lunes, 7 de octubre de 2013

12 DE OCTUBRE DIA DE LA HISPANIDAD, DIA DE LA RAZA ¿QUE HISPANIDAD? ¿QUE RAZA?




SATOS, HIJOS DE MIL TRIBUS: ESPAÑA ESA ENTELEQUIA


Winiwuada Frysky

 “Andaba yo en la búsqueda de una palabra o un concepto exacto, o casi, para definir qué es españa cuando me acordé de una frase de D. Benito Pérez Galdós acerca de ese país y que quedó para la historiografía. En una ocasión le preguntaron a D. Benito qué era españa y contestó con una frase que ha quedado ahí en el aire: “españa es una entelequia”. Al ir a Google para tratar de buscar el significado exacto de esta palabreja resulta que uno se pierde en conceptos que van desde el latín al griego pasando por no sé donde pero que al final no llega uno a comprender nada excepto que una entelequia es algo así como “algo que es y está ahí pero que no es, que no acaba de ser”, y eso es lo que más o menos creyó que era, para D. Benito, españa y por tanto así lo dijo.

    Como no me quedó claro las respuestas que encontré me dio por meter en Google la frase de D. Benito: " españa es una entelequia" y me salió un muy extenso y completo artículo de lo que es españa no como Nación, que no lo es, sino como esa "entelequia" que ha existido siempre y siempre seguirá existiendo. El artículo se me antoja no como una Historia de españa, que no lo es puesto que españa nunca ha existido ni como país ni como Nación, sino como la Historia de esa parte de Europa que desde antes de la invasión de Roma ya los fenicios dieron a conocer con el nombre de Span y que significa "tierra de conejo", término éste que ya usara para referirse a esa parte de Garaldea ( nombre anterior de cómo los africanos llamaban a Europa ) Juba, el que fuera el primer africano que colonizó e introdujo en las Islas Canarias hombres y mujeres desde el continente africano y también hijo de Massinisa primer emperador africano que tuvo Roma y al que se le atribuye la frase "Ta-Ferka ifrikkiyin", África para los africanos.” (M. Meneses, 2010).

    Habrá que analizar la pregunta en sus dos vertientes; entelequia en su sentido literal de “algo que tiende por sí mismo a su propio fin” o en su sentido irónico de “algo irreal”. Ha habido a través de la Historia de españa - y sigue habiéndolos- muchos movimientos centrífugos dedicados a convertir en realidad el sentido literal del concepto y, por otro lado, muchos pensadores españoles han usado el sentido irónico del mismo para negar la existencia de españa como un sentimiento arraigado en la conciencia del pueblo y, por lo tanto, como algo arbitrariamente impuesto.
   Tras el largo período paleolítico, y concluido el largo proceso de hominización con la especie Homo sapiens sapiens, se inició el período neolítico en la Península Ibérica hace aproximadamente 5.000-3.000 años. Las nuevas comunidades agricultoras y ganaderas se asentaron creando poblados permanentes.

   La Edad de los Metales se inicia con la edad del Cobre, en torno a 3.000 a.C., y continúa con la Edad del Bronce (2.000 a.C.). Hacia 1.200 a.C., tiene lugar la primera de una serie de asentamientos de pueblos indoeuropeos.
Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a las gentes del levante y sur de la Península Ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes.
De estos pueblos escribieron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citándolos con estos nombres, al menos desde el siglo VI a. C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelani, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
    Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de la Península Ibérica. (Enciclopedia encarta / Wikipedia.org / es.wikipedia.org).


