Juan Delgado, escribano de Vilaflor
Poco tiempo después de finalizada la invasión y conquista, el
Adelantado Alonso de Lugo ordenó crear cuatro oficios de escribanía, que se estimaron suficientes para
atender las necesidades de la isla. Aunque los
escribanos residían en La
Laguna, se trasladaban a cualquier otro lugar donde se les
requiriera.
Posteriormente, el número se fue
ampliando de acuerdo con el crecimiento de la población.
En un principio, los escribanos eran designados por el Rey, el
Adelantado o el Concejo, si bien la
aprobación definitiva sólo era atributo del Monarca. La solicitud del nombramiento la realizaba el interesado, argumentando
el fallecimiento del titular. Sin
embargo, era frecuente la transmisión del oficio por renuncia de éste,
proponiendo el nombre del próximo titular, tras la acreditación de que sobrevivía veinte días después de su
renuncia. El Cabildo estudiaba la
documentación y, caso de acordar la admisión, se procedía al examen del aspirante para verificar su competencia y, si
resultaba apto, éste realizaba el preceptivo
juramento. Seguidamente, el Concejo lo tramitaba al Rey para su confirmación dentro del plazo de seis meses.
La necesidad de escribano público en el sector del Sur, donde se encontraba
integrada la villa de Adeje, se hizo cada vez más perentoria. Según relatos de testigos, la población iba en aumento en
estos lugares", especialmente en Vilaflor, donde vivían alrededor de 1.000 personas. Obviamente,
entendemos que se refería a la totalidad del
término de Chasna. En esta localidad y en Adeje existía alcalde pedáneo y alguacil, nombrados por el gobernador de la
isla.
Los vecinos de Vilaflor, Abona y Adeje acudían a La Orotava, Los Realejos o Garachico para poder legalizar sus asuntos. Los de
Vilaflor no tenían más remedio que hacer el
largo recorrido hasta Los Realejos y La Orotava, bien atravesando Las Cañadas del Teide, bien a través del Camino de Carrasco,
pasando por Ifonche, para llegar hasta
Adeje y tomar el de Aponte, que les conducía hasta Garachico e Icod. Finalmente, disponían de otra ruta alternativa,
cual era la del camino de Garachico que,
partiendo de Vilaflor, subía por la montaña de Teresme hasta Tijoco de Arriba y Arguayo, a cuya altura enlazaba con
el Camino de Aponte. En cualquier caso,
suponía una penosa marcha, alrededor de 45 Kilómetros. En invierno, el trayecto por Las Cañadas se encontraba
frecuentemente interrumpido a
consecuencia de la nieve. Los vecinos de Adeje, por su parte, se trasladaban hasta Garachico por el camino
de Ponte o Aponte.
En esa época, ejercían en Garachico esta
profesión tres escribanos, en La Orotava dos y en Los Realejos
otros dos. Cuando, desde estos lugares, alguno de ellos se veía obligado a dirigirse a
las citadas localidades del Sur, los honorarios se incrementaban de manera
significativa. Por otra parte, era frecuente que no pudieran llegar a tiempo
para la ejecución de causas urgentes, como era el caso de los testamentos.
Estos tres factores, incremento de la
población, las largas distancias y el encarecimiento de las diligencias notariales, indujeron al
gobernador de la isla
a dirigirse al Rey, el 14 de julio del año 1564, suplicándole que se nombrara un escribano
público que atendiera los problemas de los territorios de Chasna, Abona y Adeje. En
una Real Cédula del 6 de octubre del mismo año, la Corona solicitó información. No sabemos el por qué, pero el hecho es que ésta
se verificó veinte años después ante el gobernador y justicia mayor, don Lázaro
Moreno de León. Convocó éste a una serie de testigos, vecinos de los citados lugares.
Uno de los testigos fue Francisco de
Medrano, quien dijo que tales términos se iban poblando cada vez más, en
especial el lugar de Vilaflor, donde se calculaban 200 vecinos y contaba, al
igual que el de Adeje, con alcalde y alguacil. Estimaba la distancia a La Orotava y a Los Realejos
en cinco leguas.
