martes, 5 de julio de 2011

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS




 CAPITULO XVIII

Chaurero n Eguerew


INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) XV

Los Once Menceyes de Chinech (Tenerife) en los años de la invasión española. VII

TEGUESTE II, ROMEN y PELICAR.

Tegueste II.

El nombre guanche de este mencey como el de otros se ignora, los historiadores han venido asumiendo los creados por Viana para mantener una línea de continuidad, Arribas recoge: “El primer Mencey de Tegueste fue el 8º hijo del Gran Tinerfe llamado como queda dicho Tegueste, su hijo que tuvo el mismo nombre era el que regía en tiempo de la conquista. Bautizado nombróse Juan Teguaco ó de Tegueste. Se le hizo reparto de tierras. Murió su padre á poco de la conquista. Fue su tutor Gui­llen Castellano y con él se educó y también fue su curador. Alonso González, yerno del Mencey de Abona. Testó ante Alonso Gutiérrez en 1521 folio 472. Fue casado con doña Catalina Ramírez y Afonso, dejando un hijo llamado Juan Tegueste.” (Arribas y Sánchez, 1993: 147)

Fue un valeroso general en la liga con Kebehi Benchomo, también tuvo otro hijo llamado Tegue que después de cristianizado se llamo Álvarez, posiblemente sea este quien ha dado nombre a la actual localidad de Pedro Álvarez en el municipio de Tegueste.
Tegueste. Tf. ant. Top. Nombre de una comarca y antiguo bando amazighe, hoy municipio, situada a 28º 31' de latitud Norte y 16º 19' de longitud Oeste. Expr. t. Tegeste, Teghest.
*te-gest, adj. vb. f. sing. de [G·S·(T)] ‘húmeda’. N. B. Tagaste, lugar de nacimiento del teólogo cristiano de origen amazighe Agustín de Hipona, era el nombre antiguo de la localidad argelina conocida en la actualidad por Souk Ahras, ubicada a unos 700 metros de altura, en una posición estratégica muy cerca de la frontera tunecina. (Dr. Ignacio Reyes García, 2004)


ROMEN

El Meneceyato de  Daute regido por Romén, constituía el extremo noroccidental de la isla se hallaba separado del reino de Ycoden por el barranco de las Cañas y al suroeste limitaba con el reino de Adeje; sirviéndoles de frontera los cerros o cordilleras de Tamaseche, Erjos, Bolico, Cherfe, Chijañe, Jinfas e Imoje. Comprendía este menceyato los achimenceyatos de Buenavista, con su accidentada región de Teno, Silos, Tanque y Garachico. En la época de la invasión y conquista ocupaba el trono Romén, conocido más tarde como Diego de Ibaute,  si bien se sabe que el achimenyato de Teno de accidentada orografía lo regía Guaniacara-Guantacara. “Via­na lo reputo, equivocadamente, rey. Era hermano del mencey Romén y según la fama hombre de carácter imperativo, irri­table y pronto a vías de hechos. Cuéntase que el Tagoro internacional celebrado por todos los reyes y altos dignatarios de la isla, con motivo de la llegada de Lugo con su ejército, en el que no se pusieron de acuer­do por la obstinación de Bencomo en no reconocer la independencia del reino de Güímar, sobrevino un anticipado y ruidoso rompimiento por la intemperancia de Guantucara, que estuvo a punto de llegara las manos con el mencey de Taoro.” (J. Bethencourt Alfonso, 1991: 347)

La corte del reino de Daute se hallaba emplazada en las Siboras (Los Silos), por donde discurría el riachuelo de Daute.

“Romén cristianizado como Diego Ibaute, testó ante Sebastián Pérez en 1516 folio 740. De sus hijos  Luís murió soltero y el Gonzalo testó ante Miguel García en 1528 folio 347 y dejó los hijos siguientes: 1º. Catalina González que casó con Juan Afonso; 2º. Juana González que casó con Francisco Díaz; 3º. Cristóbal González, casado con Inés Delgado; 4º. Isabel González que casó con Bartolomé Hernández; 5º Francisco González.” (Arribas, 1993:124-5)

Por su parte Bethencourt Alfonso nos dice: “Romen. Mencey de Daute en 1496. Llamóse después de bautizado Diego de Ibaute y dicen que viudo de su primera mujer, la más tar­de denominada Bárbola García, contrajo segundas nupcias con Juana González, “la Hidalga de Anaga”. Nosotros creemos fueron ambas coetáneas, siendo la segunda una esposa cucaha.

