domingo, 19 de agosto de 2012

EL PROCESO DE LA CAL EN DAUTE


EL PROCESO DE LA CAL EN DAUTE

Pedro A. Báez Díaz
El proceso de la cal, comenzaba con su extracción en la “cantera” o “calera” y su transporte hasta el horno de cal. Nos cuenta don Fernando que los barcos llegaban desde Gran Tarajal, en la isla de Fuerteventura hasta las costas Silenses “La cal llegaba desde Gran Tarajal en barcos que fondeaban en la zona de la burrera, frente al Puertito a unos 200 metros de la costa, en Los Silos. Estos barcos llegaban con cargamentos de varias toneladas en sus bodegas. Recuerdo muchos de los nombres de estos veleros como El Tasón, La Nemecia, El Paco, La Evelia, La Estrella y La Juanita entre otros. También vino algún barco de vapor como El Gando o El Paloma siendo éste último el mayor de ellos, de aproximadamente cuatrocientas toneladas, cuyo patrón se llamaba Guillermo”. La gente se reunía alrededor del horno de cal a la espera de la llegada de estos barcos, para proceder a su descarga,  la cual suponía un aporte económico para la sociedad Silense. Los que esperaban se impacientaban muchas veces por la tardanza de los barcos que incluso llegaban a ser de días. Pero al final, la llegada alegraba el ánimo de la gente.
Nos cuenta  don Fernando como los barcos varaban en la burrera y “allí bajaban sus lanchas al agua y luego las cargaban de piedra. Una vez en la orilla, cuatro hombres robustos y de gran corpulencia, desde la lancha, tiraban la piedra al agua a brazos y ya en tierra un grupo de gente la subía a un terreno más arriba donde había una pesa para pesar la piedra de cal.” “Yo recuerdo que tenían un peso de hierro que pesaba cincuenta kilos y tenían una báscula con un tablero. Cada pesada era de quinientos kilos. Luego un carro empujado a mano la subía a los hornos.” 
Años más tardes los camiones hicieron su aparición y un camioncito pequeño realizaba el transporte desde la playa hasta el horno. Mucha de estas piedras, cuando el mar se encontraba en mal estado, caían al fondo del  mar, y nos decía don Fernando que “cuando el mar se calmaba, nos sumerjíamos en busca de las piedras de cal, pagándonos a 25 pts los mil kilos de cal recuperada del fondo”.
También nos cuenta don Fernando que el muelle de Daute, construido por don Fyffes a finales del siglo XIX junto al Ingenio azucarero en la zona de Sibora, fue lugar de varada de algunos barcos al igual que el muelle de Garachico pero “el transporte de la piedra de cal resultaba caro”. Uno de los transportista, que con su camión, realizaba el trayecto entre Garachico y el horno de cal era don Pedro Baéz.
Una vez almacenada la cal en el horno, comenzaba el proceso de elaboración. Según nos cuenta don Fernando “la cal la rompíamos a mano con un martillo alargado de quince centímetros que podía pesar de seiscientos a mil gramos, con un cabo de un metro de largo: Cada piedra se partía en pedazos de unos diez centímetros, nunca mayor porque si no quedaba el centro crudo”.
Las piedras había que meterlas al horno sobre unas parrillas que don Fernando nos describió de esta manera “las parrillas se preparaban con unos hierros largos que sujetaran la carga. Los hierros Ilevaban tres trozos de doble “T” de unos quince centímetros. Se colocaban hacia el fondo del horno y luego, entre medio, llevaba otros hierros con una empuñadura redonda para mejor manejo puesto que estos hierros se colocan en el momento de la carga del horno y luego se sacan para que la piedra, una vez quemada, vaya cayendo al suelo del horno.”  También se contaba con un trozo de hierro de dos metros curvado en uno de sus extremos que se utilizaba para sacar del  horno las tres parrillas del centro. Con este hierro largo se escarbaba por la parte de abajo del horno hasta llegar a ver la piedra encendida.

Cuando se tenia colocada correctamente la parrilla comenzaba el proceso de carga del horno. Este proceso de carga necesitaba de varias personas, puesto que una de ellas se tenia que introducir en el fondo del horno, mientras otra hacia descender las cargas de piedras de cal y carbón desde lo alto de la boca del horno. Don Fernando nos describió esta operación de la siguiente manera  “antes de cargar el horno se introduce un hombre en el interior y coloca un  ramaje seco sobre las parrillas y encima unas manadas de leña para que prenda la llama mejor. 

Encima de la leña se ponen dos cestas de carbón de piedra y luego cuatro de piedra de cal y a continuación se va colocando todo encamadas, una de piedra de cal y otra de carbón, siempre con la precaución de no arrimar el carbón a las paredes del horno porque podía producirse una fundición y no dejaba bajar la piedra ya quemada. Cuando estas camadas alcanzan la parte más ancha del horno la proporción pasa a tres cestas de carbón por dieciocho de piedra de cal y con esta proporción se termina de cargar el horno hasta la parte más alta para quemar toda la piedra”.

Una vez “cargado” el horno se procedía a su encendido con un poco de gasoil y al cabo de cinco días ya estaba el fuego en la parte más alta del horno. Esta señal indica que la piedra está lista para sacar. Se comenzaba a sacar por la parte inferior del horno tirando de la parrilla de hierro y por la alta se iva cargando en la misma proporción y así sucesivamente este movimiento continuo pues como nos cuenta don Fernando “el fuego no se apagaba mientras hubiera demanda de cal,incluso si llovía no se apagaba el fuego”. 
Tal era la actividad del horno, que nos contó don Fernando “el fuego del horno llegó incluso a servir de punto de referencia de navíos que navegaban por las costas silenses “.
La cal que se extraía se íva cargando en carretillas, que según nos cuenta don Fernando “estas carretillas llevan la piedra al almacén donde se amontona en alturas no superiores a cuarenta centímetros”.
La cal cocida y depositaba en el almacén se regaba con agua y se removía con una pala, momento que aprovechaba don Fernando y “colocábamos dentro unas papas envueltas en unos trozos de saco y un pescado envuelto en papel para que se cocinaran con el calor de la piedra y salían listas para comer” “la cal  sale de momento fría y después de añadirle el agua es cuando coge calor y puede incluso llegar a quemar, como me ocurrió a mí más de una vez.”.  La piedra, con la ayuda del agua, se íva abriendo y al cabo de dos horas ya se convertía en cal. Luego, nos cuenta don Fernando “se pasaba por una cernidera para quitarle alguna piedrita que haya quedado sin quemar y estas piedritas se vuelven a poner en el horno para quemarlas de nuevo. Teníamos ya tanta práctica que las piedrecitas sin quemar las depositábamos de nuevo en la carretilla dándole un simple “jeito” a la cernidera”.
El polvo de cal quedaba listo para su venta y los vecinos de Los Silos, así como del resto de la comarca se acercaban hasta el horno para comprar la cal que utilizaban en la construcción , en la agricultura e incluso como medicamento.
La llegada de nuevos productos como el cemento y el yeso y más aún con la industrialización izo que el oficio del “calero” desapareciera en la Villa de Los Silos, así como ocurrió más tarde o más temprano, en el resto de los municipios Canarios.
Sirva este trabajo como homenaje a estos “maestros de la cal” los “CALEROS”.

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