to Domingo,
eso aquí, probablemente ustedes también habrán conocido u oído hablar de ellas
en sus pueblos.
Eran
estas mujeres, las vendedoras de pescado, que llegaban siempre caminando por
veredas, cortando por los atajos, pregonando su pescado…Que casi ponían música
a ese pregonar, hacían una letra monótona y continua con los nombres del tipo
de pescado y pregonaban con fuerza, con ganas, aunque estuvieran cansadas, no
se rendían, que había cierto pique entre ellas y corrían para llegar antes a
las casas donde ya la gente les esperaba plato en mano. Que madrugaban para
llegar a los desembarcaderos y ser las primeras en salir con sus pesadas cestas
a la cabeza adornadas con verdes y frondosos helechos que aún le daban mejor
aspecto al pescado, aunque fresco lo era, pescado en nuestras costas.
Sacrificada era la vida de ellas que luego volvían a sus casas y tenían que
hacer las tareas domésticas, y sacrificada la vida del pescador, el de ahora y
más aún el de antes. La mar es a veces muy traicionera y se cobra muchas vidas.
Ellos se exponen cuando la mar está brava, porque es su medio de vida y tienen
que salir a faenar, algunos de ellos salieron y no volvieron, bien porque se
los llevó la mar o porque fueran asaltados. En la historia más reciente de
nuestros pescadores canarios recordemos la tremenda tragedia del ”Cruz del
Mar”, en la que siete pescadores lanzaroteños murieron a manos de quienes les
asaltaron un 28 de noviembre de 1978 en aguas saharianas, penosa historia, esa
que llenó de tristeza al pueblo canario y que el estado español calificó como
un “accidente de trabajo”, en 34 años el "secreto de sumario" ha
embargado todas las declaraciones oficiales, dejándolo todo en un macabro
recuerdo... Pero volviendo a ellas, a las vendedoras de pescado, me cuentan que
eran generalmente familiares de los pescadores, era aquel como su pequeño
negocio que les permitía vivir y sacar adelante a sus familias, ellos pescaban
y ellas vendían. Era de las pocas cosas que en esa época la mujer podía hacer
fuera de su casa, trabajar entonces significaba para la mujer llevar la casa y
la familia, ser madre y esposa, a Dios gracias que ya no es así. Para quienes
ahora compramos el pescado en las pescaderías esto resulta algo curioso, debía
ser muy duro subir desde la costa cargadas con sus cestas, recorrer pueblos y
barrios para poder venderlo, ahora en cambio sale de la mar, se carga en los
coches y se lleva directamente a las pescaderías y de allí a nuestras cocinas.
Entrañables y duras sus historias, es el antes y el después de un oficio, de
uno de tantos oficios de nuestra gente de antaño, ahora nos quejaríamos si
tuviéramos que hacer caminando lo que ellas hacían, nos acostumbramos a la
comodidad, esa comodidad que llegó con el progreso y, bueno, que a todos nos
gusta…Buen día amigos…
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