martes, 5 de julio de 2011

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS





 CAPITULO VII

Chaurero n Eguerew

INVASIÓN SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) II

Como queda dicho en el capitulo anterior algunos autores son reacios a asumir el hecho de  la felonía cometida por el invasor Alonso de Lugo con los confiados aliados guimareros, sobre este particular el  profesor  Alejandro Cioranescu  advierte  que  ”el  cautivar  a  los  guanches  enviados  de Güímar  es  cosa  que  sin  duda  no  desentona  de  cuanto  sabemos  de Lugo;  pero  es  difícil  admitirlo  para  este momento  preciso,  en  que, desbaratado  en Acentejo,  Lugo  no  tenía  interés  en  hacerse  con  nuevos  enemigos”.

Pero  sin embargo hay que  añadir  que  el  P. Espinosa,  al  final  del  capítulo  octavo del libro de  su Historia,  añade  que,  “cuando  el  segundo  desembarco  de  Lugo,  los  del  reino  de  Guímar,  escarmentados  de  lo  que con  ellos  avían  los  españoles  usado  la  jornada  pasada,  se mostraron  esta  vez  neutrales,  estando  a  la  mira  en  un  monte,[1]  hasta  ver por  quien  quedaba  el  campo.  Y  viendo  que  los  de  Tegueste,  Tacoronte  y  Taoro  avían  llevado  lo  peor,  e  ivan  en  huída,  se  juntaron con  los  españoles,  sirviéndoles  con  lo  que  en  la  tierra  avía,  con mucha  voluntad y  fidelidad”. (Espinosa, 1980)

Nosotros  creemos que la denigrante acción de Alonso de Lugo en esta ocasión estuvo motivada precisamente por las consecuencias económicas derivadas de la  derrota y descalabro sufrido en Acentejo. Según los asientos o capitulaciones entre la corona castellana-aragonesa y el militi Alonso de Lugo, este disponía de un plazo de diez meses a contar desde el momento del desembarco para la ocupación de la isla, el cual según la Historia oficial tuvo lugar el primero de mayo de 1494.

Veamos: el 24 de diciembre de 1494, los reyes expiden en Zaragoza una Cédula según la cual de acuerdo con las capitulaciones dadas con Alonso de Lugo, conceden facultad al capitán invasor para extraer de sus reinos, con exención de impuestos, mil cahices de trigo y harina, trescientos de cebada y dos mil quintales de bizcocho. Se señala como límite para disfrutar de la franquicia el 15 de marzo de 1494. Por tanto, en la preparación de la armada invasora  había  invertido cuatro meses, restándole hasta diciembre fecha en que expiraba el plazo de la concesión.
Ante el descalabro sufrido y sin posibilidad de pagar a sus mercenarios al no disponer de botín de guerra, reunió a sus hombres supervivientes, informándoles de que faltando la pelea, no habría botín ni sueldo, convenciéndoles para que le secundaran en su malévolo plan. fol.  169v.) 







INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) IV


Segunda invasión

Después de la retirada del resto las tropas mercenarias que sobrevivieron a la batalla de Acentejo al real de Las Palmas, Alonso de Lugo mientras esperaba la participación del Duque de medina Sidonia o de cualquier otro magnate interesado en el comercio de esclavos, además de las “cabalgadas” llevó a cabo unas segunda invasión reglada a la isla, hecho recogido por el cronista Abreu Galindo y desarrollado más ampliamente por Rumeu de Armas, y que por lo visto no ha merecido la atención de otros investigadores posteriores, pues la mayoría de la bibliografía que se ocupa del tema destacan las “entradas” en 1494 y 1496 como si las operaciones de conquista hubiesen estado aletargadas, extremo que desmiente el inusitado auge de venta de esclavos guanches experimentado en los mercados de Valencia y Sevilla durante ese periodo.