   Se inicia así lo que se denomina la Protohistoria: período comprendido entre las arribadas indoeuropeas (1.200 a.C.) y la colonización en la segunda mitad del siglo III a.C. De este período han quedado abundantes restos arqueológicos, a los que se les une los primeros testimonios escritos de griegos y romanos sobre la península ibérica.
   La primera referencia se remonta 3000 años en la forma del vocablo fenicio "Spanija" o "Span" (literalmente "tierra de conejos"), los romanos lo latinizaron a Hispania (o Ispania), con el tiempo se convirtió en Spania (volviendo casi a la ortografía fenicia) para terminar - con el cambio de la pronunciación de la ese en el norte y la introducción de la ñ - finalmente en españa. No hay duda que en su origen y durante siglos, y hasta milenios, la palabra Span-Hispania-Spania-españa era un concepto puramente geográfico comparable a Iberia (del griego Iberia ó Hiberia) o, en la actualidad, la Península Ibérica.

    Los primeros pueblos que aparecen en la historia de la Península fueron los iberos, que, en sucesivas oleadas, entraron desde África a partir del Paleolítico Superior hasta la Edad de Bronce, extendiéndose al principio por el Levante hasta el Noreste, terminando en el Sur de Francia, y, mucho más lento hacia el interior y el Norte de la Península. Considerando que esta migración ocupó un periodo de más de cinco mil años, no es sorprendente que desde tartesios/turdetanos, en el Sur (de España) hasta airenosios en el sur de Francia, se han contado no menos de 20 pueblos/tribus iberos diferentes. Una de las muchas ironías de la Historia de españa - seguramente muy molesta para el Honorable Pujol, que nunca se ha distinguido por su sentido del humor - es el hecho que uno de estas tribus, conocido por "castellanos" se asentó durante muchos siglos en la actual comarca de Olot (de lo más catalán imaginable!). Aparte de estos pueblos hubo otros 8, asentados en Asturias, Cantabria, Vascongadas, Navarra y la Rioja, que han sido clasificadas como "no identificados" o sea de origen supuestamente "desconocido".
    No obstante me parece lógico considerar estos pueblos tentativamente como iberos, considerando que una vez llegado a la Delta del Ebro, el valle del Ebro no era solamente la vía de penetración más obvia hacia el Noroeste sino además una ruta muy atractiva comparado con seguir una costa cada vez más accidentada.

    Terminadas las oleadas migratorias iberas, comienzan, a principios del último milenio a. C., las indoeuropeas, llevadas a cabo por pueblos célticos. Estos no vienen del Sur como los iberos sino del Norte, penetrando a través del Pirineo oriental. Con iberos a ambos lados de su vía de penetración están forzados a cruzar el Ebro y aprovechan las valles del Duero y, en posteriores oleadas durante varios siglos, los del Tajo y Guadalquivir para ocupar todo la parte occidental de la Península. Se han contado no menos de 16 tribus celtas, desde galaicos en el Noroeste hasta lusitanos y oretanos en el Sudoeste.

    Los celtíberos ocuparon un extenso territorio situado a ambos lados de la diagonal Ávila-Soria (más o menos Castilla la Vieja). No sabemos si se trataba de iberos celtizados o de celtas iberizados. Poco importa: para ser estos tendrían que haber tenido forzosamente vecinos iberos lo que parece confirmar que los llamados "pueblos no identificados" al Norte de su región habría que considerarles como iberos; y por otro lado, si hubieron sido aquellos, la supuesta teoría de que los iberos no hubieron penetrado ni el Centro ni el Norte de la Península, quedaría igualmente desmentida.
    Los primeros iberos que penetraron en la Península no se encontraron, lógicamente, con un territorio vacío. Hubo ya una población autóctona de unos 50.000 individuos (una densidad, típica de aquellos tiempos, de un habitante por cada 10 Km. cuadrados) repartidos entre las valles y cuencas más protegidas. Esta población tenía probablemente también remotos orígenes africanos, y a través de los milenios fue totalmente absorbida por los "migrantes" iberos, menos los grupos en Galicia y Asturias de origen étnico desconocido que mucho más tarde fueron celtizados. (www.berrom.com/españa-una-entelequia.htm).

