias iberas, comienzan, a principios del último
milenio a. C., las indoeuropeas, llevadas a cabo por pueblos célticos. Estos no
vienen del Sur como los iberos sino del Norte, penetrando a través del Pirineo
oriental. Con iberos a ambos lados de su vía de penetración están forzados a
cruzar el Ebro y aprovechan las valles del Duero y, en posteriores oleadas
durante varios siglos, los del Tajo y Guadalquivir para ocupar todo la parte
occidental de la
Península. Se han contado no menos de 16 tribus celtas, desde
galaicos en el Noroeste hasta lusitanos y oretanos en el
Sudoeste.
Los celtíberos ocuparon un extenso territorio situado a ambos lados de la
diagonal Ávila-Soria (más o menos Castilla la Vieja). No sabemos si se trataba de iberos
celtizados o de celtas iberizados. Poco importa: para ser estos tendrían que
haber tenido forzosamente vecinos iberos lo que parece confirmar que los
llamados "pueblos no identificados" al Norte de su región habría que
considerarles como iberos; y por otro lado, si hubieron sido aquellos,
la supuesta teoría de que los iberos no hubieron penetrado ni el Centro ni el
Norte de la Península,
quedaría igualmente desmentida.
Los primeros iberos que penetraron en la Península no se encontraron, lógicamente, con un
territorio vacío. Hubo ya una población autóctona de unos 50.000 individuos
(una densidad, típica de aquellos tiempos, de un habitante por cada 10 Km.
cuadrados) repartidos entre las valles y cuencas más protegidas. Esta población
tenía probablemente también remotos orígenes africanos, y a través de los
milenios fue totalmente absorbida por los "migrantes" iberos, menos
los grupos en Galicia y Asturias de origen étnico desconocido que mucho más
tarde fueron celtizados. (www.berrom.com/españa-una-entelequia.htm)
A
tenor de lo investigado por el profesor Fernando García de Cortazar procede
establecer tres periodos básicos iniciales de la Península Ibérica:
1.- Los habitantes Oriundos o descendientes de los que procedentes de África se han hallado en Atapuerca.
2.- Los que la invadieron procediendo del norte, desde las actuales Francia, Alemania, etc.
3.- Los que se establecieron en el sur y venían de Oriente.
Los oriundos. Hacia los años 100.000 a.C. en la Península se había asentado el homus Neandertal, dedicado a la caza y a la recolección de frutos. En los años 30.000 a. C., lo sustituye el Cromagnom, que fabrica utensilios y pinta en las cuevas de Cantabria sus bisontes y caballos. Y sigue siendo cazador.
En los años 3.500 a. C., la evolución da paso al hombre Neolítico, que cultiva la tierra y se reagrupa en comunidades, formando grandes poblados rodeados de murallas y en donde, dejando la piedra, trabajan el cobre y luego el bronce..
Hacia el año 2.000 a. C., comienza la Edad de Bronce o periodo en el que trabajan el oro y la plata, y construyen grandes megalitos desde Galicia al Pias Vasco y desde Cataluña a Andalucía.
”Los Colonizadores”
Por los años 1.000 a. C., mercaderes Fenicios venidos de Oriente arrumban a las costas de Levante y Andalucia. Y el Norte era visitado por tribus llegadas de Europa. Hombres y mujeres procedentes de las actuales Francia, Suiza y norte de Italia se internan en Cataluña (Campos de Urnas), así como gentes del Rhin se establecen en el valle del Ebro atravesando las zonas cantábricas.
Son los Celtas.
Hasta ese momento, a los habitantes de la Península se les denomina Iberos.
En el sur, los habitantes nativos mantienen una monarquía, la de Tartesos, en la que es destacable el mítico rey Argantonio. Durante los siglos VIII y VII a. de C., los fenicios de Sidón y Tiro descubren los ricos yacimientos minerales del sur, y fundan una cadena de factorías de las que nacerían Cádiz, Málaga e Ibiza.
Hasta ese momento, a los habitantes de la Península se les denomina Iberos.
En el sur, los habitantes nativos mantienen una monarquía, la de Tartesos, en la que es destacable el mítico rey Argantonio. Durante los siglos VIII y VII a. de C., los fenicios de Sidón y Tiro descubren los ricos yacimientos minerales del sur, y fundan una cadena de factorías de las que nacerían Cádiz, Málaga e Ibiza.