Dende algunos días que se hubo rehecho Alonso de Lugo, tornó segunda vez a hacer entrada en Tenerife, y desembarcó en el propio lugar; y le sucedió tan mal como la primera vez, y hubo de embarcar­se con alguna pérdida de su gente.” (Abreu Galindo, 1977:318)

El mismo autor más adelante refiriéndose a las huestes enviadas por el duque de Medina Sidonia -de las que nos ocuparemos en el capitulo correspondiente-, continua:

“Hecha, pues, reseña de toda la gente, el capitán Alonso de Hernández de Lugo se embarcó en las seis carabelas, y en otras muchas barcas y carabelas que tenía juntas, y tornó a la isla de Tenerife ter­cera vez sobre los guanches, y fue a desembarcar en el puerto de San­ta Cruz.” (Abreu Galindo, 1977:320)

Hecho que queda corroborado por el documento que hemos visto en el capitulo anterior en el que los escuderos y peones reclaman en enero de 1496 al futuro Adelantado las pagas adeudadas: “e que la primera vez e des­pués otras muchas en la dicha conquista se hallaron con él, donde diz que fue­ron muertos muchos dellos e robados e feridos; e se fueron a la ysla de la Grand Canaria, para allí se reparar fasta LX de cavallo e tresyentos peones; e quel dicho Alonso de Lugo les rogó, pues que en ello usasen temor de Dios e nuestro, que se fuesen con él a la dicha ysla de Tenerife a faser dos fortalesas; e que ellos, por nos servir e por los juramentos e promesas quel dicho Alonso de Lugo les fiso que serían pagados e satisfechos, e se bolvieron e fueron con él; e que estuvieron travajando en las dichas fortalesas e en la villa que se fase, peleando e fasyendo la guerra a los canarios, donde diz que fueron muertos los más dellos.”[2]
Es más que probable que durante esta segunda invasión cuya principal misión consistía en asegurar unos emplazamientos o cabezas de puente en el menceyato de Anaga[3] desde donde poder acometer de manera estratégica los ataques a los menceyatos resistentes de Tegueste, Tacoronte, taoro y daute.[4] Es posible que fuese esta avanzadilla quienes en los momentos previos a la tercera invasión fuesen los autores con ayuda de los naturales de los bandos de paces, del envenenamiento de las fuentes de agua en los menceyatos resistentes y que los cronistas dieron en denominar como “enfermedad de la modorra”, pero que realmente y conforme atestiguan modernos estudios consistió en una guerra biológica.

Se define como guerra biológica el uso intencional de organismos vivos o sus productos tóxicos para causar muerte, invalidez o lesiones en el hombre, animales o plantas. Su objetivo es el hombre, ya sea causando su muerte o enfermedad o a través de la limitación de sus fuentes de alimentación u otros recursos agrícolas.

El empleo de los agentes biológicos como armas data de la antigüedad, donde existen registros de los asirios, griegos y romanos que contaminaban las aguas de los pozos con cuerpos en descomposición, o empleaban substancias tóxicas extraídas de las plantas o animales para untar las puntas de sus flechas.

Las huestes invasoras tenían experiencia en este tipo de guerra sucia que ya habían experimentado con éxito en la guerra de Granada envenenando las aguas de la acequia de Aynadamar en Víznar, esta acequia abastecía de agua los aljibes del Albaicín, el principal núcleo de población de la Granada nazarí. En dicho canal los cristianos envenenaron las aguas tirando cadáveres  y viseras de cabras.

Los historiadores de la invasión y ocupación de Chinech hacen referencia directa a algunas enfermedades del  aparato respiratorio, anotando que éstas se reducían a afecciones agudas provocadas por las variaciones del tiempo y que, en ocasiones, acarreaban sofocaciones o disneas (ehmer), cuyo origen también podía encontrarse en ciertas enfermedades circulatorias.

“Pero, sin lugar a dudas, la patología infecciosa mejor documentada en las fuentes es la modorra o pestilencia, enfermedad epidémica sufrida por los antiguos isleños durante la Conquista. Dicho mal causó un gran número de bajas entre la población isleña, condicionando la defensa de alguna de las Islas…

Fray Alonso de Espinosa describe en su Historia [1594 (1980): 110-111] uno de esos episodios, acontecido durante la conquista de Tenerife: En este  tiempo,  por el  año de mil  y cuatrocientos y noventa y cuatro,[5]  ahora fuese por  la permisión divina,   [...],   ahora  fuese  que  los  aires,  por  el   corrompimiento de  los   cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen corrompido e inficionado, vino una grande pestilencia, de que casi todos se morían, y ésta era mayor en el reino de Tegueste, Tacoronte y Taoro, aunque también andaba encarnizada y encendida en los demás reinos.[6]