   A tenor de lo investigado por el profesor Fernando García de Cortazar procede establecer tres periodos básicos iniciales de la Península Ibérica:

1.- Los habitantes Oriundos o descendientes de los que procedentes de África se han hallado en Atapuerca.
2.- Los que la invadieron procediendo del norte, desde las actuales Francia, Alemania, etc.
3.- Los que se establecieron en el sur y venían de Oriente.

Los oriundos. Hacia los años 100.000 a.C. en la Península se había asentado el homus Neandertal,   dedicado a la caza y a la recolección de frutos. En los años 30.000 a. C., lo sustituye el Cromagnom, que fabrica utensilios y pinta en las cuevas de Cantabria sus bisontes y caballos. Y sigue siendo cazador.

En los años 3.500 a. C., la evolución da paso al hombre Neolítico, que cultiva la tierra y se reagrupa en comunidades, formando grandes poblados rodeados de murallas y en donde, dejando la piedra, trabajan el cobre y luego el bronce..

Hacia el año 2.000 a. C., comienza la Edad de Bronce o periodo en el que trabajan el oro y la plata, y construyen grandes megalitos desde Galicia al Pias Vasco y desde Cataluña a Andalucía.


”Los Colonizadores”

Por los años 1.000 a. C., mercaderes Fenicios venidos de Oriente arrumban a las costas de Levante y Andalucia. Y el Norte era visitado por tribus llegadas de Europa. Hombres y mujeres procedentes de las actuales Francia, Suiza y norte de Italia se internan en Cataluña (Campos de Urnas), así como gentes del Rhin se establecen en el valle del Ebro atravesando las zonas cantábricas.


Son los Celtas.

Hasta ese momento, a los habitantes de la Península se les denomina Iberos.

En el sur, los habitantes nativos mantienen una monarquía, la de Tartesos, en la que es destacable el mítico rey Argantonio. Durante los siglos VIII y VII a. de C., los fenicios de Sidón y Tiro descubren los ricos yacimientos minerales del sur, y fundan una cadena de factorías de las que nacerían Cádiz, Málaga e Ibiza.


Estos forasteros de Oriente se mezclan con los nativos y les enseñan a utilizar el torno de alfarería, la producción de artesanía en marfil, el cultivo de la vid y el olivar, la metalurgia de hierro y plata, lo que enriquecía a los jefes locales en sus transacciones con las expediciones de griegos y fenicios. Cádiz se convierte en la capital de la plata del Mediterráneo. (Antonio Vaca de Osma).