Según Arribas tuvo los hijos Luís y Gonza­lo Ibaute, a los que añade GarÍa Ramos, Juan Francisco, Benito, Gaspar, Melchor, y nosotros al infante Teguico.

Fue datado como consta en los libros 4.° y 5.°, como diremos oportunamente. Testó
en 1516 ante Sebastián Pérez, como afirma de Arribas.” (J. Bethencourt Alfonso, 1991: 352)

Diego Díaz Ibaute, hijo Romén, Príncipe heredero de la casa Real de Daute, aunque sus descendientes habidos de su matrimonio con María Juana González adoptaron el apellido de su madre. Había casado con  Barbóla García en primera nupcias y en segundas con la dicha María Juana González la hidal­ga natural de la punta de Anaga. Los hijos habidos con Bárbola García y fueron: lº. Luís Ibaute y 2a Gon­zalo Ibaute que casó con Francisca Delgado, estos nietos de Romén suelen ser confundidos con los Ibaute de Anaga.

Otros descendientes: Hernando Ibaute casó con Ana Hernández. Testó ante Márquez en 1536; Asano Imobach o Pedro Afonso Ibaute casó con  Chachiñama o Felipa Hernández, Infanta de Taoro; Andrés Hernández Ibaute contrajo nupcias con Leonor de Sosa, veci­nos de Sta Cruz. Testamento de su padre en La Laguna ante Márquez en 1559; Juana Ibaute casó con  Antonio González, hijo de Antonio González y Catalina Gaspar, con dote en 1555; fueron vecinos de Güimar; Gonzalo Ibaute contrajo matrimonio con  Francisca González Delgado. Testó ante Miguel García en 1528 folio 347.

PELICAR-BELICAR[1]

Pelicar/Belicar. Mencey de Icoden /Icod. Llamado después de bautizado Blas o Juan Martín de Icod. De los bandos defensores, con su esposa conocida después de cristianizada como Catalina Machado tuvo un hijo llamado Sebastián Imoba. Algunos autores entre ellos Antonio Rumeu de Armas a quien siguen María Rosa Alonso, Mariano Gambia, Leopoldo de la Rosa Olivera y otros, afirman que en el supuesto bautismo por el rito católico de Belicar en Almazan le fue impuesto el nombre de D. Enrique.

El territorio de Icod constituyó el menceyato de Icoden, rigiéndole en el momento de la conquista Belicar, que asimismo sometido, fue bautizado con el nombre de Blas Martín.

 Residía en las cuevas de Artaos, (Sanguiñal) las que fueron donadas con dos fanegas de tierra al canario conquistador Pablo Martín Buendía[2], como consta en el título 16 de Mayo de 1503, folios 40 y 48 y libro 2a original, cuaderno 18 folios 18 y 35. 112. (Arribas y Sánchez, 1993: 112)
Belicar. m. Tf. ant. Antr. Jefe del bando de Icod en la época de la invasión europea.
Expr. t. Bellicar, Pelicár, Pellicar.
*bəl-kar, comp. m. lit. ‘morueco fuerte’. *bəl, adj. vb. m. sing. de [B·L] ‘grueso, repleto’. *kar, s. m. sing. de [K·R] ‘morueco, carnero padre’. (Dr. Ignacio Reyes García, 2004)
Icod. Tf. ant. Top. Nombre de una fértil comarca del noroeste de la Isla, hoy convertida en municipio, situada a 28º 21' de latitud Norte y 16º 42' de longitud Oeste. Expr. t. Ichode, Icode, Icoden, Iycó, Ycod, Ycode, Ycoden, Yllode, Ymcod, Yquoden.
*i-qqǔd, pl. i-qqǔd-ăn, n. vb. concr. m. sing. de [Γ·D] ‘incendio’, ‘quemadura’. (Dr.Ignacio Reyes García, 2004)

Los historiadores coloniales han venido mostrando un inusitado interés por  la figura del Mencey Belicar, D. Blas o Juan Martín de Icod, o D. Enrique, quizás imbuidos por el halo de romanticismo en que han envuelto el hecho de que un desgraciado guanche fuese regalado por el rey católico al Dux de Venecia como un objeto exótico y curioso de la recién ocupada para la corona castellana  isla de Tenerife.