Los síntomas de  la modorra eran  la fiebre y  la  letargia.  En algunos casos,  el enfermo también presentaba ciertas complicaciones del aparato respiratorio, que le conducían, si llegaba a sobrevivir, hacia un estado de abatimiento general. Aunque su contagio se atribuía a la corrupción del aire provocada por los cuerpos insepultos de los guerreros caídos durante los combates, cuyos efectos se agudizarían en las épocas más húmedas y frías, cabe suponer que el envenenamiento deliberado de los pozos de agua  por parte de los colonizadores tuvo también algo que ver.” (Néstor Bogajo, 2007)

El profesor e investigador  Francisco P. De Luca ha desarrollado un interesantísimo y documentado trabajo en torno al tema tratado del cual reproducimos los siguientes párrafos: “Por su parte, el Dr.J.Bethencourt Alfonso (III, 1997:110), licenciado en Medicina, afirmaba a principios del siglo XX en relación a este tema:”En las condiciones de vida de los guanches las epidemias de modorra (fiebre tifoidea para J.Bethencourt)  necesariamente tenían poco poder difusivo, siendo su radio de acción muy limitado..”..”las familias moraban aisladas unas de otras separándolas 3 o 4 km ., en chozas ventiladas, y que no conocían los estercoleros, ni las alcantarillas, ni los pozos negros, ni letrinas, ni lavaderos públicos”. De lo anterior se infiere que tuvo que existir un agente transmisor eficaz, concreto y puntual que provocase la sintomatologia descrita por los cronistas. Son muy significativas las afirmaciones de Espinosa y Viana por las cuales una de las causas que más contribuyó a la conquista de Tenerife fue la citada epidemia de modorra sufrida por los guanches, y además de “grandes proporciones”, en línea con la conocida y falsa teoría de la “casi total exterminación de la etnia guanche” sostenida a lo largo de los siglos por algunos autores, tendenciosa e interesadamente favorable a las tesis colonialistas.  
 
A la vista de la documentación histórica que describe la sintomatología y profundizando en los aspectos patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en presencia de una verdadera contaminación consciente o guerra bacteriológica…” (F. Pablo  De Luca)

No deja de ser significativo el hecho de que la modorra no afectara a los invasores ni a los bandos de paces excepto algunos núcleos del menyato de Anaga.

Para Bernáldez Alonso de Lugo, era caballero sevillano “de noble generación, hombre pacífico y de muy buena condición y de sana conciencia, agudo y de buen corazón e ingenio, cuidadoso de ganar honra e de servir a Dios y a sus Altezas... en conquistar las gentes bárbaras e idólatras, ignorantes y enemigas de la fe católica”. Mediador entre Pedro de Vera y los nativos, “porque con mucho amor los trataba e conquistaba” (Bernáldez. Cap. CXXXII)

Quizá ese amor que según Bernáldez el esclavista Alonso de Lugo sentía por los nativos canarios, le inducía a mantener activo los mercados de esclavos, especialmente en los de Sevilla y Valencia, de cuyas cristianas y amorosas transacciones nos han llegado algunos documentos parte de los cuales reproducimos a continuación:

El 2 de enero de 1496 Melchor Codo vendió dos cautivos, y el día 4, Gaspar Rull subastó nueve esclavos guanches.
Las entradas de los españoles por los reinos de Tegueste y Taganana se tradujeron en la consiguiente captura de esclavos. Tan sólo en un mercado, el de Valencia, se puede hoy seguir el rastro documental del tráfico de se­res humanos. En los primeros días de enero de 1496 se procede a vender once esclavos guanches, apresados sin duda en las razzias que organizadas por el destacamento encargado de la construcción de la torres.

16  de enero de  1496.-Andrés  Suárez  [Gallinato]  (fijo de Pedro del Algava, difunto que Dios aya, e de Leonor Suárez  [Gallinato]  su muger, vezino de Sevilla en la collación de Sant Andrés)  deve a Ruy Pérez de Esquivel (vesyno de Sevilla en la collación de Sant Juan,  que está  presente) 6.365 maravedis desta moneda que se  agora usa,  los quales son de resto de una mula de color prieta que dél  rescibió  e conpró  la qual dicha mula está en su poder;  los quales dichos  maravedís    le ha de dar e pagar desde oy día de  la fecha   fasta 15  días  primeros  siguientes, so pena  del doblo  E porque más seguro  sea de  ser mejor pagado, dale por ellos en enpeños  un esclavo canario de Tenerife, que ha nombre Juan, de hedad de 17 años poco más o menos, en tal manera que sy  al dicho plaso no le  diere e pagare estos dichos maravedis  se  quedará con él  (J. M.,  fols. 197 v.-198).