 Los Celtas          
Grupo de pueblos de origen centroeuropeo, cuyas primeras migraciones tuvieron lugar en la época prehistórica (a partir del siglo X a.C.). Se asentaron en diversos lugares de Europa (España, Francia, Gran Bretaña, Irlanda, Los Balcanes, Asia Menor...), ocupando la mayor parte del oeste y del centro de Europa durante todo el primer milenio a.C. Transmitieron su idioma, costumbres y religión a los otros pueblos de la zona. Los antiguos griegos y romanos reconocieron la unidad cultural de estos pueblos cuyos territorios se extendían desde el este de Europa hasta el norte del continente. Su nombre genérico aparece en documentos romanos como celtae (derivado de keltoi, la denominación que Heroodoto y otros escritores griegos dieron a este pueblo), galatae o galli. Los celtas hablaban una lengua indoeuropea, de la misma familia que las de sus vecinos itálicos, helénicos y germanos. Los topónimos celtas, junto con los nombres de las tribus, las personas y dioses, nos permiten pensar en su presencia en un extenso territorio europeo, desde la actual España hasta el mar del Norte y desde las islas Británicas hasta el bajo Danubio. Los primeros celtas que llegaron a la península ibérica hacia el 800 a.C. se asentaron en el valle del Ebro. Hacia el 700 a.C. una segunda oleada se estableció en la Meseta y, finalmente, en el siglo VI a.C., una tercera y última migración se asentó en el valle del Duero. Pasaron después al noroeste peninsular, donde la actual Galicia se convirtió en una de las zonas más fuertemente enraizadas a las tradiciones y a la cultura celta que han sobrevivido hasta hoy. Las tribus celtas colindantes con los territorios iberos de la península, recibieron la influencia de la cultura ibera que las transformó dando lugar a los pueblos celtíberos.
Hacia el 2600 a. C. se desarrolla en Andalucía oriental la civilización calcolítica, que se aprecia en los yacimientos de Los Millares (Almería) y Marroquíes Bajos (Jaén), estrechamente relacionados con la cultura portuguesa de Vila Nova y quizás (no probado) con alguna cultura del Mediterráneo oriental (Chipre).
Hacia 1800 a. C., esta cultura se ve sustituida por la de El Argar (bronce), que se desarrolla independientemente y parece estar muy influida en su fase B (desde 1500 a. C.) por las culturas egeas contemporáneas (enterramientos en pithoi).
Hacia 1300 a. C., coincidiendo con la invasión del noroeste peninsular por los celtas, El Argar, que bien pudo haber sido un estado centralizado, da paso a una cultura «post-argárica», de villas fortificadas independientes, en su mismo ámbito.
Tras la fundación de Marsella por los focenses (hacia 600 a. C.), los iberos reconquistan el noreste a los celtas, permitiendo la creación de nuevos establecimientos griegos al sur de los Pirineos.
A las comunidades establecidas al final de la edad del bronce se las considera sustrato indígena al hablar de la cultura íbera. Básicamente hay cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano y los Campos de Urnas del Noreste.

Las tribus vasconas escogieron en su mayoría el Pirineo navarro y el Pirineo occidental aragonés para su asentamiento. Con posterioridad, hubo un desplazamiento de parte de estas tribus hacia el oeste, conviviendo con las tribus várdulas y caristias.
Antes de la dominación romana existía una clara diferenciación territorial entre los grupos de vascones según su medio de vida, condicionado por el terreno.
El legado fenicio y cartaginés en la España Antigua duró unos 1400 años, desde finales del segundo milenio a.C. al 400. Los fenicios venían en busca de metales. Trajeron la escritura, el hierro, el aceite, nuevas técnicas de explotación de las minas. Introdujeron sus dioses, sus templos, sus rituales religiosos y la cremación de los cadáveres y el urbanismo del Oriente. Una serie numerosas de santuarios del sur de España son fenicios. Hubo una colonización fenicia en el Guadalquivir. Invadieron el Oriente de metales procedentes de las minas y de salazones. Durante el siglo V a.C. lucharon iberos como tropas mercenarias en el ejército fenicio en Sicilia. Con la llegada de los Bárquidas hubo una verdadera conquista de todo el sur y levante, y una penetración hasta el interior de la meseta. Se explotaron a gran ritmo las minas con nuevas técnicas de explotación y las pesquerías, en régimen de monopolio. Fundaron ciudades y acuñaron monedas. Las tropas celtibéricas y lusitanas participaron activamente en la Segunda Guerra Púnica. Se asentaron cartagineses en el sur. De Cádiz partieron las expediciones por el Atlántico en el s. V a.C. Todo el sur de España estaba habitada por cartagineses al final de la República Romana. En época romana se introdujeron nuevos dioses como Tanit y Dea Caelestis. El culto a Melqart duró en Cádiz hasta el año 400. (José Maria Blázquez).



A la llegada de Roma, Hispania ofrecía una de las mayores diversidades étnicas de toda Europa, acentuada por un claro gradiente cultural en sentido Norte-Sur y Este-Oeste, explicable por su mayor apertura o lejanía al Mediterráneo y a sus vivificantes influjos culturales acrecentada por la diversidad geográfica, apenas uniformada por la gran Meseta Central que actuaba como área de contacto. A lo largo del I milenio a. C. la
Península Ibérica ofrece un complejo proceso de etnogénesis al formarse los diversos pueblos prerromanos en un proceso acentuado por el influjo de fenicios, griegos, púnicos y, finalmente, romanos, coincidiendo en general con su evolución hacia formas de vida urbana, proceso que culmina con la definitiva incorporación de Hispania a la órbita de Roma.