Estos forasteros de Oriente se mezclan con los nativos y les
enseñan a utilizar el torno de alfarería, la producción de artesanía en marfil,
el cultivo de la vid y el olivar, la metalurgia de hierro y plata, lo que
enriquecía a los jefes locales en sus transacciones con las expediciones de
griegos y fenicios. Cádiz se convierte en la capital de la plata del
Mediterráneo. (Antonio Vaca de Osma).
Grupo de pueblos de origen centroeuropeo, cuyas
primeras migraciones tuvieron lugar en la época prehistórica (a partir del
siglo X a.C.). Se asentaron en diversos lugares de Europa (España, Francia,
Gran Bretaña, Irlanda, Los Balcanes, Asia Menor...), ocupando la mayor parte
del oeste y del centro de Europa durante todo el primer milenio a.C.
Transmitieron su idioma, costumbres y religión a los otros pueblos de la zona.
Los antiguos griegos y romanos reconocieron la unidad cultural de estos pueblos
cuyos territorios se extendían desde el este de Europa hasta el norte del
continente. Su nombre genérico aparece en documentos romanos como celtae
(derivado de keltoi, la denominación que Heroodoto y otros escritores griegos
dieron a este pueblo), galatae o galli. Los celtas hablaban una lengua
indoeuropea, de la misma familia que las de sus vecinos itálicos, helénicos y
germanos. Los topónimos celtas, junto con los nombres de las tribus, las
personas y dioses, nos permiten pensar en su presencia en un extenso territorio
europeo, desde la actual España hasta el mar del Norte y desde las islas
Británicas hasta el bajo Danubio. Los primeros celtas que llegaron a la
península ibérica hacia el 800 a.C. se asentaron en el valle del Ebro. Hacia el
700 a.C. una segunda oleada se estableció en la Meseta y, finalmente, en el
siglo VI a.C., una tercera y última migración se asentó en el valle del Duero.
Pasaron después al noroeste peninsular, donde la actual Galicia se convirtió en
una de las zonas más fuertemente enraizadas a las tradiciones y a la cultura
celta que han sobrevivido hasta hoy. Las tribus celtas colindantes con los
territorios iberos de la península, recibieron la influencia de la cultura
ibera que las transformó dando lugar a los pueblos celtíberos.
Hacia el 2600 a. C. se desarrolla en Andalucía
oriental la civilización calcolítica, que se aprecia en los yacimientos de Los
Millares (Almería) y Marroquíes Bajos (Jaén), estrechamente relacionados con la
cultura portuguesa de Vila Nova y quizás (no probado) con alguna cultura del
Mediterráneo oriental (Chipre).
Hacia 1800 a. C., esta cultura se ve sustituida
por la de El Argar (bronce), que se desarrolla independientemente y parece
estar muy influida en su fase B (desde 1500 a. C.) por las culturas egeas
contemporáneas (enterramientos en pithoi).
Hacia 1300 a. C., coincidiendo con la invasión
del noroeste peninsular por los celtas, El Argar, que bien pudo haber sido un
estado centralizado, da paso a una cultura «post-argárica», de villas
fortificadas independientes, en su mismo ámbito.
Tras la fundación de Marsella por los focenses
(hacia 600 a. C.), los iberos reconquistan el noreste a los celtas, permitiendo
la creación de nuevos establecimientos griegos al sur de los Pirineos.
A las comunidades establecidas al final de la edad del bronce se las
considera sustrato indígena al hablar de la cultura íbera. Básicamente hay
cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce
Valenciano y los Campos de Urnas del Noreste.Las tribus vasconas escogieron en su mayoría el Pirineo navarro y el Pirineo occidental aragonés para su asentamiento. Con posterioridad, hubo un desplazamiento de parte de estas tribus hacia el oeste, conviviendo con las tribus várdulas y caristias.
Antes de la dominación romana existía una clara diferenciación territorial
entre los grupos de vascones según su medio de vida, condicionado por el
terreno.
El legado fenicio y cartaginés en la España Antigua duró
unos 1400 años, desde finales del segundo milenio a.C. al 400. Los fenicios
venían en busca de metales. Trajeron la escritura, el hierro, el aceite, nuevas
técnicas de explotación de las minas. Introdujeron sus dioses, sus templos, sus
rituales religiosos y la cremación de los cadáveres y el urbanismo del Oriente.
