INTRODUCCIÓN
Las páginas de este libro no contienen ningún
tipo de doctrina o valoración religiosa, asunto que excede la
competencia del autor. Diverso material lingüístico es
sometido a un examen filológico que evita, en la medida
de lo posible, cualquier juicio acerca de la calidad de las creencias
expresadas en esas piezas o desarrolladas por corporación eclesiástica alguna.
Ni los resultados positivos ni las consideraciones históricas
obedecen aquí a otros criterios que los estrictamente profesionales, expuestos
desde el máximo respeto por las personas y su derecho a profesar los cultos
que estimen oportunos. Aunque las construcciones humanas, no
todas honorables, poseen siempre causas precisas y sujetas a refutación,
mientras que la espiritualidad pertenece sin duda a otros ámbitos menos
evidentes para la investigación científica...
Y es que la divinidad femenina a la cual se dedica el presente estudio concita
devociones muy arraigadas, tanto en Canarias como
en varios países de América Latina, que la recibieron desde fechas muy tempranas a través de la ocupación
hispánica. Una implantación popular
que, en primera instancia, parece un poco contradictoria con la extrema dureza de los acontecimientos históricos, pues nadie ignora el papel desempeñado por
algunas instituciones cristianas en el violento proceso de expansión colonial
europea por el Atlántico. Sin embargo, más allá del amparo que le brinda esa
coacción militar y social, la expresión terrenal de la ideología cristiana hacía ya tiempo que también
había mostrado su disponibilidad y
capacidad para asimilar ingredientes cosmogónicos de las culturas nativas. Igual que supo acomodar el natalicio de su Dios a los antiguos ritos de fertilidad
celebrados con motivo del solsticio
de invierno o su muerte y resurrección con la renovación estacional que despliega el equinoccio
vernal, en América aceptó la
identificación de la Virgen
de Candelaria con el culto a la
Madre Tierra y, antes, en la cultura amazighe de
Canarias, con la estrella que viene
simbolizada por la candela que sostiene en su mano izquierda.
He ahí el objeto de la indagación que
principiamos con estas líneas: una advocación de la Virgen María que,
según las fuentes coloniales, recibió por parte de los isleños
el nombre de Chaxiraxi, una denominación en la que
subyace algo más que la concepción cristiana. Esta obra presenta los elementos
lingüísticos que, en alguna medida, reflejan esa conjugación de ambos
imaginarios.
El ideario cristiano halló en la cosmogonía ínsuloamazighe,
de honda tradición norteafricana, recursos nada
contradictorios con su propia formulación
religiosa, de neta ascendencia egipcia. Una estrella primordial, pensada como
la madre cósmica de cuyo seno nacen el universo y el espíritu celestial que lo
rige, en realidad parece incluso la versión original en la que se funda la
religión de la cruz, muy posterior en el tiempo, y heredera de los cultos a la diosa madre y su hijo y/o marido (ampliamente
difundidos por el Creciente fértil
del Oriente Medio, escenario de la Revolución neolítica hace más de 9.000 años).
Porque, pese a no contar con pruebas
incontrovertibles, son diversos los indicios que dejan
entrever cierto solapamiento, más o menos deliberado, de
esta atávica deificación femenina por esa otra concepción judeocristiana más
patriarcal (manifiesta ya en el culto faraónico).
En cualquier caso, separar lo autóctono de las adherencias misioneras constituye una tarea que requerirá todavía un trabajo arqueológico, etnográfico y lingüístico mucho más denso del acometido
hasta el presente. La obra que el lector tiene ahora en sus manos pretende compendiar una información excepcional para afrontar esos interrogantes. El valor gramatical y el alcance historiográfico
de los materiales examinados sitúan las fuentes que se aducen aquí y su interpretación entre los recursos lingüísticos disponibles más fecundos de la Historia Antigua
de Canarias, aunque la situación de los estudios
isleños y continentales no aconseje aún alejar
en exceso las explicaciones de los datos concretos.
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