Dentro del complejo mosaico étno-cultural de Hispania, cabe diferenciar a grandes líneas tres grandes troncos. Los turdetanos o tartesios e íberos ocupaba las zonas meridionales y levantinas abiertas al Medite rráneo y a sus corrientes civilizadoras, siendo los más cultos y civilizados, especialmente la Turdetania, en la actual Andalucía, como acertadamente señaló Estrabón (111,1,6 y 2,1). Por el contrario, en valles de las
montuosas zonas próximas al Pirineo Occidental vivían vascones y otros pueblos afines no indoeuropeos, étnicamente más relacionados quizás con el mundo ibero y aquitano, aunque culturalmente resultan más afines a los pueblos cantábricos, siendo su aislamiento y pobreza lo que explica su marginalidad y la pervivencia de este substrato al no llegar a romanizarse.

Finalmente, otro tronco étno-cultural lo constituían los pueblos indoeuropeos, entre los que destacan los celtas no siempre fáciles de diferenciar.

Éstos habitaban especialmente el centro, norte y occidente, desde el Sistema Ibérico hasta el Atlántico. En ellos cabe diferenciar los Celtíberos propiamente dichos, más desarrollados a la llegada de los romanos y con una estructura gentilicia clientelar de ideología guerrera con tendencias expansivas, frente a los Lusitanos y otros pueblos del Norte, como Galaicos, Astures y Cántabros, de menor desarrollo y que mantenían una estructura pregentilicia más arcaica y basada en clases de edad. (Martín Almagro-Gorbea)

La colonización griega
   Los contactos comerciales entre griegos e indígenas de la fachada este de la Península Ibérica se ven propiciados por la existencia de colonias griegas en España. Las relaciones comerciales comienzan en el siglo VI a. C. con exploraciones sistemáticas desde el nordeste peninsular, donde estuvieron ubicadas las colonias de Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas).
   Una vez en el Mediterráneo Occidental, las navegaciones se efectuaban mediante cabotaje, generalmente desde el norte hacia el sur, centrándose en la costa levantina y sureste peninsular, a partir del s. V a. C. En este punto es importante mencionar una serie de pequeños puertos, atalayas o ensenadas con nombre griego (Hemeroskopeion, Alonis o Akra Leuke), usados según las fuentes clásicas por los comerciantes foceos para fomentar el comercio. No obstante, a nivel arqueológico no se ha localizado ninguna de ellas.
   Una vez en la costa, la ruta empleada por los comerciantes hacia el interior era a través de las vías naturales de comunicación, ríos y pasos entre montañas. En el sureste de la Península las dos vías más importantes fueron las de los ríos Segura y Vilanopó, teniendo como objetivo último el área minera de Sierra Morena, con epicentro en Cástulo (Linares, Jaén), a lo largo de una ruta jalonada de yacimientos ibéricos.
   Los comerciantes y buhoneros traían mercancías, básicamente productos manufacturados como vajillas de lujo, procedentes mayoritariamente de Atenas, objetos de adorno, joyas, pequeñas esculturas de terracota y una serie indeterminada de abalorios, entre los que habría tejidos y pequeños muebles que cambian por materias primas, principalmente metales.
   La ocupación romana
   La primera intervención de tropas romanas en la península se produjo en el 218 a.C. En ese momento Roma se enfrentaba a una guerra a muerte contra Cartago por el dominio del Mediterráneo Occidental y sufría el ataque de Aníbal. La llegada de tropas romanas a la Península se produjo para tratar de cortar el abastecimiento de las tropas cartaginesas, que procedía de sus territorios en la península.
   La guerra contra los cartagineses y sus aliados íberos fue dura, pero también Roma ganó aliados entre las tribus íberas y celtíberas. El resultado global de la guerra fue la derrota de Cartago y sus aliados a manos de Roma, por lo que finalmente en torno al año 197 a.C. Roma pasó a controlar todo el territorio costero de la Península Ibérica desde los Pirineos hasta el Sur de Portugal. La mayor parte de las tribus íberas del territorio aceptaron sin excesivos problemas el dominio de Roma.
   2. En una segunda fase (a partir del 150 a.C.), Roma se propuso extender su dominio a los pueblos celtíberos del interior de la Península. Como de costumbre, encontró una feroz resistencia por parte de algunas tribus, pero también consiguió la alianza de otras, que se sumaron a sus tropas. Además, el ejército romano contaba ya entre sus filas con bastantes íberos, por lo que debía parecer más bien una tropa multinacional al servicio de Roma.
   En la penetración en la meseta se produjeron dos episodios de resistencia muy famosos. Por una parte, la tribu de los lusitanos encontró en Viriato a un caudillo que entre el 147 a.C. y el 139 a.C. lideró una guerra de guerrillas contra las tropas romanas que las puso contra las cuerdas. El terrorismo de Estado, más que la guerra, acabó con la resistencia, pues Viriato fue asesinado por unos traidores que esperaban recibir una recompensa de Roma. Aunque tal vez hayas oído la leyenda de que cuando dichos traidores fueron a cobrar su recompensa el consul romano los mandó ejecutar y dijo esa famosa frase de Roma no paga traidores.

