EL PROCESO DE LA CAL EN DAUTE
Pedro A. Báez Díaz
El proceso de la cal,
comenzaba con su extracción en la “cantera” o “calera” y su transporte hasta el
horno de cal. Nos cuenta don Fernando que los barcos llegaban
desde Gran Tarajal, en la isla de Fuerteventura hasta las costas Silenses “La
cal llegaba desde Gran Tarajal en barcos que fondeaban en la zona de la
burrera, frente al Puertito a unos 200 metros de la costa, en Los Silos. Estos
barcos llegaban con cargamentos de varias toneladas en sus bodegas. Recuerdo
muchos de los nombres de estos veleros como El Tasón, La Nemecia , El Paco, La Evelia , La Estrella y La Juanita entre otros.
También vino algún barco de vapor como El Gando o El Paloma siendo éste último
el mayor de ellos, de aproximadamente cuatrocientas toneladas, cuyo patrón se
llamaba Guillermo”. La gente se reunía alrededor del horno de cal a la
espera de la llegada de estos barcos, para proceder a su
descarga, la cual suponía un aporte económico para la sociedad
Silense. Los que esperaban se impacientaban muchas veces por la tardanza de los
barcos que incluso llegaban a ser de días. Pero al final, la llegada alegraba
el ánimo de la gente.
Nos
cuenta don Fernando como
los barcos varaban en la burrera y “allí bajaban sus lanchas al agua y luego
las cargaban de piedra. Una vez en la orilla, cuatro hombres robustos y de gran
corpulencia, desde la lancha, tiraban la piedra al agua a brazos y ya en tierra
un grupo de gente la subía a un terreno más arriba donde había una pesa para
pesar la piedra de cal.” “Yo recuerdo que tenían un peso de hierro que
pesaba cincuenta kilos y tenían una báscula con un tablero. Cada pesada era de
quinientos kilos. Luego un carro empujado a mano la subía a los hornos.”
Años más tardes los camiones
hicieron su aparición y un camioncito pequeño realizaba el transporte desde la
playa hasta el horno. Mucha de estas piedras, cuando el mar se encontraba en
mal estado, caían al fondo del mar, y nos decía don Fernando que “cuando el mar se
calmaba, nos sumerjíamos en busca de las piedras de cal, pagándonos a 25 pts
los mil kilos de cal recuperada del fondo”.
También nos cuenta don Fernando que el muelle de Daute,
construido por don Fyffes a finales del siglo XIX junto al Ingenio azucarero en
la zona de Sibora, fue
lugar de varada de algunos barcos al igual que el muelle de Garachico pero
“el transporte de la piedra de cal resultaba caro”. Uno de los
transportista, que con su camión, realizaba el trayecto entre Garachico y el
horno de cal era don Pedro Baéz.
Una vez almacenada
la cal en el horno, comenzaba el proceso de elaboración. Según nos cuenta
don Fernando “la cal la rompíamos a mano con un martillo
alargado de quince centímetros que podía pesar de seiscientos a mil gramos, con
un cabo de un metro de largo: Cada piedra se partía en pedazos de unos diez
centímetros, nunca mayor porque si no quedaba el centro crudo”.
Las piedras había
que meterlas al horno sobre unas parrillas que don Fernando nos
describió de esta manera “las parrillas se preparaban con unos hierros
largos que sujetaran la carga. Los hierros Ilevaban tres trozos de doble “T” de
unos quince centímetros. Se colocaban hacia el fondo del horno y luego, entre
medio, llevaba otros hierros con una empuñadura redonda para mejor manejo
puesto que estos hierros se colocan en el momento de la carga del horno y luego
se sacan para que la piedra, una vez quemada, vaya cayendo al suelo del horno.” También
se contaba con un trozo de hierro de dos metros curvado en uno de sus extremos
que se utilizaba para sacar del horno las tres parrillas del centro.
Con este hierro largo se escarbaba por la parte de abajo del horno hasta llegar
a ver la piedra encendida.
Cuando se tenia colocada
correctamente la parrilla comenzaba el proceso de carga del horno. Este proceso
de carga necesitaba de varias personas, puesto que una de ellas se tenia que
introducir en el fondo del horno, mientras otra hacia descender las cargas de
piedras de cal y carbón desde lo alto de la boca del horno. Don Fernando nos
describió esta operación de la siguiente manera “antes de cargar
el horno se introduce un hombre en el interior y coloca un ramaje
seco sobre las parrillas y encima unas manadas de leña para que prenda la
llama mejor.
Encima de la leña se ponen dos
cestas de carbón de piedra y luego cuatro de piedra de cal y a continuación se
va colocando todo encamadas, una de piedra de cal y otra de carbón, siempre con
la precaución de no arrimar el carbón a las paredes del horno porque podía
producirse una fundición y no dejaba bajar la piedra ya quemada. Cuando estas
camadas alcanzan la parte más ancha del horno la proporción pasa a tres cestas
de carbón por dieciocho de piedra de cal y con esta proporción se termina de
cargar el horno hasta la parte más alta para quemar toda la piedra”.
Una vez “cargado” el horno se
procedía a su encendido con un poco de gasoil y al cabo de cinco días ya estaba
el fuego en la parte más alta del horno. Esta señal indica que la piedra está
lista para sacar. Se comenzaba a sacar por la parte inferior del horno tirando
de la parrilla de hierro y por la alta se iva cargando en la misma proporción y
así sucesivamente este movimiento continuo pues como nos cuenta don Fernando “el
fuego no se apagaba mientras hubiera demanda de cal,incluso si llovía no
se apagaba el fuego”.
Tal era la
actividad del horno, que nos contó don Fernando “el fuego
del horno llegó incluso a servir de punto de referencia de navíos que navegaban
por las costas silenses “.
La cal que se
extraía se íva cargando en carretillas, que según nos cuenta don Fernando “estas
carretillas llevan la piedra al almacén donde se amontona en alturas no
superiores a cuarenta centímetros”.
La cal
cocida y depositaba en el almacén se regaba con agua y se removía con
una pala, momento que aprovechaba don Fernando y “colocábamos
dentro unas papas envueltas en unos trozos de saco y un pescado envuelto en
papel para que se cocinaran con el calor de la piedra y salían listas para
comer” “la cal sale de momento fría y después de añadirle el
agua es cuando coge calor y puede incluso llegar a quemar, como me ocurrió a mí
más de una vez.”. La piedra, con la ayuda del agua, se íva
abriendo y al cabo de dos horas ya se convertía en cal. Luego, nos cuenta don Fernando “se
pasaba por una cernidera para quitarle alguna piedrita que haya quedado sin
quemar y estas piedritas se vuelven a poner en el horno para quemarlas de
nuevo. Teníamos ya tanta práctica que las piedrecitas sin quemar las
depositábamos de nuevo en la carretilla dándole un simple “jeito” a la
cernidera”.
El polvo de cal quedaba listo para su venta y los vecinos de Los
Silos, así como del resto de la comarca se acercaban hasta el horno para
comprar la cal que utilizaban en la construcción , en la agricultura e incluso
como medicamento.
La llegada de
nuevos productos como el cemento y el yeso y más aún con la industrialización
izo que el oficio del “calero” desapareciera en la Villa de Los Silos,
así como ocurrió más tarde o más temprano, en el resto de los municipios
Canarios.
Sirva este trabajo como
homenaje a estos “maestros de la cal” los “CALEROS”.
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