Una serie numerosas de santuarios del sur de España son fenicios. Hubo una
colonización fenicia en el Guadalquivir. Invadieron el Oriente de metales
procedentes de las minas y de salazones. Durante el siglo V a.C. lucharon
iberos como tropas mercenarias en el ejército fenicio en Sicilia. Con la
llegada de los Bárquidas hubo una verdadera conquista de todo el sur y levante,
y una penetración hasta el interior de la meseta. Se explotaron a gran ritmo
las minas con nuevas técnicas de explotación y las pesquerías, en régimen de
monopolio. Fundaron ciudades y acuñaron monedas. Las tropas celtibéricas y
lusitanas participaron activamente en la Segunda Guerra
Púnica. Se asentaron cartagineses en el sur. De Cádiz partieron las
expediciones por el Atlántico en el s. V a.C. Todo el sur de España estaba
habitada por cartagineses al final de la República Romana.
En época romana se introdujeron nuevos dioses como Tanit y Dea Caelestis. El
culto a Melqart duró en Cádiz hasta el año 400. (José Maria Blázquez)
A la llegada de Roma, Hispania ofrecía una de las mayores
diversidades étnicas de toda Europa, acentuada por un claro gradiente cultural
en sentido Norte-Sur y Este-Oeste, explicable por su mayor apertura o lejanía
al Mediterráneo y a sus vivificantes influjos culturales acrecentada por la
diversidad geográfica, apenas uniformada por la gran Meseta Central que actuaba
como área de contacto. A lo largo del I milenio a. C. la
Península Ibérica ofrece un complejo proceso de
etnogénesis al formarse los diversos pueblos prerromanos en un proceso
acentuado por el influjo de fenicios, griegos, púnicos y, finalmente, romanos,
coincidiendo en general con su evolución hacia formas de vida urbana, proceso
que culmina con la definitiva incorporación de Hispania a la órbita de Roma.
Dentro del complejo mosaico étno-cultural de Hispania,
cabe diferenciar a grandes líneas tres grandes troncos. Los turdetanos o
tartesios e íberos ocupaba las zonas meridionales y levantinas abiertas al
Medite rráneo y a sus corrientes civilizadoras, siendo los más cultos y
civilizados, especialmente la
Turdetania, en la actual Andalucía, como acertadamente señaló
Estrabón (111,1,6 y 2,1). Por el contrario, en valles de las
montuosas zonas próximas al Pirineo Occidental vivían
vascones y otros pueblos afines no indoeuropeos, étnicamente más relacionados
quizás con el mundo ibero y aquitano, aunque culturalmente resultan más afines
a los pueblos cantábricos, siendo su aislamiento y pobreza lo que explica su
marginalidad y la pervivencia de este substrato al no llegar a romanizarse.
Finalmente, otro tronco étno-cultural lo constituían los
pueblos indoeuropeos, entre los que destacan los celtas no siempre fáciles de
diferenciar.
Éstos habitaban especialmente el centro, norte y
occidente, desde el Sistema Ibérico hasta el Atlántico. En ellos cabe
diferenciar los Celtíberos propiamente dichos, más desarrollados a la llegada
de los romanos y con una estructura gentilicia clientelar de ideología guerrera
con tendencias expansivas, frente a los Lusitanos y otros pueblos del Norte,
como Galaicos, Astures y Cántabros, de menor desarrollo y que mantenían una
estructura pregentilicia más arcaica y basada en clases de edad. (Martín
Almagro-Gorbea)
Los contactos comerciales entre
griegos e indígenas de la fachada este de la Península Ibérica
se ven propiciados por la existencia de colonias griegas en España. Las
relaciones comerciales comienzan en el siglo VI a. C. con exploraciones
sistemáticas desde el nordeste peninsular, donde estuvieron ubicadas las
colonias de Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas).
Una vez en el Mediterráneo
Occidental, las navegaciones se efectuaban mediante cabotaje,
generalmente desde el norte hacia el sur, centrándose en la costa levantina y
sureste peninsular, a partir del s. V a. C. En este punto es importante
mencionar una serie de pequeños puertos, atalayas o ensenadas con nombre griego
(Hemeroskopeion, Alonis o Akra Leuke), usados según las fuentes clásicas por
los comerciantes foceos para fomentar el comercio. No obstante, a nivel
arqueológico no se ha localizado ninguna de ellas.