Los Suevos y Visigodos
En el siglo V el debilitamiento del Imperio Romano era ya muy evidente para todos.
   Tanto es así que las tribus bárbaras no aguantaron más la tentación, y comenzaron a invadir el Imperio de Occidente que tantos siglos les había costado a los romanos. Una de estas tribus bárbaras que acometió dicha empresa eran los suevos.

Fue en el año 406 cuando estos suevos cruzaron los Pirineos con un ejército de 30.000 hombres. En poco tiempo se asentaron en las tierras del norte de Iberia, como la actual Galicia y el norte de Portugal. Su rey Hermerico inició una serie de rápidas conquistas, eligiendo la ciudad de Augusta Bracara, la actual Braga portuguesa, como base de su nuevo reino.
   A partir de aquí fueron conquistando nuevas ciudades en la Península Ibérica, hasta entonces romanas. Los romanos se dieron cuenta de que poco o nada podían ya defender e iniciaron una serie de trámites legales con los suevos para poder convivir en las mismas tierras, a cambio de una serie de concesiones.
   Sin embargo, en el año 416, la provincia de Iberia, ya bastante poblada con ciertas tribus bárbaras como los vándalos y los alanos, recibieron la llegada de una nueva tribu, los visigodos. Esta llegada hizo que, desde el primer momento, todos entraran en conflicto, ya que a los visigodos no les gustaba demasiado eso de compartir territorios, sino que llegaron con la intención de apoderarse de todo en exclusiva.
   Precisamente en el año 418 los visigodos derrotaron a los suevos en sus luchas internas, por lo que estos últimos se vieron obligados a atrincherarse en las tierras de Galicia. De todas maneras esto no amedrentó a los suevos, sobre todo cuando los vándalos y los alanos abandonaron Iberia rumbo al norte de África. Aún así, los visigodos continuaban manteniendo a raya a los suevos.
   A partir de ahí un pequeño tratado de paz hizo que ambas tribus se respetasen durante unos años. En ese momento los romanos aprovecharon para pedir a los suevos ayuda en el conflicto que tenían con los hunos. Sin embargo, como todo hacía presagiar, el tratado de paz entre suevos y visigodos no duró mucho tiempo, ya que las ambiciones de ambas tribus por controlar Iberia eran máximas.
   Todo explotó cuando los suevos se convirtieron al catolicismo y los visigodos se aliaron con la herejía arriana. Al convertirse al catolicismo, el rey suevo Chararico quiso aliarse con los francos, otro pueblo católico, pero fue en vano. Mientras negociaba, el rey visigodo, Leovigildo, se dio cuenta de los problemas que le traería a su tribu la unión de suevos y francos, e inició la guerra antes de que fuera demasiado tarde.
   Era el año 576. La guerra se extendió durante diez años, tiempo más que suficiente para que los visigodos aprovecharan las divisiones internas de los suevos para derrotarlos y acabar expulsándolos de la Península Ibérica. Allá por el 587 la tribu de los suevos desapareció arrasada por los visigodos, que quedaron como señores de la Península Ibérica. (José Manuel Breval).
Ocupación árabe imazighen de la península iberica
Aprovechando la crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de sus constantes luchas internas por el poder monárquico, tropas musulmanas, compuestas por árabes y beréberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar en el año 711 iniciando la conquista de la península ibérica.
