viernes, 3 de mayo de 2013

SANTA CRUZ DESDE LA ARENA A LA TABAIBA





PROLOGO
De nuestra pobre y triste vida sólo tiene raíces de poesía lo que arraiga en la frescura de nuestras impresiones infantiles. Y es por ello que estas páginas de Ernesto Salcedo -mi maestro, mi amigo- traen visiones, evocaciones que sacan la niñez y la juventud a flor del alma.
Aquí, escritas con mano y corazón, las páginas de un maes­tro de dignidad, de realidad, de elevación de espíritu. Ellas me han llevado a primeras visiones de la mar -la mar, flor extendi­da de reposo, que dijo Neruda- y de aquellos veleros, todos gole­tas y balandros, que tenían por sueño una victoria sobre las olas. Con estos veleros -todos blancos de velas abiertas- los vapores empenachados de humo que con sus proas audaces rompían la tierna corteza del Atlántico isleño y, paralelamente, la blanca es­tampa marinera del «Ciudad de Sevilla» con sus chimeneas adornadas -sobre el bicolor de la Transmediterránea- con el leve y rítmico respirar de los motores.
A mordiscos de sal y espuma, la mar borra todas las este­las, pero todas aquí renacen de la mano, del buen y bien escri­bir de quien lo hace poniendo todo su corazón, toda su alma, en esta historia del puerto de la ciudad que nació al filo de la ola, en el color y calor del Atlántico. […]

No hay comentarios:

Publicar un comentario