1496 marzo 28 .-Alonso  de Lugo  (Governador  de la ysla de Tenerife, vezino de Sevilla en la collación de Sant Andrés)  otorga que da su poder  a Luys Carrasco (vezino desta cibdad en la dicha collación, questá  presente)  para  que  por  él  e  en  su  nombre  pueda  demandar  e  recabdar   e cobrar  de Pedro de Castellanos  (vezino de la cibdad de Baca) o  de  sus bienes,  treynta  e dos  esclavos  canarios  de  la dicha Ysla de Tenerife,  los quales 61  le ovo dado para que los llevase a la Corte para dar a Sus Altezas e a otros cavalleros de la dicha su casa e corte;  e para que  los pueda rescebir en su poder, e otorgar carta  de pago las que complieren;  e para que  pueda  parescer  ante qualesquier  alcaldes e juezes.  (J. Bf., fois. 71-71 v.j.

46.-9  noviembre  1496:  Miércoles.-Constanza  Espinosa  (vecina  de Sevilla en  la collación de Santa María)  vende  al Bachiller Luis de Herrera,  vecino  de  Sevilla, una  esclava  canaria de color  lora, de nombre Beatriz,  de edad de veynte  años y natural de la Ysla  de La Palma,  por precio  de  tres mil  maravedís,  que  declara  haber  recibido   (L.  G. C., fol. 542 v.).


[1] Actual Montaña de La Mina, en La Laguna.
[2] Según la historia oficial el primer asentamiento europeo en Aguere (La Laguna) tuvo lugar en el mes de julio de 1497, ocupando los invasores las viviendas de un poblado guanche que existía en un lomo que denominaron de La Concepción, porque levantaron allí un templo de “tapias” que dedicaron a esta advocación. Por consiguiente, no es factible que los reclamantes cuando dicen “e en la villa que se fase,”
se refieran a los inicios del por aquel entonces villorrio de La Laguna, entre otras cuestiones porque las reclamaciones corresponden a la estancia en la isla de dichos peones y escuderos entre los años 1494 y 1495.
Recuerdo que por el año de 1995 guiado por mi curiosidad, visité una ruinas ubicadas en La Verdellada Vieja por donde discurría el antiguo camino a Santa Cruz, en una planicie situada a la altura de la actual Gracia, en las tierras usurpadas que en un principio fueron  asignadas al invasor y tratante en esclavos Mateo Viña. Dichas ruinas debieron conformar en su día un amplio cortijo, entre los restos de las múltiples construcciones, una en especial captó mi atención, se trataba de un amplio recinto rectangular cuyas paredes medían más de un metro de ancho y construidas con grandes piedras perfectamente aplomadas tanto por el exterior como por el interior y sin relleno de cascajo ¿serían estas ruinas los restos de la torre de Gracia? Hoy dichas ruinas yacen bajo las modernas urbanizaciones de La Verdellada Nueva.

[3] Rumeu de Armas basándose en Espinosa afirma que la torre de Gracia estaba emplazada en el menceyato de Tegueste, pero según el Dr. Bethencourt Alfonso, los limites del menceyato de Anaga  por su parte sur transcurrían por la Sierra de Sejeita, es decir, por los actuales enclaves de El Bronco, Lomo Largo y San Roque, hasta los inicios de Los Genetos, siendo el limite del menceyato por esta parte el Barranco de Ganigue, hoy Barranco del Hierro, donde comenzaba el menceyato de Güímar. Límites corroborados por Luís Diego Cuscoy. Recordemos que La Laguna era zona “universal” de libre transito de personas y ganados de todos los menceyatos por su carácter de Valle Sagrado, por tanto, la torre estaba situado dentro de los limites del menceyato de Anaga.
[4] La zona coloreada de rojo en el mapa corresponde a los menceyatos afectados por la epidemia de modorra, como se puede observar, fue una epidemia muy selectiva en  cuanto a sus victimas.

[5] El cronista Espinosa confunde la fecha de 1494 con 1496 según corrobora y documenta  Antonio  Rumeu de Armas.
[6] Los cadáveres de los mercenarios caídos en la batalla de Acentejo fueron quemados por orden de Kebehi Benchomo, por tanto, los muertos en dicha batalla no pudieron ser un foco grave de infección. La tradición popular recoge que la ermita de San Antonio en  La Matanza de Acentejo está edificada sobre un osario de parte de los muertos en combate, probablemente en el lugar se llevó a cabo una de la piras.

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