Estos autores hacen gala de un romanticismo nostálgico pero ciertamente  trasnochado, Rumeu de Armas dedica nada menos que diecisiete páginas al periplo de este personaje hasta llegar a Venezia, y María Rosa Alonso le sigue y trata de emularle dedicándole al tema cinco capítulos de su libro La Luz Llega del Este, en todo caso, ambos autores se extienden en narrarnos el largo viaje del embajador Capello desde Castilla hasta Venecia, del séquito del cual formaba parte un esclavo guanche cuya supuesta identidad está basada en meras especulaciones, pues no aportan ningún documento o prueba que demuestre fehacientemente que el guanche en cuestión fuese el mencey de Icod, así mismo, tampoco demuestran que dicho mencey no regresara a su isla de origen.

Puestos a especular me inclino por el regreso del desdichado mencey a su antiguo menceyato y que decidiera renunciar al nombre de D. Enrique que le fuera impuesto en la corte castellana-aragonesa y tomara el de D. Blás o D. Diego de Icod, por lo menos así se puede deducir de diferentes fuentes documentales que hacen referencia a la presencia del mismo en sus antiguos dominios, tal como lo hicieron los menceyes de Anaga y Adeje, cuyo regreso esta documentado en relación con los enfrentamientos que mantuvieron con el capitán invasor Alonso de Lugo.

Veamos las opiniones de algunos de los más significados  historiadores en torno al destino que los invasores les asignaron a los sometidos monarcas de Chinech:

“Alonso de Lugo envió a los reyes siete guanches de los más notables…” (Marín de Cubas)

“En efecto, todos los demás reyes obedecieron al de  España y se hicieron cristianos, y tuvieron de Su Majestad posesiones y rentas en España, donde vivieron honradamen­te.” (Leonardo Torriani, 1959: 186)

 “Pero nos asisten buenas razones para dudar si acaso les permitieron retornar a su patria. Núñez de la Peña lo asegura; con todo, es más probable que la política de aquellos tiempos se opuso a este géne­ro de piedad. No era entonces máxima muy corriente dejar en un país recién conquistado su­jetos que con facilidad podrían ponerse a la cabe­za de los malcontentos o díscolos. El ejemplo de la sublevación de las Alpujarras era en el día el objeto de las atenciones del ministerio. Y si todos los reyes bárbaros regresaron a Tenerife, ¿cómo no se vuelve a hacer memoria de ellos en nuestra historia? ¿Cómo no se encuentra habérseles repar­tido tierras para subsistir con el correspondiente decoro? En los antiguos libros de datas se hallan diferentes donaciones a favor de muchos guanches particulares y aun a favor del guanarteme de Ca­naria y de los naturales de las demás islas, pero ninguna a favor de los menceyes.

Puede añadirse a esta reflexión lo que escribe el continuador de la Historia eclesiástica, del abad Fleury: “Cuando los españoles (dice) se apodera­ron de Tenerife, estaba gobernada esta isla por un rey que hicieron salir del país. Pasó a Venecia, en donde causó admiración la novedad y lo extraño de su figura, de su manera de vestir, de su lengua y de sus costumbres.” Este rey que, a lo que podemos colegir era Bencomo de Taoro, tenía en su persona con que llamar la atención de los venecianos, si estamos a la pintura que de ella nos dejó un autor. Y parece que no fue sola su hija Dácil, mujer de Gonzalo García del Castillo, la que aseguró en las islas su posteridad, supuesto que el apellido de Bencomo todavía suena en algunas familias.” (Viera y Clavijo, 1978, t. 1.: 299)

Tras alguna vacilación y discusión, los jefes guanches se rindieron al vencedor. Alonso de Lugo convocó luego a los otros menceyes ya so­metidos y con nueve, o quizá con siete régulos, partió pronto para Castilla, a presentarse con sus cautivos ante Sus Altezas, que desde el 20 de abril habían establecido su corte en Almazán, en el alto Duero. Ya antes del 10 de junio estaba allí nuestro caudillo, según relación del embajador veneciano Francesco Capello, a quien los Reyes regalaron, para la Serenísima Señoría, al “mejor” de los reyes guanches vencidos. Todos éstos, así como sus súbditos, se consideraban convertidos a la santa fe católica, por el hecho mismo de su rendición; de modo que fueron bautizados ense­guida, por más que conste por el mismo Capello que no sabían “hablar”, esto es, hablar en cris­tiano. No hacía falta, y así quedaba excusado todo el enojoso problema de la predicación y evangelización, en el que hacía siglo y medio que trabaja­ban infructuosamente los franciscanos, ya de Ma­llorca y Cataluña, ya de Andalucía.” (Agustín Millares Torres, 1977, t.2: 266-7)