Una vez en la costa, la ruta
empleada por los comerciantes hacia el interior era a través de las vías
naturales de comunicación, ríos y pasos entre montañas. En el sureste de la Península las dos vías
más importantes fueron las de los ríos Segura y Vilanopó, teniendo como
objetivo último el área minera de Sierra Morena, con epicentro en Cástulo
(Linares, Jaén), a lo largo de una ruta jalonada de yacimientos ibéricos.
Los comerciantes y buhoneros traían
mercancías, básicamente productos manufacturados como vajillas de lujo,
procedentes mayoritariamente de Atenas, objetos de adorno, joyas, pequeñas
esculturas de terracota y una serie indeterminada de abalorios, entre los que
habría tejidos y pequeños muebles que cambian por materias primas, principalmente
metales.
La ocupación
romana
La primera intervención de tropas
romanas en la península se produjo en el 218 a.C. En ese momento Roma se enfrentaba a una guerra a muerte
contra Cartago por el dominio del Mediterráneo Occidental y sufría el ataque de
Aníbal. La llegada de tropas romanas a la Península se produjo
para tratar de cortar el abastecimiento de las tropas cartaginesas, que
procedía de sus territorios en la península.
La guerra contra
los cartagineses y sus aliados íberos fue dura, pero también Roma ganó aliados entre las tribus íberas y
celtíberas. El resultado global de la guerra fue la derrota de Cartago y
sus aliados a manos de Roma, por lo que finalmente en torno al año 197 a.C. Roma pasó a controlar todo el territorio costero
de la Península
Ibérica desde los Pirineos hasta el Sur de Portugal.
La mayor parte de las tribus íberas del territorio aceptaron sin excesivos
problemas el dominio de Roma.
2. En una segunda fase (a partir del 150
a.C.), Roma se propuso extender
su dominio a los pueblos celtíberos del interior de la Península. Como
de costumbre, encontró una feroz resistencia por parte de algunas tribus, pero
también consiguió la alianza de otras, que se sumaron a sus tropas. Además, el
ejército romano contaba ya entre sus filas con bastantes íberos, por lo que
debía parecer más bien una tropa multinacional al servicio de Roma.
En la penetración
en la meseta se produjeron dos episodios de resistencia muy famosos. Por una
parte, la tribu de los lusitanos encontró en Viriato a un caudillo que entre
el 147 a.C. y el 139 a.C. lideró una guerra de guerrillas contra las tropas
romanas que las puso contra las cuerdas. El terrorismo de Estado, más
que la guerra, acabó con la resistencia, pues Viriato fue asesinado por unos traidores
que esperaban recibir una recompensa de Roma. Aunque tal vez hayas oído la
leyenda de que cuando dichos traidores fueron a cobrar su recompensa el consul
romano los mandó ejecutar y dijo esa famosa frase de Roma no paga traidores.
Los Suevos
y Visigodos
En el siglo V el debilitamiento del Imperio Romano
era ya muy evidente para todos.
Tanto es
así que las tribus bárbaras no aguantaron más la tentación, y comenzaron a
invadir el Imperio de Occidente que tantos siglos les había costado a los romanos.
Una de estas tribus bárbaras que acometió dicha empresa eran los suevos.
Fue en el año 406 cuando estos suevos cruzaron
los Pirineos con un ejército de 30.000 hombres. En poco tiempo se asentaron en
las tierras del norte de Iberia, como la actual Galicia y el norte de Portugal.
Su rey Hermerico inició una serie de rápidas conquistas, eligiendo la ciudad de
Augusta Bracara, la actual Braga portuguesa, como base de su nuevo reino.
A partir
de aquí fueron conquistando nuevas ciudades en la Península Ibérica,
hasta entonces romanas. Los romanos se dieron cuenta de que poco o nada podían
ya defender e iniciaron una serie de trámites legales con los suevos para poder
convivir en las mismas tierras, a cambio de una serie de concesiones.
Sin
embargo, en el año 416, la provincia de Iberia, ya bastante poblada con ciertas
tribus bárbaras como los vándalos y los alanos, recibieron la llegada de una
nueva tribu, los visigodos. Esta llegada hizo que, desde el primer momento,
todos entraran en conflicto, ya que a los visigodos no les gustaba demasiado
eso de compartir territorios, sino que llegaron con la intención de apoderarse
de todo en exclusiva.