Hacía hincapié en que, especialmente
durante el invierno, los escribanos no podían pasar a Vilaflor debido a las nevadas y
que los vecinos que les trasportaban habían de recibir salarios elevados. Otro
informador fue Mateo Alvarez de Sepúlveda, vecino de Abona, quien corroboró las declaraciones del
anterior y dijo que la distancia que separaba Adeje de Los Realejos era de
nueve leguas. Intervino
también Pedro Soler, vecino de Vilaflor y regidor de la isla. Testificó que Vilaflor disponía de
alcalde y alguacil, que en todo este territorio no existía escribano público ni
privado y que las dificultades de transporte ocasionaba el que muchas personas
murieran sin poder hacer testamento.
Sin embargo, no hemos encontrado
referencias de que tal concesión se hiciera efectiva hasta cincuenta años después. Existen evidencias de
que el primer
escribano de Vilaflor fue Diego Martín de Barrios, que ocupó tal cargo en el
año 1614 y lo desempeñó hasta 1618. Esta Escribanía abarcó los lugares de Vilaflor,
Arico, Granadilla y Adeje, que constituyeron para el futuro la jurisdicción
territorial de la zona.
En el año 1628 fue nombrado don Andrés
Hernández Pinto. El 20 de enero de este año, a propuesta del Ayuntamiento de la
isla, fue confirmado por el Rey mediante carta extendida en la ciudad de El
Pardo.
El día 3 de mayo de 1647, el capitán don Juan Delgado presentó un
escrito dirigido al Ayuntamiento de la isla en el que solicitaba la plaza de
escribano público, por renuncia de don Andrés Hernández Pinto. Contaba 30 años
de edad cuando el Ayuntamiento le concedió el nombramiento.
Algo después, por Cédula Real del 30 de septiembre, se ratificó y aprobó su elección como escribano de número.
Seguidamente relatamos algunos pormenores.
El 23 de junio de 1647 "el capitán Juan Delgado vesino del
termino de Adexe desta ysla presento ante
Vuess estos recaudos y renunsiasion que mi hiso Andrés Hernández Pinto
escribano de Billa Flor, Adexe y La Granadilla del dicho ofisio y testimonio del titulo real".
En el expediente figura el testimonio de una Carta Real de fecha 20 de
enero de 1628 que prueba que en tal fecha se dio nombramiento de escribano de esta jurisdicción a Andrés Hernández Pinto. La
mandó redactar don Sebastián Antonio de Contreras y Mitarte, secretario del
Rey, por mandato de éste. Consta también el escrito de renuncia de este
escribano, de fecha 1 de marzo de 1647,
en favor de la persona de Juan Delgado, por estimar que reunía las condiciones idóneas para desempeñar tal
cargo, recabando de la Corona confirmación del nombramiento de éste. Fue
extendido por el escribano del Realejo de Abajo.
Sigue luego la petición de Juan Delgado, de fecha 13 de mayo de 1647, aduciendo que hace la solicitud motivado por la
renuncia de Andrés Hernández Pinto a favor de
su persona. Resalta que ha sido "persona de buena vida. Hijo legitimo de legitimo matrimonio de Bartolomé Delgado
y Catalina Luzardo nativos los dos
desta ysla".
Existe evidencia de las declaraciones verificadas en La Laguna por los testigos Baltasar Suárez, Francisco Ruano Barrera y
Antonio Delgado, los dos primeros
vecinos de La Laguna
y el último "de las partes de Chasna" y pariente del aspirante. Coincidieron con las manifestaciones de Juan
Delgado, corroborando que éste contaba
con más de treinta años de edad, que era cristiano, que no descendía de raza mora ni judía y que su familia jamás
había sido condenada por el Santo Oficio. Informaron que Juan Delgado era hijo
legítimo del último matrimonio de Bartolomé Delgado y Catalina Luzardo "su última mujer".
Según lo legislado, Juan Delgado tomó posesión dentro de los seis
meses siguientes a la citada fecha. Ocupó esta plaza
hasta el año 1649. Su sucesor fue Lorenzo Díaz
Delgado, que la desempeñó desde 1649 hasta 1674. El último escribano de Vilaflor fue Domingo Ruiz Mora, del
que se conservan documentos datados
entre 1826 hasta 1849.
Extraído de: Pedro de las Casas
Introducción a la Historia de Adeje
ACT. Cabildo Insular de Tenerife,
1997.
ISBN.: 84-87340-70-9.
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