“Del  rey  de  Icod  sabemos  que  no  fue  sometido  a  esclavitud,  pero sí que  fue entregado  a  un  personaje  de  la Corte, (el rey Fernando, quien lo regaló al embajador de Venecia) rey que  lo  cautivó  indebidamente  y  lo  vendió  como  esclavo.  Por  ejecutoria  del  Consejo Real  de  4  de  junio  de  1501  “dieron  al  dicho  don  Enrique,  canario, por  libre e quito de toda  servidumbre e  catyberio  en  que está puesto, para  que  faga  de    lo  que  quisiere  e  por  bien  toviere,  asy  como persona  libre  e  fuera  de  cativerio”. La  identificación  del  don  Enrique que en la Cedula  se  refiere como   el  antiguo  rey  de  Icod,  es de notorio  interés  para  llegar  a  conocer cuál  fuera  su situación  jurídica  y, posiblemente, la de los otros menceyes  de  los  bandos  de guerra.

Con  arreglo  al Derecho  Común,  vigente  en  la Castilla  bajomedieval  y  de  comienzos  de  la Modernidad,  el  cristiano podía  hacer  cautivo  y  esclavo  al infiel  que aquél  conquistaba.  Sin  embargo,  por  voluntad reiterada de los Reyes Católicos,  influidos, especialmente  doña Isabel,  por  la  doctrina  de  una  minoría  destacada  de  teólogos,  estos reyes  de  los bandos  de guerra  debieron quedar  jurídicamente  libres,
lo  que  era  compatible  con  la  sumisión  a  potestad  señorial.  Se  era libre  si  se era  cristiano,  pero  era hombre  de  señorío.  La  condición del  hombre  de  señorío  fue  variable,  de  hecho:  dependía  de  la  dureza  del  señor,  de  la  posibilidad  de  control  de  la misma  por  parte de  la  administración  regia,  como  ocurrió  con  este  don  Enrique;  de la persistencia  y  seriedad  con  que  la  autoridad  eclesiástica  ejerciera su misión  tuitiva.  Las  leyes nada  decían, pero  en  la  práctica  esa presunta  libertad  podía  confundirse  con  la  virtual  servidumbre  y así pudo  ocurrir  con  algunos de estos menceyes  y  así ocurrió  con  el de  Icod,  hasta  la  intervención  del  procurador  de  los  pobres  de  la  Corte
Los nuevos datos que hemos recabado del mencey de Anaga son coetáneos de los ya narrados de don Enrique de Icod, del que hablamos en el número tres de esta revista.
 Existen tres documentos en la sección de Registro del Sello, en el Archivo de Simancas, que nos ilustran sobre algunos pormenores de su vida después de la conquista.
El primero de ellos es de septiembre de 1500, estando la Corte en Granada, pocos meses antes de que, como vimos, se denunciara la esclavización del mencey de Icod. El mismo procurador de los pobres Alonso de Sepúlveda hacía llegar a los Reyes Católicos en aquella fecha la queja de otro de los antiguos menceyes tinerfeños. En este caso era el del bando de Anaga, cuyo nombre cristiano era Hernando o Fernando, posiblemente porque el padrino de bautismo fue el propio rey. Sepúlveda solicitaba y los monarcas accedieron a que el caso fuera visto por el juez especial designado para tramitar los procesos de los canarios, don Juan de Silva, conde de Cifuentes, asistente de Sevilla.”  (Leopoldo de la Rosa Olivera, 1979.)
“La verdad es que, hasta ahora, no les ha sido posible a nuestros historiadores hallar un documento que probara quien fue el mencey guanche regalado por los Reyes Católicos a la Señoría de Venecia, o, al menos, de qué demarcación era. He de repetir que, más o menos, a mediados de 1496, excepto el nombre de Benitomo de Taoro, muerto en la llamada batalla de la laguna, desconocemos los nombres que los ocho menceyes tenían en su lengua guanche. Bautizado el mencey de Anaga, como he referido, fue llamado Don Fernando; el mencey de Adeje, Don Diego; el de Codex (¿Icod?), Don Enrique, canario, ven­dido como esclavo. Leopoldo de la Rosa en su interesante trabajo No­tas sobre los Reyes de Tenerife y sus familias, en Revista de Historia, julio - diciembre de 1956, menciona a los varios hijos del rey de Abona, di­funto “antes del 27 de mayo de 1510”, así que, entre los no enviados a Venecia, tal vez habría que añadir a los de Taoro, Anaga, Adeje e Icod este otro mencey que los documentos citan como “ya difunto”; de ser el enviado a Venecia no se le citaría como difunto... aunque sólo sea una conjetura lógica.