Precisamente en el año 418 los visigodos derrotaron a los suevos en sus
luchas internas, por lo que estos últimos se vieron obligados a atrincherarse
en las tierras de Galicia. De todas maneras esto no amedrentó a los suevos,
sobre todo cuando los vándalos y los alanos abandonaron Iberia rumbo al norte
de África. Aún así, los visigodos continuaban manteniendo a raya a los suevos.
A partir
de ahí un pequeño tratado de paz hizo que ambas tribus se respetasen durante
unos años. En ese momento los romanos aprovecharon para pedir a los suevos
ayuda en el conflicto que tenían con los hunos. Sin embargo, como todo hacía
presagiar, el tratado de paz entre suevos y visigodos no duró mucho tiempo, ya
que las ambiciones de ambas tribus por controlar Iberia eran máximas.
Todo
explotó cuando los suevos se convirtieron al catolicismo y los visigodos se
aliaron con la herejía arriana. Al convertirse al catolicismo, el rey suevo
Chararico quiso aliarse con los francos, otro pueblo católico, pero fue en
vano. Mientras negociaba, el rey visigodo, Leovigildo, se dio cuenta de los
problemas que le traería a su tribu la unión de suevos y francos, e inició la
guerra antes de que fuera demasiado tarde.
Era el
año 576. La guerra se extendió durante diez años, tiempo más que suficiente
para que los visigodos aprovecharan las divisiones internas de los suevos para
derrotarlos y acabar expulsándolos de la Península Ibérica.
Allá por el 587 la tribu de los suevos desapareció arrasada por los visigodos,
que quedaron como señores de la Península Ibérica. (José Manuel Breval).
Ocupación
árabe imazighen de la península iberica
Aprovechando la crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de sus
constantes luchas internas por el poder monárquico, tropas musulmanas,
compuestas por árabes y beréberes,
cruzaron el estrecho de Gibraltar en el año 711 iniciando la conquista de la península ibérica.
Dirigidos por el beréber Tariq, lugarteniente del gobernador del Norte
de África, Musa ibm Nusayr los musulmanes derrotaron en la batalla de Guadalete (711) al último rey
visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el combate.
Animados
por aquel éxito, los invasores decidieron proseguir el avance por las tierras
hispanas, primero en dirección a Toledo, posteriormente hacia Zaragoza. En
apenas tres años, los musulmanes lograron conquistar la mayor parte de las
tierras hispánicas sin encontrar apenas resistencia. Solo las regiones
montañosas de las zonas
cantábrica y pirenaica escaparon a su control.
Junto a
los árabes, que ocupaban los
puestos dirigentes, grupo bereberes
del norte de África engrosaron las filas de los invasores musulmanes.
Los árabes tenían fuertes estructuras tribales (qaysíes,
kalbíes) que mantuvieron largo tiempo fuertes enemistades que pronto se
manifestaron al repartirse las tierras ocupadas.
A todos
estos problemas entre los árabes, hay que añadir los provocados por los beréberes islamizados del norte de
África, reacios a someterse a un autoridad central. Resultado de todo ello fue
un oscuro período de luchas y
enfrentamientos entre los distintos clanes árabes, y entre árabes y
beréberes, que durará toda la primera mitad del siglo VIII.
Diversos
magnates nobiliarios visigodos decidieron pactar con los invasores, como fue el
caso de Teodomiro, en la región murciana. Las escasas fuentes disponibles nos
hacen pensar que la conquista se realizó principalmente mediante capitulaciones y rendiciones acordadas entre
los señores godos y los conquistadores musulmanes. La violencia fue más la
excepción que la regla. Esto nos explica la rapidez de la conquista.
Tecnología aportada por los árabes y
imazighen a la cultura hispana
Un
primer ejemplo es la fabricación del papel, elemento previo a la generalización
de la imprenta. El pueblo chino fue su descubridor y, en el primer siglo de
nuestra era, mientras los demás todavía escribían sobre gruesos pergaminos,
ellos ya habían aprendido a obtener de las fibras de la morera o el bambú una
pasta que se extendía y alisaba sobre armazones de caña, formando hojas
flexibles y lisas. Los árabes hicieron de transmisores: aprendieron la técnica
china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en vez de fibra vegetal, y
en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de papel en España.
El
progreso más importante de la tecnología e ingeniería árabe medieval estuvo en
relación con la agricultura y el agua (recogida, transporte y almacenaje),
probablemente debido al rigor y aridez de sus zonas de procedencia.