   Dirigidos por el beréber Tariq, lugarteniente del gobernador del Norte de África, Musa ibm Nusayr los musulmanes derrotaron en la batalla de Guadalete (711) al último rey visigodo, Rodrigo, que perdió la vida en el combate.
   Animados por aquel éxito, los invasores decidieron proseguir el avance por las tierras hispanas, primero en dirección a Toledo, posteriormente hacia Zaragoza. En apenas tres años, los musulmanes lograron conquistar la mayor parte de las tierras hispánicas sin encontrar apenas resistencia. Solo las regiones montañosas de las zonas cantábrica y pirenaica escaparon a su control.
   Junto a los árabes, que ocupaban los puestos dirigentes, grupo bereberes del norte de África engrosaron las filas de los invasores musulmanes.
   Los árabes tenían fuertes estructuras tribales (qaysíes, kalbíes) que mantuvieron largo tiempo fuertes enemistades que pronto se manifestaron al repartirse las tierras ocupadas.
   A todos estos problemas entre los árabes, hay que añadir los provocados por los beréberes islamizados del norte de África, reacios a someterse a un autoridad central. Resultado de todo ello fue un oscuro período de luchas y enfrentamientos entre los distintos clanes árabes, y entre árabes y beréberes,  que durará toda la primera mitad del siglo VIII.
   Diversos magnates nobiliarios visigodos decidieron pactar con los invasores, como fue el caso de Teodomiro, en la región murciana. Las escasas fuentes disponibles nos hacen pensar que la conquista se realizó principalmente mediante capitulaciones y rendiciones acordadas entre los señores godos y los conquistadores musulmanes. La violencia fue más la excepción que la regla. Esto nos explica la rapidez de la conquista.
    Tecnología aportada por los árabes y imazighen a la cultura hispana
   Un primer ejemplo es la fabricación del papel, elemento previo a la generalización de la imprenta. El pueblo chino fue su descubridor y, en el primer siglo de nuestra era, mientras los demás todavía escribían sobre gruesos pergaminos, ellos ya habían aprendido a obtener de las fibras de la morera o el bambú una pasta que se extendía y alisaba sobre armazones de caña, formando hojas flexibles y lisas. Los árabes hicieron de transmisores: aprendieron la técnica china, la perfeccionaron utilizando trapos de lino en vez de fibra vegetal, y en el siglo XI establecían sus primeras fábricas de papel en España.
   El progreso más importante de la tecnología e ingeniería árabe medieval estuvo en relación con la agricultura y el agua (recogida, transporte y almacenaje), probablemente debido al rigor y aridez de sus zonas de procedencia. Introdujeron muchas plantas nuevas y realizaron avances agrícolas notables, como los fertilizantes y los injertos, generalizándose el abono de los campos en los siglos XII-XIII con el fin de dotar de mayor fertilidad a la tierra. Sus ingenieros idearon sistemas y equipamientos para el riego, construyendo acequias y canales de agua subterráneos, con accesos desde la misma calle para poderlos limpiar y reparar. Un nuevo modelo de molino de viento aparece también en escena, con aspas que giraban en un plano horizontal alrededor de un eje vertical. El arado de vertedera (más pesado) ayudó también a muchos granjeros, pues permitía voltear la tierra al mismo tiempo que se araba. Se le añade también la reja para liberar el suelo de rastrojos y una cuchilla metálica vertical para asestar un corte más hondo en el terreno.  Todo este equipo de labranza se movía ya sobre ruedas y, en un principio, se manejaba mediante tracción con bueyes: los caballos no podían utilizarse para este tipo de labores, puesto que se desconocían razas equinas capaces de soportar un trabajo tan duro.