¿Era este mencey de Daute, Tacoronte, Tegueste o Güímar? No es un imposible pensar que fuera el de Güímar, como creyó Álvarez Delgado, y que incluso a Lugo le pareciera mejor alejarlo de Tenerife, porque estaba familiarizado, más que ninguno, con la cultura cristia­na, al tener en sus tierras la imagen de la Candelaria, al haber sido pa­cífico auxiliar del general en su campaña, finalizada la cual, Don Alonso, precisado de dinero, vendió güimareros y todos los que se le pusieran ante su codicia. Dejar al buen rnencey, que estaría disgustado con el conquistador, por la venta de los suyos en la Isla era peligroso; venderlo como esclavo, habiendo sido siempre de paces, tal vez le pa­reciera excesivo; como tampoco vendió al mencey de Adeje, ni al de Anaga; influir ante los Reyes para que lo dieran al embajador Capello, a fin de regalarlo a la Señoría, no es un pensamiento absurdo. Pero la historia no se hace con pensamientos lógicos, aunque ayuden, sino con documentos y no tenemos ninguno.” María Rosa Alonso, 1998: 93-95)

Quizás esta autora desconoce una Real Orden de 4 de diciembre de 1500 dada en Granada a Juan de Salcedo “para que averigüe, a petición del procurador de pobres, el paradero de don Enrique, canario, rey que fue de Icod, vendido por Patiño, contino de la casa real, sin tener derecho a ello, ya que el dicho don Enrique es cristiano y libre; y para que lo traiga a la corte en un plazo de diez dias, durante los cuales cobrara 200 maravedís diarios a cargo del dicho Patiño. Episcopus ovetensis. Filipus. Johannes licenciatus. Martinus. Tello. Muxica. Mármol. Pérez.”

Esta claro que como recoge la cédula citada por  La Rosa Olivera: “Por  ejecutoria  del  Consejo Real  de  4  de  junio  de  1501  “dieron  al  dicho  don  Enrique,  canario, por  libre e quito de toda  servidumbre e  catyberio  en  que está puesto, para  que  faga  de    lo  que  quisiere  e  por  bien  toviere,  asy  como persona  libre  e  fuera  de  cativerio”. El citado mencey no pudo ser el  al tantas veces citado C apello.