Introdujeron muchas plantas nuevas y realizaron avances agrícolas notables,
como los fertilizantes y los injertos, generalizándose el abono de los campos
en los siglos XII-XIII con el fin de dotar de mayor fertilidad a la tierra. Sus
ingenieros idearon sistemas y equipamientos para el riego, construyendo
acequias y canales de agua subterráneos, con accesos desde la misma calle para
poderlos limpiar y reparar. Un nuevo modelo de molino de viento aparece también
en escena, con aspas que giraban en un plano horizontal alrededor de un eje
vertical. El arado de vertedera (más pesado) ayudó también a muchos granjeros,
pues permitía voltear la tierra al mismo tiempo que se araba. Se le añade
también la reja para liberar el suelo de rastrojos y una cuchilla metálica
vertical para asestar un corte más hondo en el terreno. Todo este equipo
de labranza se movía ya sobre ruedas y, en un principio, se manejaba mediante
tracción con bueyes: los caballos no podían utilizarse para este tipo de
labores, puesto que se desconocían razas equinas capaces de soportar un trabajo
tan duro.
La
noria es una de sus principales legados en este aspecto, extendiéndose en poco
tiempo por toda la península. Técnicamente es una máquina utilizada para la
elevación de agua, compuesta de una rueda con pivotes, normalmente accionada
por tracción animal que engrana con otra rueda vertical, la cual lleva adosada
una cadena o cuerda sin fin con cangilones (u otro tipo de recipientes).
Introdujeron también la técnica de la "forjadura en paquete",
soldando capas alternadas de acero duro y dulce, obteniendo un material muy
elástico y muy resistente, que hizo famosas las hojas de espada de Damasco y de
Toledo.
Los marinos
musulmanes aprendieron de los chinos el arte de navegar con la aguja de marear
(una versión náutica de la brújula), para sus grandes viajes, y lo dieron a
conocer a los europeos. Los navegantes islámicos también introducen en Europa
el timón de codaste (un sistema de dirección del barco por medio de un timón
adosado a la roda de popa), un instrumento imprescindible para la navegación.
Hasta ese momento los barcos eran gobernados por uno o dos remos colocados
verticalmente en el costado, hacia popa, y las maniobras con dicho sistema eran
poco fiables, sobre todo con mal tiempo, exigiendo además varias personas para
hacer los virajes.
Paralelo al aporte de la brújula,
el astrolabio y el timón de codaste, los nautas musulmanes difundieron la «vela
latina» (la denominación es equívoca, ya que hace suponer que su origen es
latino, cuando en realidad fue un invento de los musulmanes), también conocida
como de cuchillo o triangular, más fácilmente orientable, que permitía navegar
con viento de costado, mientras las velas más usuales de la época
(trapezoidales) exigían, para poder navegar, el viento de popa, circunstancia
ésta que hacía más lentas las singladuras y, por tanto,
Por
último, y no menos sorprendente, cabe indicar que en Al-Andalus se conocían
técnicas para la fabricación de autómatas. Los jóvenes andalusíes de familias
adineradas tenían en sus habitaciones todo un decorado autómata de muñecos que
bailaban y cantaban. Había también gallinas que solas picoteaban el suelo,
carritos que andaban solos, etc.
(Tomado de: www.juntadeandalucia.es/averroes/~14700596/.../inventos.htm)
La agricultura, que experimentó
un gran avance:
-Introdujeron cultivos de origen oriental (arroz, morera, caña de azúcar, cítricos y azafrán).
-Aumentó el cultivo de árboles frutales (cerezos, granados, plataneros, higueras).
-Plantas textiles, aromáticas, colorantes y medicinales.
-En secano, continúan los mismos cultivos anteriores: trigo, vid y olivo, a pesar de la prohibición coránica de consumir vino.
-Se mejoró e intensificó el regadío. Solucionaron los problemas para obtener y transportar agua construyendo pozos, norias, acequias y sistemas de regadío como galerías subterráneas perforadas y el sistema de irrigación por terrazas. Aprovecharon las riberas de los ríos para la agricultura de regadío.
Respecto a la ganadería, los animales más importantes fueron las ovejas, los caballos –crearon una raza propia- los asnos y las aves. En gastronomía toda la gama de dulces, turrones, mazapanes etc.
Kanarias diciembre de 2012.
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