   La noria es una de sus principales legados en este aspecto, extendiéndose en poco tiempo por toda la península. Técnicamente es una máquina utilizada para la elevación de agua, compuesta de una rueda con pivotes, normalmente accionada por tracción animal que engrana con otra rueda vertical, la cual lleva adosada una cadena o cuerda sin fin con cangilones (u otro tipo de recipientes).
   Introdujeron también la técnica de la "forjadura en paquete", soldando capas alternadas de acero duro y dulce, obteniendo un material muy elástico y muy resistente, que hizo famosas las hojas de espada de Damasco y de Toledo.
   Los marinos musulmanes aprendieron de los chinos el arte de navegar con la aguja de marear (una versión náutica de la brújula), para sus grandes viajes, y lo dieron a conocer a los europeos. Los navegantes islámicos también introducen en Europa el timón de codaste (un sistema de dirección del barco por medio de un timón adosado a la roda de popa), un instrumento imprescindible para la navegación. Hasta ese momento los barcos eran gobernados por uno o dos remos colocados verticalmente en el costado, hacia popa, y las maniobras con dicho sistema eran poco fiables, sobre todo con mal tiempo, exigiendo además varias personas para hacer los virajes.
  Paralelo al aporte de la brújula, el astrolabio y el timón de codaste, los nautas musulmanes difundieron la «vela latina» (la denominación es equívoca, ya que hace suponer que su origen es latino, cuando en realidad fue un invento de los musulmanes), también conocida como de cuchillo o triangular, más fácilmente orientable, que permitía navegar con viento de costado, mientras las velas más usuales de la época (trapezoidales) exigían, para poder navegar, el viento de popa, circunstancia ésta que hacía más lentas las singladuras y, por tanto,
   Por último, y no menos sorprendente, cabe indicar que en Al-Andalus se conocían técnicas para la fabricación de autómatas. Los jóvenes andalusíes de familias adineradas tenían en sus habitaciones todo un decorado autómata de muñecos que bailaban y cantaban. Había también gallinas que solas picoteaban el suelo, carritos que andaban solos, etc.
(Tomado de: www.juntadeandalucia.es/averroes/~14700596/.../inventos.htm)
La agricultura, que experimentó un gran avance:

-Introdujeron cultivos de origen oriental (arroz, morera, caña de azúcar, cítricos y azafrán).
-Aumentó el cultivo de árboles frutales (cerezos, granados, plataneros, higueras).
-Plantas textiles, aromáticas, colorantes y medicinales.

-En secano, continúan los mismos cultivos anteriores: trigo, vid y olivo, a pesar de la prohibición coránica de consumir vino.

-Se mejoró e intensificó el regadío. Solucionaron los problemas para obtener y transportar agua construyendo pozos, norias, acequias y sistemas de regadío como galerías subterráneas perforadas y el sistema de irrigación por terrazas. Aprovecharon las riberas de los ríos para la agricultura de regadío.

Respecto a la ganadería, los animales más importantes fueron las ovejas, los caballos –crearon una raza propia- los asnos y las aves. En gastronomía toda la gama de dulces, turrones, mazapanes etc.

Kanarias diciembre de 2012.

Tomado de: www. elcanario.net

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