Recordemos que por su parte Sergio Afonso Díaz en su Historia de Arona afirma que el celebre mencey regalado por Fernando el católico al embajador de Venecia fue Añaterve: “…Añaterve, que fue desterrado de por vida a la República de Venecia ante el temor y la posibilidad de reunificar la resistencia guanche bajo su mando. “
Como vemos son dispares las opiniones de los diferentes autores, ni siquiera Antonio Rumeu que basa su trabajo a la vista de documentos originales existentes en el Registro General del Sello del Archivo de Simancas, puede asegurar que el guanche regalado a la Señoría de Venecia fuese el Mencey Belicar. Autores más modernos, y después de investigar a los cronistas, datas, protocolos, archivos parroquiales y provinciales, así como otros manuscritos, nos dan su nombres cristianizado, pero como siempre, sin ponerse plenamente de acuerdo como veremos.
“Por dos documentos fechados en diciembre de 1500 y junio de 1501, conservados en el Archivo de Simancas, nos ha llegado la noticia de que uno de los menceyes de Tenerife, de nombre cristiano Enrique, vivía en las cercanías de la Corte, y había sido vendido como esclavo por uno de los cortesanos del entorno real, el mayordomo Pedro Patiño, el mismo que habíamos visto adoctrinando a un cacique antillano. Quien daba la voz de alarma era el procurador real de los pobres, oficial judicial adscrito a una serie interminable de juicios promovidos por los cautivos canarios injustamente esclavizados a raíz de la conquista de La Palma y Tenerife. En 1500 es cuando se tiene noticia de la esclavización injusta de don Enrique, que de alguna manera hizo llegar el caso a conocimiento del procurador, en este caso Alonso de Sepúlveda, que a su vez trasladó la denuncia a los monarcas, como ellos mismos testimonian: “...diziendo que don Enrique, canario, Rey que fue de Codex, seyendo christiano e libre e quito de toda servidumbre, diz que Patiño, contino de nuestra casa lo tomó e trasportó fuera de nuestra Corte e lo vendió a quien tobo por bien, diziendo que hera esclavo, e que él estava al presente en servidumbre con fierros a los pies….”.
Los ilustres cautivos fueron adscritos a miembros de la Corte para que fueran aculturados y adoctrinados. De uno de ellos, “que se llamó don Juan de Castilla, quiso el príncipe para sí, y que quedase en su real casa, y que fuese muy bien tractado e mirado, … e mandó doctrinar y enseñar las cosas de nuestra sancta fe, e dio cargo de él a su mayordomo Patiño.…”.[3]
Recordemos el nombre de este mayordomo, Patiño, que será pieza fundamental de la historia de nuestro mencey. Como vemos, no era inusual que se adscribiera algún cautivo relevante a la Corte del príncipe, o de los Reyes, como especie de ornamento o trofeo exótico que los distrajera o pudieran exhibir a sus visitas.
Los Reyes decidieron enviar a uno de los alguaciles de Corte, Juan de Salcedo, para buscar a don Enrique donde estuviera y traerlo de vuelta a la Corte. El alguacil Salcedo se reveló como oficial competente, encontrando a don Enrique y sacándolo de la posesión de la persona que lo había comprado al mayordomo Patiño. En los meses posteriores se abrió un proceso judicial contra el mayordomo, y don Enrique, una vez localizado y liberado de su cautiverio, fue llevado a la Corte para tramitar su proceso judicial en Granada, donde estaba el Consejo Real, que asumió directamente la resolución del pleito.
El procurador Sepúlveda llevó la representación letrada de don Enrique frente a la parte acusada, en este caso Pedro Patiño, que se personó en el proceso aunque su defensa de Patiño no pudo contrarrestar los ataques del abogado del mencey, ya que la sentencia de los consejeros reales fue rápida y sin titubeos: “...en que fallaron, que atentos los autos e meritos deste proçeso, que devian dar e dieron al dicho Enrique Canario por libre e quito de toda servidumbre e catyverio en que este puesto, para que faga lo que quisyere e por bien toviere, asy como persona libre e fuera de cativerio…”.
El 4 de junio de 1501 los monarcas anunciaban a todas las justicias del Reino el resultado del pleito entre don Enrique y Pedro Patiño, por el que se reconocía al mencey icodense su condición de persona libre. Nada más sabemos de él. Sólo la constancia de que los últimos años de su vida los pasó en libertad, posiblemente en Sevilla, donde se había radicado un grupo numeroso de canarios, pero sin que tengamos ni siquiera la certeza de ello. A Tenerife no volvió. Había sido un mencey de bando de guerra, y lo lógico era que no le dejaran volver.” (Mariano Gambín García)
En cuanto a que: Había sido un mencey de bando de guerra, y lo lógico era que no le dejaran volver.”  Discrepamos del  Sr, Gambino, pues también tenían la condición de menceyes de bandos de guerra Beneharo II de Anaga y Acaimo de Tacoronte y ambos tienen suficientemente documentada su presencia en la isla después de dada esta por ocupada, si bien el Mencey de Anagua fue desterrado a Tamaránt, sus hijos regresaron y como queda dicho, mantuvieron pleitos en defensa de sus conmatriotas esclavizados por Alonso de Lugo.








[1] Citado en: A. de Viana, J. Núñez de la Peña, G. Chil y Naranjo, S. Berthelot, J. Bethencourt Alfonso, Cipriano de Arribas y Sánchez, Antonio Rumeu de Armas, María Rosa Alonso. (MMM)

[2] Este Pablo Martín Buendia, canarii de las tropas auxiliares isleñas bajo el mando de Maninidra, fue quien remato a Chimenchia-Tiguaro en las faldas de Sejeita (San Roque) durante la Batalla de Aguere o La Laguna.
[3] Recordemos que uno de los nombres atribuidos a Belicar es precisamente el de Juan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario