Vengo de familia de agricultores,
en casa siempre se cultivó la tierra, mis padres amaban la tierra, sus tierras,
que aunque no eran muchas si eran suyas y la sembraban con ese cariño que solo
un agricultor sabe darle a esa tierra. En épocas de cosecha se cuidaban los
cultivos como la más linda flor: papas, viñas, frutales, verduras y hortalizas,
todo eso que hacía resplandecer de verdor esa tierra
que tanto amaban, alguna que otra ayudita también dimos sus hijos de lo cual me
honro y enorgullezco y de los cuales algunos todavía hoy siguen con la
tradición aunque como hobby. En épocas de vendimia se juntaban familias y
amigos que desinteresadamente ayudaban en esa laboriosa tarea que era cortar la
uva, hacer el mosto…Se compartía un almuerzo y lo que hiciera falta comer, se
brindaba con el vino de la cosecha anterior que siempre se dejaba algo para ese
día si es que veían que se podía acabar antes. Creo que todas las familias del
barrio, unos más otros menos, hacían lo mismo y es que, la tierra, estaba muy
ligada a la vida de las familias en mi infancia. Recuerdo ver el verdor de los
campos cosa que hoy, desgraciadamente, ya no lo es tanto. Cuando salgo y veo
esas extensiones de terreno llenas de maleza donde antes se recogían esas
magníficas cosechas me resulta, cuando menos, triste. Los platanales también
van a menos, ya bastante menos gente cultiva nuestro rico plátano, las
importaciones de otros países han hecho que nuestros plátanos no sean tan
rentables como antes, a veces alcanzan unos precios irrisorios y al agricultor
no le da resultado pues apenas cubren gastos, y si aún sobrevive el plátano
quizás sea por las subvenciones. El trabajo del campo, tan sacrificado, tan
duro y costoso es con frecuencia “víctima” de las inclemencias del tiempo, la
sequía por un lado puede hacer que lo que prometía, cuando llega el temporal de
viento es hora de decir adiós por completo a todo lo que hay sembrado, es
triste ver los cultivos tras el paso de un vendaval, con él se van los sueños y
las ilusiones de esos agricultores que con tanto amor y dedicación cuidaban sus
cosechas y ven como ya nada será lo que esperaban. Pero ahí siguen ellos, con
su amor a la tierra, dando vida a la economía y haciendo posible que los
canarios comamos nuestros propios productos, los que se cultivan aquí, en
Canarias, la diferencia entre nuestros productos y los que llegan importados es
tan notoria, a nuestro favor, claro…lástima que a veces la gente vaya buscando
precio y no calidad…Tamaragua amigos…
Agosto de 2014.
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